DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ EN EL ACTO POR EL 50 ANIVERSARIO DE LA FUNDACION DE LA REPUBLICA POPULAR CHINA, EN LA SALA UNIVERSAL DE LAS FAR, EL 29 DE SEPTIEMBRE DE 1999
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Como ustedes ven, ya estaban cerrando las cortinas (Risas); pero miraba el reloj y dio la casualidad de que nos sobraba un poquitico de tiempo, por eso pensé que valía la pena utilizar esos minutos para añadir algunas breves reflexiones a lo que aquí se ha dicho.
Días atrás, estando nosotros enfrascados en gran número de actividades, con cierta frecuencia me surgía una preocupación, pensando que se iban a cumplir 50 años del triunfo de la revolución en China, no solo de la revolución, sino también de la independencia de China, y que esta era una fecha realmente de gran significación histórica.
Tales frases se usan con cierta frecuencia, pero en este caso estamos ante un hecho real, una fecha de real importancia histórica, y me preguntaba: Cómo lo vamos a conmemorar nosotros, qué relevancia le vamos a dar, por eso preguntaba por el programa que iban a hacer. Le pregunté al Embajador y primero me dijo que había una recepción en la Embajada la noche del 30 y que me invitaba calurosamente. Respondí: Embajador, ¡el 30 por la noche no es el aniversario del triunfo de la Revolución china!, y él me dijo: Sí, porque es que a esa hora del día 30, ya es primero de octubre en China. Y, realmente, estaban organizando la recepción no para el día 2, lo que habría sido el resultado de organizarla, como suele hacerse tradicionalmente, el día primero; haciéndola mañana 30 por la noche, coincide exactamente con la mañana del día de la fundación de la República Popular China. Incluso sé que tiene preparadas unas pantallas de televisión para que los invitados puedan presenciar el desfile y la conmemoración en la plaza de Tiananmen.
A mí me satisfizo mucho ese minuto en que el Embajador recordaba que Cuba fue el primer país de América Latina en reconocer a la República Popular China y en establecer relaciones con ella, porque había un bloqueo muy grande, un esfuerzo de aislamiento total, más la obediencia total a Estados Unidos en nuestro hemisferio, donde todavía incluso muchos países, como nuestros grandes hermanos de las islas caribeñas de origen anglófono, todavía no eran independientes. La independencia de esas islas ha incrementado la capacidad y el espíritu de independencia en este hemisferio; pero nadie aquí en la América Latina tenía relaciones con la República Popular China, y así ocurría en otros muchos lugares del mundo.
Como nosotros también nos hicimos independientes el primero de enero de 1959, no pasó mucho tiempo antes de que estableciéramos relaciones con la República Popular China.
Pero hay algo más que él recordaba, y es que cuando triunfa la Revolución Cubana, China, en el Consejo de Seguridad y en las Naciones Unidas, estaba representada por Taiwán. En ese entonces solo existía un país que no fuese un aliado de Estados Unidos, en el grupo de miembros permanentes del Consejo de Seguridad, que era la Unión Soviética. Y, como una prueba de las imposiciones del imperialismo, está el hecho de que desacataron, ignoraron por completo que el país más populoso del mundo; el país más antiguo del mundo, podemos decir, entre los países modernos, la civilización más antigua que existía en el mundo, no estaba representado en esa Asamblea General, ni estaba representado en el Consejo de Seguridad, a lo que tenía derecho de acuerdo con todos los convenios que se hicieron en la Segunda Guerra Mundial.
Mantuvieron allí en Taiwán al gobierno títere derrocado, que siguió siendo aliado de Estados Unidos, y tuvimos que luchar duro, muy duro, año por año, muchos países, fundamentalmente del Tercer Mundo, entre ellos Cuba; como luchamos hoy contra el bloqueo, luchábamos entonces para que se reconociera el asiento de la República Popular China en las Naciones Unidas y en el Consejo de Seguridad entre los cinco miembros permanentes.
Aquello se logró en 1971, fue ya imposible resistir aquel movimiento de la opinión pública mundial y el apoyo creciente del creciente número de miembros en las Naciones Unidas; porque en aquel período surgieron a la independencia política muchos países de Africa y de otras áreas del mundo, entre ellos países de gran peso, porque fue después de la Segunda Guerra Mundial que la India, el otro país más populoso del mundo después de China, alcanza la independencia; Indonesia, otro de los países más populosos de Asia, alcanzó también la independencia; Japón estuvo ocupado durante años y al final fueron, poco a poco, cediéndole las prerrogativas de nación soberana; muchos otros se independizaron en el Oriente Medio, en Oceanía, ya mencioné el Caribe. Así se fueron sumando países, y fueron la constancia y la tenacidad en esa lucha las que, al fin y al cabo, lograron hacer prevalecer ese elemental derecho de China.
Hoy, 26 años después, aquel acontecimiento alcanza, yo diría, su pleno valor en las actuales circunstancias del mundo, por la importancia y por el peso que tiene China en la actualidad, incomparablemente mayor que el que tenía cuando por fin se aceptó su condición de miembro permanente del Consejo de Seguridad.
En el Consejo de Seguridad, el país que menos ha hecho uso del veto ha sido China; lo ha utilizado muy excepcionalmente —quizás Alarcón sepa cuántas veces—; en cambio, "el amo del mundo" —entre comillas, porque no es dueño de todo el mundo, sino de casi todo el mundo— ha hecho uso de ese derecho infinidad de veces.
Hoy el Tercer Mundo tiene un país amigo, ese Tercer Mundo que tanto apoyó a China; tiene un amigo en el Consejo de Seguridad y entre los miembros permanentes del Consejo de Seguridad.
No se mencionaron aquí, y yo lo recordaba, los sufrimientos del pueblo chino, los enormes sacrificios de ese pueblo después del triunfo de la revolución y de la independencia; tengo que decirlo así, porque el país no fue plenamente independiente, igual que en Cuba, sino el mismo día en que triunfó la Revolución. Ellos, por ejemplo, durante bastante tiempo estuvieron bloqueados económicamente, aislados en este campo de una manera casi total; contaban en los primeros años con la colaboración de la Unión Soviética, dentro de cierta medida, porque la Unión Soviética también acababa de surgir de una terrible guerra, donde su industria, su agricultura, su infraestructura quedaron prácticamente destruidas; algún apoyo le ofreció, determinado apoyo que sé que los chinos apreciaban mucho, hasta que surgieron diferencias y dificultades.
No es a esos temas a los que yo quiero referirme. Pero recuerdo los años de bloqueo económico de China y recuerdo también cuando las tropas norteamericanas, bajo el mando de MacArthur, intervinieron en el conflicto coreano, país al que dividieron y todavía mantienen dividido, y llegaron hasta la frontera de China. De modo que muy poco tiempo después de finalizada la guerra de liberación, no menos de un millón de voluntarios chinos tuvieron que empuñar las armas y participar en aquella contienda junto al pueblo coreano, e infligirles una severa y colosal derrota a las tropas intervencionistas de Estados Unidos y sus aliados, hasta volver a restablecer la situación existente antes de esa guerra, que es la actual frontera entre las dos partes de Corea. Ese episodio no puede olvidarse, ni los cientos de miles de vidas que los combatientes chinos perdieron.
He conversado con algunos que participaron en aquel contraataque, era en medio de un frío inclemente, atravesando terrenos montañosos, sin medios mecánicos, con un dominio aéreo total por parte de Estados Unidos y sus aliados, que incluso amenazaban con usar el arma nuclear. Había en Estados Unidos no pocos defensores de la teoría de atacar más allá de la frontera china, en la desesperación de la derrota, porque avanzaban incontenibles los combatientes chinos, a pesar de la enorme diferencia en la técnica militar, hasta que llegaron al punto donde se mantiene todavía esa línea, una batalla tremenda.
Con posterioridad siguió el bloqueo económico; también con posterioridad intervienen los imperialistas yankis en Viet Nam, desatan su guerra genocida, y entonces allí se expresó la solidaridad de China con el pueblo de Viet Nam. En esos tiempos fueron dos países, China y la URSS, los que suministraron armas y dieron apoyo político a los vietnamitas que, luchando heroicamente, obtuvieron la victoria. Esa victoria se obtiene alrededor de los años 70. Cuba hizo sus modestos aportes: un suministro gratuito anual de azúcar a los vietnamitas durante los años de la guerra. No vale la pena ni mencionarlo, sino como expresión de la buena voluntad y del espíritu de solidaridad de nuestro pueblo, que adicionalmente brindó su apoyo político total. En nuestro pueblo se creó también un enorme sentimiento de solidaridad con Viet Nam.
Vean cuántas vicisitudes tuvieron que atravesar los chinos después de la guerra y durante cuanto tiempo; pero el imperialismo fue sufriendo derrota tras derrota. La lección de Corea anotó puntos importantes; la lección de Viet Nam anotó puntos importantes; yo diría que la resistencia de Cuba a los bloqueos, a las invasiones mercenarias, a las amenazas de guerra nuclear y todo aquello, anotó algún puntico, también importante, en esa lucha que le demostraba al mundo que era posible luchar y vencer contra el imperialismo. Ellos sufrieron un duro bloqueo económico durante muchos años, un poco menos tiempo que nosotros, que en eso sí tenemos el récord; ellos estuvieron bloqueados durante 28 años, nosotros llevamos ya 40.
Los hechos mencionados constituyen una prueba irrefutable de que esas locuras, esas políticas criminales no pueden ser eternas.
Los Estados Unidos, después de todos los golpes que iban sufriendo en muchas partes, fueron comprendiendo que ya era insostenible la posición que mantenían con relación a China, no solo insostenible desde el punto de vista del derecho, de los principios políticos, de la Carta de las Naciones Unidas y todo lo demás, sino insostenible también hasta desde el punto de vista de sus intereses económicos; China constituía un enorme mercado potencial y ellos no podían prescindir de ese mercado. En tal sentido los chinos sí tienen una gran ventaja... Bueno, en muchas cosas tienen ventajas, pero en este sentido en particular tenían una enorme ventaja con relación a Cuba, y es el hecho de que su población —ahora suman un poquitico más— era alrededor de ciento veinte veces mayor que la de Cuba; un espacio territorial, como aquí se mencionó, de 9,6 millones de kilómetros cuadrados, casi cien veces la nuestra, y, sin duda, un país de grandes recursos naturales.
Podría añadir otras ventajas: No vivían en medio de Occidente, como vivimos nosotros, que somos portadores, en gran parte, de la cultura heredada de ese Occidente. China tenía una cultura milenaria —gran ventaja del pueblo chino—, un idioma y una escritura muy propia y muy compleja; no es un lenguaje tan fácil, no es precisamente de origen latino, ni de origen, digamos, occidental, poseían en realidad un lenguaje milenario. No estoy en condiciones de saber cuánto evolucionó desde los tiempos aquellos anteriores a nuestra era. Esos factores culturales constituyen fuerza muy importante para defender la identidad, la integridad y la independencia; un gran país, menos susceptible a la penetración de la cultura occidental que nos rodea.
Vean ustedes lo que explicó el Embajador: Ellos, después de más de más de 25 años de conflictos, guerras, bloqueo, habían recuperado ya importantísimos derechos como aquel asiento en el Consejo de Seguridad, un respeto creciente en el mundo, y, a pesar de errores, como señaló el Embajador, dificultades de distintos tipos que ocurrieron en la propia política interna del país, en un momento dado, cuando a Occidente no le quedó más remedio que reconocer todos los derechos de China y cuando cesaron todos los bloqueos, entonces vean ustedes a qué ritmo extraordinario avanzó ese país.
Lo que él leyó aquí —yo hace unos minutos estaba revisando una copia de su discurso, y ya lo había oído mencionar en algunas comparecencias del Embajador— no tiene precedentes en la historia de ninguna sociedad humana: un crecimiento promedio sostenido de 9,8% durante 21 años. Yo sacaba cuentas de cada cuántas veces duplicaron la producción económica en ese período. Ya antes habían obtenido importantes avances. Recuerdo que después del triunfo revolucionario, a mano, los chinos construyeron grandes diques para evitar las inundaciones y promover el regadío, muchas obras de todo tipo fueron realizadas, e iniciaron sus programas sociales desde el mismo triunfo de la Revolución; pero los avances económicos se vieron indiscutiblemente obstaculizados considerablemente por el bloqueo económico, a lo que se añadieron factores subjetivos.
Cuando —repito— todos tuvieron que reconocerle los derechos a China y desaparecieron todos los bloqueos, y ellos rectificaron determinados errores —yo no digo que sean errores, esos son sus puntos de vista, no tendríamos derecho nosotros a convertirnos en jueces de cada uno de los acontecimientos internos de China; pero ellos, tal como lo explicaba el Embajador, habían hecho determinadas correcciones, habían superado determinados errores, y errores comete todo el mundo, eso sí que no se puede negar—, después de eso, lograron ese impresionante récord, porque él señala, sobre todo, lo que crecieron a partir de 1978, en 21 años. No existe precedente, no ha existido nunca nada parecido a esa cifra.
Resulta verdaderamente muy satisfactorio escuchar aquí al Embajador reafirmar que esos éxitos fueron posible a partir de una ideología política, a partir de una ciencia política, a partir del marxismo- leninismo, a los cuales se añadieron los aportes teóricos importantes que hizo Mao Zedong; aportes teóricos a la lucha política, aportes teóricos a la lucha revolucionaria, aportes teóricos al marxismo, y al cual se añadieron más adelante los aportes teóricos y prácticos de Deng Xiaoping. Unase a esto una característica que no puede ignorarse: la laboriosidad del pueblo chino. Es un pueblo, realmente, muy laborioso, muy trabajador; esto es algo reconocido en todas partes del mundo, y en Cuba se conoce, porque, dedicados a la agricultura, especialmente producción de vegetales, contribuían mucho al abastecimiento de la ciudad con productos frescos.
De modo que ese espíritu laborioso es un factor importante que, a mi juicio, contribuyó también a esos avances del pueblo chino, con una teoría y a través de una revolución que conquista, junto a los profundos cambios sociales, la independencia de aquella gran nación; una verdadera y ejemplar revolución, cuando se analiza desde sus raíces, desde que se organizó en los años veinte el primer núcleo del Partido Comunista Chino; su rica historia y, entre los hechos más sobresalientes, la larga marcha, una proeza militar que tampoco tiene paralelo en la historia, y la historia habla de muchas proezas militares.
Nosotros hemos leído algunos libros sobre lo que constituyó, día por día, aquel avance, rodeado siempre de grandes unidades enemigas del gobierno títere, abastecido con todas las armas que necesitaba, divisiones por centenares, y aquella proeza militar tuvo lugar en condiciones dificilísimas, siempre cercados por grandes fuerzas, constantemente burlando al enemigo, venciendo barreras naturales que a veces eran montañas con nieve, otras ríos impetuosos y anchos, hasta llegar al punto donde establecieron durante muchos años una base en la que permanecieron durante la guerra de liberación.
Hubo un período en que los otros, los llamados nacionalistas, los títeres, los reacionarios, estaban enfrentados a la invasión extranjera, a la guerra contra los militaristas japoneses, y en cierta medida sumaron fuerzas con los revolucionarios chinos; pero aquellos que no estaban sirviendo ni al pueblo ni a la verdadera independencia del país, cometían todo tipo de errores y debilidades. En ocasiones los comunistas tenían que luchar contra los llamados nacionalistas de Chang Kai-Shek y contra las tropas japonesas; pero a pesar de ello hicieron una decisiva contribución a la derrota de los militaristas japoneses —también estas realidades están en las páginas de la historia moderna de China.
Y aquellos que servían a la reacción y al imperialismo yanki al finalizar la Segunda Guerra Mundial, fueron derrotados de forma aplastante, contundente e irreversible, se refugiaron en la islita de Taiwán, que es parte integral del territorio de China, como nos pertenecen a nosotros los cayos que están al norte de Cuba, más todavía que la Isla de la Juventud, porque durante infinitamente más tiempo fue parte de China. Son de nacionalidad china los que están allí, de idioma chino, de cultura china, por mucha penetración occidental que hayan recibido. Su pertenencia es derecho incuestionable de la nación china. No puede negarse en absoluto que se trata de un problema interno de China, en el que nadie tiene derecho a mezclarse, y es lo que reclaman: el respeto a la soberanía del país, el respeto a la integridad del país, el reconocimiento universal de ese derecho. No están reclamando la unión de una nación diferente, una etnia diferente, una cultura diferente.
Incluso los de Taiwán, hasta muy recientemente, y sobre todo cuando estaban en el Consejo de Seguridad, durante 22 años, hablaban de una sola China, absolutamente integrada; hasta muy recientemente han estado hablando en ese idioma.
¡Ah!, ¿cuál fue la primera intervención militar de Estados Unidos para segregar Taiwán? Lo recuerdo: en los días de la guerra de Corea, la flota norteamericana se interpone entre el territorio continental y la isla de Taiwán, eso no puede olvidarse. Aquello se mantuvo por la fuerza. No estaba el país en condiciones de librar entonces una batalla, ni el país quería librar esa batalla; el país reclama sus derechos, exige que se le reconozca y desea resolver el problema de forma pacífica. Lo que sí plantea con todo su derecho es que no admitiría la pérdida de una parte de su territorio, el desgarramiento de su país mediante la declaración y el reconocimiento de una república independiente en Taiwán, lo han dicho bien categóricamente, que no lo admitirán, y tengo la seguridad de que no lo admitirían, como tengo a la vez la esperanza de que ese problema y el reconocimiento en la teoría y en la práctica de los derechos inalienables de China se produzcan sin ningún tipo de guerra o derramamiento de sangre.
Lo que en realidad ocurre hoy es que Estados Unidos y otros países occidentales, mientras hablan de la existencia de una sola China, suministran al gobierno separatista de la isla las más modernas y sofisticadas armas y alimentan al movimiento contra la integridad de China.
El Embajador recordaba, y también lo mencionó Machadito, el problema de Hong Kong. Supieron tener toda la paciencia necesaria, hasta que llegó el día en que a Occidente y al mundo no les quedó más remedio que reconocer el derecho de la República Popular China a la reintegración de ese pedazo de su territorio, arrebatado en guerras coloniales, ignominiosas guerras coloniales.
En estos tiempos mucho se habla contra el tráfico de drogas; en aquel tiempo el Imperio Británico se apoderó de ese territorio, y los occidentales desataron la guerra y se enviaron tropas que llegaron hasta Pekín, para imponer el derecho de potencias occidentales a comerciar con el opio en China. Esa es la verdad histórica.
Recordaban también que este mismo año les devolverán Macao, el pedacito aquel que está en posesión de un país europeo, y se hará de forma pacífica, algo que se acordó gracias a la paciencia china, paciencia de la cual todos debemos aprender y en parte hemos aprendido nosotros, y si no lo hemos aprendido, lo hemos ideado por nuestra propia cuenta, porque el deber de todo revolucionario es también actuar con toda la sabiduría necesaria.
Ellos esperaron y este año tomarán ya posesión de aquel territorio. Idearon, para facilitar las cosas, el principio de un país y dos sistemas. Les prometieron a los de Hong Kong que permanecería allí el sistema económico y social existente, las instituciones existentes, pero bajo la soberanía china; se lo han ofrecido también a Taiwán, incluso con más amplitud. Pero una prueba del espíritu pacífico de China es el hecho de que, a pesar de que no había forma de defender el enclave portugués de Macao, ellos no aprovecharon ninguna circunstancia o alguna coyuntura para apoderarse de ese enclave.
Un país vecino, muy populoso también, la India, no tuvo tanta paciencia y en un momento se apoderó de un enclave portugués que estaba en el territorio de la India. Es un buen ejemplo del espíritu pacífico de la República Popular China. No usaron la fuerza para rescatar aquel territorio, con la ayuda del tiempo y del apoyo internacional van recuperando todos aquellos derechos que les fueron arrebatados.
El Embajador mencionaba cómo al país lo habían despedazado; podía mencionar muchas cosas más. Mencioné aquella historia del opio. ¡Cuántos crímenes se cometieron contra esa gran nación hasta mediados de este siglo, y cuántos derechos se le negaron y se le desconocieron, hasta que fueron reivindicados prácticamente en el transcurso de dos tercios de este siglo!
¡Respétese a los pueblos! ¡Respétese su integridad territorial! No es esta una época de desintegrar países, cuando muchos pueblos, separados por fronteras, por banderas y por himnos, luchan por la integración. Europa lucha por la integración, se une, prácticamente barre fronteras; los países del Caribe luchan por la integración; los países de Centroamérica luchan por la integración; los países de América del Sur luchan por la integración. América Latina lucha por ella. Es que ningún pequeño país en el futuro podría existir prácticamente aislado.
Digo más: Suiza, un país tradicionalmente muy celoso de su soberanía, que gracias, en parte, a su excelente ubicación geográfica, en pleno corazón de los Alpes, pudo mantenerse neutral en la Primera y la Segunda Guerra Mundial —y en Suiza, lo conozco porque estuve allí y hablé con los dirigentes, todos los dirigentes eran partidarios de la integración con la Comunidad Económica Europea, y un 49% de la población, falta solo una pequeña fracción para ser mayoría—, no podría vivir sola en los Alpes, aislada del resto de la comunidad europea. Marcha inexorablemente hacia la integración en esa comunidad.
¿Quién tiene derecho a apoyar la desintegración en China? ¿Quién tiene derecho a negar la demanda china de que se reconozca la soberanía sobre ese territorio de Taiwán? Es absurdo, cuando todo el mundo se integra, que alguien proclame la desintegración de un pedazo de China.
Vean ustedes el desastre que trajo a los antiguos países de la Unión Soviética la desintegración; desintegración para que todos corran, fundamentalmente Estados Unidos, a invertir y a establecer su hegemonismo, su dominio y su posesión sobre los recursos fundamentales de esas antiguas repúblicas, principalmente gas y petróleo, productos en los cuales varias son muy ricas, así como en otros minerales.
El mundo no marcha hacia la desintegración, marcha hacia la integración; no es solo un derecho histórico, sino un principio del mundo moderno, una necesidad de la vida moderna. Eso es lo que reclama la República Popular China. Y ya la República Popular China de ahora, de este milenio, o del siglo que pronto comenzará, es muy diferente de aquella república que surgió hace 50 años en un país arrasado por muchos de años de guerra, contra la invasión extranjera.
A esto se sumó la guerra revolucionaria. Más de 20 años de intensos combates contra los enemigos internos y externos del pueblo chino. El país destruido, el país que era pobre, el país que había sido explotado por explotadores externos e internos. Había que empezar a reconstruir todo aquello. Ya mencioné en qué condiciones lo hizo.
Es un país cuya economía avanza tremendamente. Es curioso, Machadito mencionó la contribución que hicieron durante la crisis asiática. Hay algo más: la República Popular China le prestó un servicio extraordinario al mundo en los meses recientes, especialmente desde 1998, en aquella crisis que comenzó por el sudeste de Asia y que condujo a la segunda potencia mundial en el campo económico, que es Japón, también a una profundísima crisis, que después se extendió a Rusia, que ya estaba afectando seriamente los valores de las acciones de las bolsas de Estados Unidos y que amenazaba directamente con barrer la economía de América Latina.
Véase si el peligro fue grande que la América Latina en su conjunto crecerá en 1999, si crece, un 0,5%; y si crece 0,5% es porque uno de los países con un peso importante en el área aporta un crecimiento mayor, México, que estará alrededor del 4% o el 5%. Hay países que tienen el crecimiento por debajo de 0, negativo, varios países, varios importantes países. Fue una amenaza económica mundial muy seria, la cual no ha sido superada todavía, no se sabe con seguridad si será superada en breve tiempo, y se tiene la seguridad —al menos yo la tengo— de que cuando se recupere no será por mucho tiempo.
China tuvo que hacer un enorme sacrificio económico, sin el cual nada habría podido detener la crisis. Se le creó una situación complicada, porque sus exportaciones crecían año por año, pero cuando la crisis asiática devalúa las monedas de un gran número de países con cierto nivel de desarrollo —los llamados tigres asiáticos, orgullo de la economía neoliberal, orgullo del imperialismo como ejemplo de lo que podía lograrse a través de sus fatídicas recetas— y cuando aquello se hunde en cuestión de días, ya que una tras otra la economía de aquellos países se hundió, con tremendas consecuencias ya para la economía del mundo, especialmente para los países del Tercer Mundo, que están desprotegidos totalmente en esas crisis, los chinos quedaron en desventaja, porque los precios de las mercancías de todos aquellos países se abarataron extraordinariamente, puesto que al devaluarse sus monedas podían exportar a bajos precios todo cuanto quisieran.
China pudo devaluar el yuan para protegerse de aquella competencia, para mantener el ritmo de incremento de las exportaciones y con ellas sus elevados crecimientos ininterrumpidos. El mundo temblaba, ¡el mundo!, y no solo el Tercer Mundo, sino también el mundo industrializado temblaba ante la idea de que China, con todo su derecho, y para proteger sus exportaciones y sus crecimientos económicos, devaluara el yuan. No lo hizo, y todavía no se ha escuchado mucho el reconocimiento que la República Popular China merece por ese servicio que le prestó al mundo, y a costa de su economía.
Es decir que actuó con un gran sentido de responsabilidad, el prestigio del país creció el pasado año más que el 7,8% de que habló Machadito cuando se refería al crecimiento de la economía china. Debe haber crecido el prestigio de China con ese solo hecho, por lo menos, un 20% o un 30%; pero creo que su prestigio era acreedor a un crecimiento del 200%, porque nadie es capaz de imaginar las consecuencias que habría tenido una medida de ese tipo en China; sin embargo, a China le están regateando el ingreso en la Organización Mundial del Comercio, y estamos todos librando una batalla por el ingreso de China en la OMC.
Europa y Estados Unidos se arrogan el derecho de decir si ingresa o no; se repite, en parte, la batalla aquella de las Naciones Unidas. Y la OMC es temible, porque puede ser un instrumento terrible contra los intereses del Tercer Mundo.
Al Tercer Mundo le interesa que China esté dentro de la Organización Mundial del Comercio, es la que regula esta actividad; instrumento creado, sin duda —igual que otros instrumentos que ya existen, como FMI e instituciones similares que han impuesto el famoso neoliberalismo, cuyas consecuencias nuestros compatriotas conocen a través de los miles de visitantes que llegan de todas partes y de los cables de prensa relacionados con esa teoría económica cada vez más desprestigiada y más dañina—, como un instrumento de dominio. Todo lo que ha creado el imperialismo después del derrumbe del campo socialista son instrumentos para fortalecer su dominio en todos los terrenos. En el terreno económico goza de unos privilegios increíbles que no pueden seguir subsistiendo. Son los que imprimen la moneda de reserva del mundo, en la cual no invierten más que papeles. Los europeos tratan de crear otra, para protegerse de esos superprivilegios que existen a costa de los intereses del resto del mundo y beneficiarse de cierta forma al compartir los mismos.
Todos esos temas forman parte de las cuestiones que hay que discutir para cambiar el orden mundial existente, que se ha establecido para eso.
El club de los ricos, un grupo de países ricos —son alrededor de veintitantos, creo que 29 ahora— inventó un proyecto de acuerdo multilateral de inversiones, para convertirlo en tratado internacional. Hoy existen acuerdos bilaterales, pero los países miembros del club, conocido como la OCDE, inventaron un proyecto y en silencio, ocultamente lo estaban discutiendo y a punto ya de lanzar. Cuando algunas personas —creo que en Francia— descubrieron el texto, que aunque se sabía que se estaba discutiendo no se conocía su contenido, armaron el gran escándalo y tuvieron sus autores que pararlo.
Donde tenía que discutirse eso era en la OMC, porque ciento y tantos países están allí, y no entre los 30 países más ricos. No querían que se discutiera en la OMC a pesar de ser la OMC un instrumento creado para fortalecer el hegemonismo económico, político y en todos los sentidos de Estados Unidos. Ellos impusieron las condiciones de esa organización, es un instrumento del imperialismo, para ello fue creado, aunque podría revertirse en un instrumento de los pueblos, donde los del Tercer Mundo somos amplia mayoría; pero los pueblos del Tercer Mundo están muy divididos porque, a causa de su pobreza, tienen una enorme dependencia de Estados Unidos y de las instituciones comerciales y los organismos financieros por él creados que muchas veces los desunen.
Actuando unidos los países del Tercer Mundo, con China dentro de la OMC, pudiera convertirse la OMC en un instrumento de justicia, en un instrumento de resistencia al hegemonismo de Estados Unidos, al nuevo orden económico, al orden económico actual que nos han impuesto, sumado, desde luego, al orden político que también han impuesto, por lo cual es tan importante, tan fundamental, una reforma de las Naciones Unidas. Todo esto está asociado. Podía ser la OMC un instrumento de justicia, somos mayoría, lo somos en Naciones Unidas, y ustedes ven algunas votaciones en la Asamblea General de Naciones Unidas; por ejemplo, las votaciones contra el bloqueo.
La Asamblea General logró imponer un día aquello que mencionaba del reconocimiento de los derechos de China en el Consejo de Seguridad, de la China verdadera, de la única China que existe. ¡Ah!, por eso nosotros siempre reclamamos más facultades para la Asamblea General de Naciones Unidas, esa institución debe cambiar.
El Embajador chino explicó aquí con claridad y mencionó todos los conceptos de soberanía limitada, amenazas globales, derecho a intervenciones como las que tuvieron lugar en Yugoslavia, a lo cual se añade la nueva concepción estratégica de la OTAN, aprobada unos días antes de aquella guerra genocida, que es un derecho que se autoasigna la OTAN de intervenir cuando le dé la gana en cualquier país.
Todos esos problemas, dije, están asociados, el intento de ignorar las Naciones Unidas, que es lo único que tenemos; una organización mundial que existe, surgió después de la Segunda Guerra Mundial. No se corresponde con la situación actual del mundo, que tiene casi 200 Estados independientes; surgió con la participación de unos treinta y tantos o cuarenta y tantos Estados dirigidos por las potencias victoriosas después de la Segunda Guerra Mundial. Es imprescindible reestructurarla, democratizarla, pero esto requiere tácticas y estrategias; al menos para mí está muy clara la importancia de los vínculos del Tercer Mundo con China y la necesidad del apoyo de China en esa impostergable reestructuración, porque es miembro permanente con derecho a veto.
Estados Unidos puede obstaculizar dentro de ciertos límites y lo va a obstaculizar durante mucho tiempo, pero tendrá que discutirlo, como ha tenido que discutir otras cosas que se negó a discutir durante muchos años, y no podrá impedir tampoco que se democratice las Naciones Unidas, a medida que se movilice la opinión pública mundial, que los pueblos se unan.
El mencionaba esos principios que el imperialismo quiere barrer; es muy importante escuchar aquí al Embajador chino afirmar que hay que defender esos principios y que esa es parte esencial de la política exterior china.
Afortunadamente, ayer tuvimos oportunidad de escuchar del Canciller de Rusia... Porque Rusia existe, no es una superpotencia, pero es todavía una gran potencia.
¿Cuál es, a mi juicio, la diferencia entre superpotencia y gran potencia? Que una puede tener poder para destruir la otra quince veces, y a la otra puede quedarle poder para destruir a la otra tres o cuatro veces; pero con una sobra, ¡y ojalá eso no se produzca nunca!
Rusia es una gran potencia, China es una gran potencia en otro concepto, y en varios aspectos mucho más gran potencia que Rusia; pero Rusia es una gran potencia nuclear, posee un poderío militar nuclear que no tiene China, no posee todavía China y ojalá no necesite tener China.
Lo que obliga a China a mantener el desarrollo tecnológico en el campo militar es sencillamente la política agresiva contra el país, la injerencia en los asuntos internos del país, la negación de derechos elementales del país, las amenazas que significan todos los conceptos estratégicos; porque cualquier día se le ocurre también a la OTAN decir que hay una amenaza global en China, y que hay que intervenir en China porque hay un problema interno, un problema de cualquier tipo que pueda surgir. Es inconcebible, se arrogan ese derecho. Por eso digo, ¡ojalá no tengan necesidad de convertirse en gran potencia nuclear!
¿Pero qué hacen los otros? Invertir cada vez más y más en armas, cada vez más y más en desarrollo tecnológico militar. Recientemente leímos una declaración de uno de los importantes aspirantes a presidente en Estados Unidos, en la que se comprometía a invertir enormes sumas en investigaciones militares para perfeccionar, entre otros, el armamento convencional. ¿Para qué todo ese perfeccionamiento? ¿Por qué todos esos desarrollos tecnológicos cuando la guerra fría se acabó hace rato? ¿Qué justifica ese armamentismo, como no sea la clara intención de dominar al mundo, no solo a través de instrumentos políticos y económicos sino también militares, mantener la disciplina en un mundo caótico, en este mundo caótico? Y nosotros sabemos que es caótico, no voy a intentar explicar por qué, pero sabemos muy bien con todos los detalles y con cien argumentos, por qué es caótico este mundo. Y eso no se puede resolver con armas nucleares ni convencionales; pero es la desesperación lo que los lleva a eso, a querer tener todos los resortes de poder en la mano: militar, político y económico.
La propia Europa se sintió humillada por el papelazo que hizo en la guerra contra Yugoslavia, ya que el ciento por ciento de las bombas se fabricaron en Estados Unidos y el 90% de las operaciones fueron realizadas por la aviación y los misiles norteamericanos; tan humillada se sintió que ha tomado auge la idea de disponer de una fuerza propia de Europa, por la aplastante superioridad creada por su aliado. Qué difícil aliado tiene Europa, y qué peligroso aliado en todos los sentidos.
Ya les decía que fue agradable escuchar ayer por boca del Canciller ruso —no dije soviético, ¿verdad?, dije ruso, porque a veces nos equivocamos por el viejo hábito; hoy no es soviético, hoy no es un país socialista, hoy no se cantaría La Internacional en un acto en que se conmemora algo relacionado con Rusia. Pero Rusia es un país amenazado por la OTAN, que avanza hacia sus fronteras; Rusia es un país amenazado, al que el imperialismo norteamericano quiere ver cada vez más debilitado, e incluso desintegrado, de cuyos enormes recursos naturales quisiera apoderarse. No se conforma el gran capital norteamericano con las inversiones que ha hecho en todos los países de la antigua URSS, sobre todo en el área del Mar Caspio, donde se dice que existen enormes reservas petroleras y de gas, y en otras repúblicas que están más allá; no se conforma con su ambicioso programa de apropiarse y controlar toda esa riqueza, quiere apoderarse también de los recursos naturales y de la riqueza de Rusia, imponerle condiciones, incluso regaños; hace unos días la regañaron en una reunión del Grupo de los 7, con motivo de un escándalo de orden financiero.
Ese país, que no es un país socialista, tiene intereses comunes, muchos intereses comunes con otros países; los tiene con Europa y Europa no está tranquila ni feliz. Sobre todo, a Europa no le gusta mucho que desde el otro lado del mar le impongan aventuras, como fue la aventura de Yugoslavia, u otras que se le puedan ocurrir a Estados Unidos.
A partir de la última experiencia de esa guerra genocida, más la proclamación de doctrinas nuevas de aspecto estratégico-militar y la defensa entusiasta de teorías políticas nuevas que tienden a barrer la Carta de Naciones Unidas y a establecer el derecho de los poderosos a intervenir en cualquier parte del mundo, el mundo se siente amenazado, y lo sabemos bien.
Es muy bueno, leemos que las relaciones entre Rusia y China mejoran cada vez más, eso es muy bueno; leemos que han mantenido posiciones comunes a raíz de la guerra bárbara contra Yugoslavia, eso es muy bueno; sabemos que tienen posiciones comunes acerca de los supuestos derechos a desintegrar a los que quieran desintegrar, como desintegraron a Yugoslavia y lograron desintegrar la URSS.
Todos esos son temas que preocupan a muchos países en el mundo.
Y allá en Europa no solo se produjo la desintegración de la URSS, el capital norteamericano, como dije, se va apoderando de las economías de los antiguos países socialistas, de todo se quieren apoderar allí. ¡Ah!, pero estamos viviendo tiempos nuevos, un siglo que se inicia dentro de algo más de un año —porque el 2000 es el último año de este siglo, no nos olvidemos de eso—, hay grandes desafíos y tareas para los países del Tercer Mundo, para países como China, para países como Rusia.
Sabemos que Rusia trata de desarrollar sus relaciones no solo con Europa, sino también con el Tercer Mundo, y palabras similares a las pronunciadas hoy por el Embajador chino, escuchamos de boca del Canciller ruso en lo que se refiere a esos principios que mencionaba anteriormente y que pretenden barrer los derechos de los pueblos que forman parte de las Naciones Unidas, y los principios que han sido garantía relativa, pero garantía, en determinada medida, de su soberanía y su independencia. Digo relativas porque sabemos que, a pesar de esos derechos, Estados Unidos ha intervenido en un grupo de países a lo largo de estas últimas décadas, sin permiso de nadie —ya lo sabemos—, pero siempre chocando con la ley internacional; y ahora quieren hacer lo que les dé la gana, sin chocar con ninguna ley internacional, con ningún principio establecido.
Hay que librar una batalla dura en Naciones Unidas, como la que libró nuestra delegación. Es mucho lo que tenemos que luchar, y hay muchos intereses comunes entre algunos países que son miembros del Consejo de Seguridad y del resto del mundo.
Por unas razones o por otras el mundo está adquiriendo conciencia de estos problemas, y eso es visible. Hay fuerza suficiente para resistir, fuerza suficiente para avanzar, más aún ayudados por las leyes de la historia y la realidad de un sistema y un orden económico mundial que es insostenible, que se derrumba, y es capaz, incluso, de derrumbarse solo, aunque hay que ayudar a su derrumbe; y más que ayudar a su derrumbe, hay que formar la conciencia en el mundo de estas realidades, para que los pueblos resistan más firmemente ese orden y contribuyan a su desaparición progresiva. Aunque uno alberga la seguridad de que no va a ser muy progresiva esa desaparición, porque cuando se produzca una catastrófica crisis económica, como la que ya estuvo a punto de producirse, y sea aún mayor, porque mientras más se dilate más fuerte será esa crisis, hay que levantar el espíritu de lucha de los pueblos, su voluntad de resistir; hay que hacerlos tomar conciencia de que tienen que irse preparando para nuevos conceptos, una nueva concepción del mundo, un nuevo orden económico mundial verdaderamente justo, que es lo que debe resultar de la lucha de los pueblos.
Los pueblos tienen que luchar para proteger no ya su economía, sus derechos; tienen que luchar para defender su propia supervivencia. Al medio ambiente lo barren, lo destruyen. Hace apenas un año pasó el Mitch por Centroamérica con efectos devastadores, y ahora vemos las imágenes de inundaciones colosales, un cambio climático visible y que ya no niega nadie, ¿a quién golpea primero que a nadie? A los países más pobres, a los países del Tercer Mundo.
Es por eso que sentí una cierta necesidad de hacer estas reflexiones, porque me parecen cuestiones muy importantes, dignas de tenerse en cuenta un día como hoy. Pero, además, sentí deseos de expresar que en estos años difíciles, cuando perdimos de repente nuestros mercados, teníamos el mercado chino; cuando eran muy difíciles de adquirir determinados suministros, una parte de los suministros los adquiríamos en la República Popular China; nuestros barcos van y vienen, llevan y traen productos. Ellos tienen muy desarrollada la industria de medicamentos, muchas materias primas para nuestra industria farmacéutica, a veces difíciles de conseguir, las conseguimos en China y con buenos precios. Han sido cooperativos con nuestro país, han desarrollado los intercambios y las relaciones económicas con Cuba, han desarrollado también las relaciones políticas con Cuba en los años del período especial. Casi la totalidad de sus principales dirigentes han visitado a nuestro país.
Tuvimos el honor de recibir aquí al presidente Jiang Zemin, y no nos equivocamos desde el primer contacto personal, en nuestra justa apreciación de su inteligencia, sus condiciones políticas y humanas, su capacidad de dirigente responsable y estadista, con sólidos principios.
Además vemos en China, porque leemos los cables todos los días, el otro país con el que la propaganda occidental se ensaña. No hay día en que no aparezcan varios cables internacionales hablando sobre cuestiones y asuntos internos de China: si en China arrestan a alguien porque viola la ley, el escándalo viene de inmediato; si en China prohíben un grupúsculo porque esté haciendo daño a la unión y la estabilidad del país o una política traicionera a los intereses de ese gran pueblo, allá va el escándalo. La propaganda hoy se concentra fundamentalmente contra Cuba; pero también hay fuerte propaganda contra China, propaganda diversionista utilizando todos los medios posibles, creando el imperialismo nuevas emisoras para que trasmitan a los 1 250 millones de chinos las ideas occidentales, los hábitos de consumo occidentales, las locuras occidentales, o principalmente las locuras norteamericanas; es un país al que se le combate ideológicamente todo lo posible.
Por eso hoy, conscientes de nuestras fuerzas, las fuerzas potenciales del mundo, los aliados potenciales del Tercer Mundo, las posibilidades de nuestros pueblos, pensando en eso, escuchando las palabras del Embajador, sentí realmente profunda satisfacción y me alegré mucho de venir a este acto —aunque no tenía idea en absoluto de hablar; ya me extendí un poquito más de lo que les había prometido— y escuchar aquí en boca del Embajador esa frase que mereció tanto aplauso, en español además —porque nos habló con precisión en español; conoce a Cuba, vivió y trabajó hace años en Cuba, por eso habla el español con tanta claridad como cualquiera de nosotros—, cuando dijo aquello de: "Socialismo o muerte", y cuando añadió aquello de "Venceremos", dijo algo de lo cual estamos absolutamente convencidos.
Y por eso me emocionó también mucho escuchar aquí en este acto La Internacional, avalada por lo que aquí se dijo, calzada con los datos exactos que aquí se informaron para demostrar que solo el socialismo puede resolver los problemas del mundo; solo el socialismo podía alimentar a 1 250 millones de chinos, y darle prácticamente una vivienda, un televisor a cada familia china, otros muchos utensilios del hogar y en especial los recursos esenciales para la vida. Es decir, en ese país se alimenta aproximadamente el 22% de la población mundial con el 7% de las tierras agrícolas.
Otro gran ejemplo, un país que pasó hambrunas y más hambrunas bajo el dominio de los señores feudales y el capitalismo, aliados siempre a las potencias coloniales y dominantes, cuando eran solo 400 ó 500 millones, hoy, con el triple de población, ha erradicado para siempre el hambre. Y aquí mismo explicó el Embajador que han sido capaces de producir el 40% de los huevos que se producen en el mundo, 490 millones de toneladas de cereales y otras muchas cifras similares.
Y pudiéramos decir que China está empezando, ese 7,8% fue a pulmón. ¿Cómo lo pudieron lograr si disminuyó considerablemente el ritmo de las exportaciones? ¡Ah!, por los recursos que han ido acumulando. Elevadas reservas en divisas convertibles les permitieron no solo hacer aquella contribución de que hablé con relación al yuan, sino mantener un ritmo de crecimiento que, si no iba a depender tanto de las exportaciones, iba a depender del incremento del consumo interno y mantener el ritmo de desarrollo para buscar empleo, porque en todas sus tareas de reestructuración lógicamente tienen una necesidad imperiosa de crear empleo; deben enfrentarse también al movimiento del campo hacia la ciudad, a medida que aquel eleva la productividad y produce un excedente de mano de obra.
Pudieron mantener el yuan; habría sido mucho más fácil devaluando el yuan, no lo devaluaron, mantuvieron sus reservas, manejaron la economía con sabiduría y lograron el 7,8% de crecimiento en estas condiciones. No solo soportaron la crisis del sudeste asiático en aquellos países donde los dueños del capital se llevaron el dinero, donde los amos de las finanzas mundiales saquearon hasta el último dólar de sus reservas, creándose las condiciones ideales para que las grandes transnacionales de Estados Unidos pudieran adquirir empresas y fábricas en cualquiera de esos países y a muy bajo precio; no solo resistieron la crisis, sino que no devaluaron el yuan, brindándole un extraordinario servicio al mundo, y a pesar de ello crecieron un 7,8%. Están en condiciones de seguir librando la batalla, a pesar de las dificultades que hoy acosan al mundo.
Todo lo que se ha dicho de esa historia es fruto de algo que se llama socialismo, es fruto de una doctrina que surgió para conmover al mundo, la doctrina marxista, el socialismo científico, la revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes, que ha hecho también posible nuestra increíblemente heroica proeza de resistir 40 años de bloqueo y casi 10 años de período especial.
Por eso repito aquí la consigna con que terminó el Embajador:
¡Socialismo o Muerte!
¡Venceremos!
(Ovación)