El Campeonato cubano de béisbol cumple 50 años
Datum:
26/11/2010
Quelle:
Prensa Latina
Autor:
El 14 de enero de 1962 fue inaugurado el primer Campeonato cubano de béisbol después del triunfo de la Revolución, un torneo que dará inicio en breve a su edición 50.
Ese día el entonces presidente cubano, Fidel Castro, hizo en el Estadio Latinoamericano el lanzamiento inaugural de la I Serie Nacional de Béisbol, que inició una nueva etapa en el deporte revolucionario.
El programa inicial era doble, a base de los duelos Azucareros-Orientales y Occidentales-Habana, los cuatro conjuntos envueltos en esa primera campaña.
Azucareros y Habana habían ganado las zonales en Oriente y Occidente, respectivamente, y los otros planteles recibieron jugadores de los equipos eliminados, aunque los primeros captaron algunos refuerzos para mantener un equilibrio.
Los fanáticos de la Isla se encontraban imbuidos en la vorágine de cambios revolucionarios, y además llegaban con el embullo de haber reconquistado el campeonato del mundo unos meses atrás en Costa Rica, en plena invasión mercenaria a Playa Girón.
No obstante, no era fácil dejar atrás la etapa del profesionalismo. También había que superar el peso de los nombres de los conjuntos, pues la afición beisbolera tenía muy grabada en sus mentes las imágenes del Almendares, el Habana, el Cienfuegos y el Marianao.
Esas fueron las novenas más asiduas desde 1943, cuando se jugaba en el terreno de La Tropical, hoy Pedro Marrero.
Sin embargo, poco a poco un grupo de experimentados de las Ligas amateurs que existían a lo largo del archipiélago, más la nueva hornada de peloteros salidos de la nada, fueron ganándose el cariño del pueblo cubano.
Todo ese respaldo en las tribunas se conquistó a base de entrega en el diamante, dejando el alma en el terreno.
Son gentes del pueblo, muchos muchachos humildes que han tenido la oportunidad de jugar pelota, decía Fidel Castro de aquellos pioneros, más acostumbrados a usar la mocha y el azadón que el bate de pelota.
De aquellos desafíos inaugurales quedaron los nombres de Pedro Chávez, Urbano González, Fidel Linares, Félix Isasi, Miguel Cuevas, Wilfredo Sánchez, Antonio Jiménez, Rigoberto Rosique, Lázaro Pérez, Manuel Alarcón y Modesto Verdura, entre muchos otros.
En definitiva, Occidentales, bajo el mando de Fermín Guerra, se impuso en el calendario de 27 partidos, con balance de 18 triunfos y nueve derrotas.
Además, la Serie estuvo marcada también por la celebración de encuentros beisboleros fuera de la capital, algo poco común en la etapa profesional.
Varios de los integrantes del seleccionado campeón se llevaron premios individuales, pues el líder de bateo fue Edwin Walters (.367), y Urbano González encabezó las carreras anotadas (19) y los indiscutibles (40).
Asimismo, Tomás Soto lideró los dobletes (10) y las carreras impulsadas (19), y Fidel Linares los pelotazos (6).
Entre los lanzadores, Antonio Rubio mandó en promedio de carreras limpias (1.39), Manuel Hernández en ponches (94), juegos completos (7), juegos ganados (6) y entradas lanzadas (76.2), y Rolando Pastor en las lechadas (3).
Fueron tiempos de estrechez económica, viajes en tren o guaguas sin todas las condiciones, pero mucho, muchísimo corazón en cada uno de los deportistas.
A pesar de los pesares, en apenas cinco años se podía hablar de un verdadero espectáculo, con representación de todas las provincias, y con equipos bien identificados con sus peloteros estrellas, sus colores y su afición.
Llegaron los nuevos estadios, los actuales equipos en representación de todas las provincias del país tras la división político-administrativa y el punto flaco del certamen, la estructura competitiva.
Estos sistemas han sido cambiados una y mil veces hasta el punto de que prácticamente no se pueden llevar con el esperado rigor las estadísticas de una Serie a otra.
Por suerte, parece que se encontró la fórmula ideal y ya llevamos más de una década con la actual estructura, pero siguen soplando aires de remodelación.
Así se iniciaron estos últimos años de pelota revolucionaria, llena de éxitos internacionales a todos los niveles y con el máximo premio posible, al amor del pueblo en cada escenario competitivo.
Ese día el entonces presidente cubano, Fidel Castro, hizo en el Estadio Latinoamericano el lanzamiento inaugural de la I Serie Nacional de Béisbol, que inició una nueva etapa en el deporte revolucionario.
El programa inicial era doble, a base de los duelos Azucareros-Orientales y Occidentales-Habana, los cuatro conjuntos envueltos en esa primera campaña.
Azucareros y Habana habían ganado las zonales en Oriente y Occidente, respectivamente, y los otros planteles recibieron jugadores de los equipos eliminados, aunque los primeros captaron algunos refuerzos para mantener un equilibrio.
Los fanáticos de la Isla se encontraban imbuidos en la vorágine de cambios revolucionarios, y además llegaban con el embullo de haber reconquistado el campeonato del mundo unos meses atrás en Costa Rica, en plena invasión mercenaria a Playa Girón.
No obstante, no era fácil dejar atrás la etapa del profesionalismo. También había que superar el peso de los nombres de los conjuntos, pues la afición beisbolera tenía muy grabada en sus mentes las imágenes del Almendares, el Habana, el Cienfuegos y el Marianao.
Esas fueron las novenas más asiduas desde 1943, cuando se jugaba en el terreno de La Tropical, hoy Pedro Marrero.
Sin embargo, poco a poco un grupo de experimentados de las Ligas amateurs que existían a lo largo del archipiélago, más la nueva hornada de peloteros salidos de la nada, fueron ganándose el cariño del pueblo cubano.
Todo ese respaldo en las tribunas se conquistó a base de entrega en el diamante, dejando el alma en el terreno.
Son gentes del pueblo, muchos muchachos humildes que han tenido la oportunidad de jugar pelota, decía Fidel Castro de aquellos pioneros, más acostumbrados a usar la mocha y el azadón que el bate de pelota.
De aquellos desafíos inaugurales quedaron los nombres de Pedro Chávez, Urbano González, Fidel Linares, Félix Isasi, Miguel Cuevas, Wilfredo Sánchez, Antonio Jiménez, Rigoberto Rosique, Lázaro Pérez, Manuel Alarcón y Modesto Verdura, entre muchos otros.
En definitiva, Occidentales, bajo el mando de Fermín Guerra, se impuso en el calendario de 27 partidos, con balance de 18 triunfos y nueve derrotas.
Además, la Serie estuvo marcada también por la celebración de encuentros beisboleros fuera de la capital, algo poco común en la etapa profesional.
Varios de los integrantes del seleccionado campeón se llevaron premios individuales, pues el líder de bateo fue Edwin Walters (.367), y Urbano González encabezó las carreras anotadas (19) y los indiscutibles (40).
Asimismo, Tomás Soto lideró los dobletes (10) y las carreras impulsadas (19), y Fidel Linares los pelotazos (6).
Entre los lanzadores, Antonio Rubio mandó en promedio de carreras limpias (1.39), Manuel Hernández en ponches (94), juegos completos (7), juegos ganados (6) y entradas lanzadas (76.2), y Rolando Pastor en las lechadas (3).
Fueron tiempos de estrechez económica, viajes en tren o guaguas sin todas las condiciones, pero mucho, muchísimo corazón en cada uno de los deportistas.
A pesar de los pesares, en apenas cinco años se podía hablar de un verdadero espectáculo, con representación de todas las provincias, y con equipos bien identificados con sus peloteros estrellas, sus colores y su afición.
Llegaron los nuevos estadios, los actuales equipos en representación de todas las provincias del país tras la división político-administrativa y el punto flaco del certamen, la estructura competitiva.
Estos sistemas han sido cambiados una y mil veces hasta el punto de que prácticamente no se pueden llevar con el esperado rigor las estadísticas de una Serie a otra.
Por suerte, parece que se encontró la fórmula ideal y ya llevamos más de una década con la actual estructura, pero siguen soplando aires de remodelación.
Así se iniciaron estos últimos años de pelota revolucionaria, llena de éxitos internacionales a todos los niveles y con el máximo premio posible, al amor del pueblo en cada escenario competitivo.