Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la inauguración del Monumento a las víctimas de Barbados, el día 1ro de agosto de 1998
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Estimado señor Primer Ministro;
Distinguidas autoridades barbadenses;
Queridos hermanas y hermanos de Barbados:
El hecho monstruoso que evoca este sencillo pero expresivo monumento, fue uno de los episodios que hirió más profundamente la sensibilidad de nuestro pueblo a lo largo de la historia.
Han pasado casi veintidós años desde aquellos dramáticos momentos.
El vuelo regular 455 de Cubana de Aviación había iniciado su viaje en Guyana. Después de una escala en Trinidad Tobago, la aeronave DC-8 arribó a Barbados con la intención de seguir viaje con dirección a Jamaica y por último a La Habana. Aquel 6 de octubre de 1976 el recorrido fue brutalmente interrumpido.
Nueve minutos después de haber despegado el avión del aeropuerto internacional de Barbados, en la torre de control se recibió una comunicación urgente: a bordo del aparato había ocurrido una explosión. Los mensajes grabados entre los serenos y heroicos pilotos y la torre de control fueron imborrablemente dramáticos. Los tenaces intentos de la tripulación para controlar la nave y llevarla de nuevo a tierra fueron infructuosos. El avión se precipitaba al mar pocos minutos después a unas tres millas de la costa.
Se inició de inmediato la búsqueda de sobrevivientes mediante un esfuerzo en el que las autoridades de Barbados desplegaron todas sus energías y recursos.
Al fin se llegó a la triste certeza de que todos los tripulantes y pasajeros habían perecido.
Ese día murieron setenta y tres personas: once jóvenes guyaneses, de los cuales seis viajaban para estudiar la noble profesión de médicos en nuestro país; cinco ciudadanos de la República Popular Democrática de Corea; los veinticuatro integrantes del equipo juvenil de esgrima que habían ganado para Cuba todas las medallas de oro en el Campeonato Centroamericano y del Caribe, realizado en Venezuela; las heroicas tripulaciones y el resto de los pasajeros cubanos.
El mismo día del hecho, la policía de Trinidad Tobago detuvo a los dos mercenarios venezolanos que perpetraron el crimen siguiendo instrucciones de terroristas de origen cubano vinculados a la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos y a la extrema derecha de Miami.
Cuarenta y ocho horas después del sabotaje, las autoridades de Barbados confirmaron que la caída de la aeronave había sido causada por un atentado terrorista.
Nueve días después del crimen fueron detenidos en Caracas sus dos autores intelectuales y organizadores: Luis Posada Carriles y Orlando Bosh. Ambos tenían un largo y conocido historial de acciones contra la Revolución Cubana, en su condición de agentes preparados, organizados, financiados y controlados por la CIA.
A pesar del proceso de instrucción concluido por una digna jueza venezolana, en el que quedaba probada la participación de los cuatro detenidos en el repugnante hecho, los criminales no fueron enjuiciados y la valiente jueza fue separada a la fuerza de la causa.
En 1985 la CIA, con el concurso de la llamada Fundación Nacional Cubano Americana de Miami, logró sacar de la cárcel venezolana al responsable principal de tan repugnante crimen: Luis Posada Carriles. Días después aparecía en la base aérea de Ilopango en El Salvador, trabajando para el coronel Oliver North, asesor del presidente Reagan, y bajo la dirección de la Casa Blanca en el suministro de armas para la guerra sucia contra Nicaragua, obtenidas mediante la mundialmente famosa operación Irán-contras.
A mediados de 1987 se escribió una de las páginas más bochornosas de la historia de la justicia venezolana: la absolución mediante presión y soborno del otro autor intelectual del horrendo crimen, que hoy reside con todas las garantías y honores en la ciudad de Miami.
Posada Carriles, después de su tarea en Centroamérica al servicio de la Casa Blanca y de la CIA, pasó a ser el principal organizador de los actos terroristas contra Cuba, responsable directo de los ataques dirigidos contra los hoteles de La Habana realizados en 1997 y de los planes sistemáticos de atentados contra la vida de los dirigentes de la Revolución Cubana, financiados por la llamada Fundación Nacional Cubano Americana, con la incuestionable tolerancia y complicidad de las autoridades de Estados Unidos.
Recientemente el New York Times, órgano de reconocida autoridad y prestigio en los medios norteamericanos de prensa, publicó una detallada información que no ha podido ni podrá ser rebatida.
Lo que nunca podrán imaginarse aquellos que cometen grandes crímenes contra los pueblos en la embriaguez de su impunidad y en el carácter efímero de su poder, es que la verdad siempre se abre paso más tarde o más temprano: desde los que crucificaron a Cristo por llevar un mensaje de amor y de solidaridad a los pobres y oprimidos de Roma, hace dos mil años, hasta los que encerraron en una celda durante 27 años a Nelson Mandela por luchar contra el odioso sistema del apartheid en pleno siglo XX.
Muchos monumentos se erigieron y seguirán erigiéndose en memoria de todos los que fueron martirizados por una noble causa. Este que vemos levantarse aquí hoy es un ejemplo más. ¡Gloria eterna para ellos!
Cuba no lo olvidará nunca. Junto a ustedes y junto a ellos, que fueron aquel día tan cruelmente inmolados, quedarán siempre nuestros corazones, el perenne homenaje y la gratitud de un pueblo heroico que allá en mi noble patria no dejará de luchar y no se rendirá jamás (Aplausos y exclamaciones de: “¡Viva Fidel!”).
¡Gracias señor Primer Ministro Owen Arthur!
¡Gracias hermanos de Barbados!
¡Gracias hermanos antillanos!
¡Gracias compatriotas del mundo! (Aplausos prolongados.)