Una revolución en la Revolución
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«La Revolución misma ha sido el mayor y más trascendente hecho cultural […] Ella hizo retroceder los límites de lo posible y desató las actuaciones, las ideas, los sentimientos y las potencialidades humanas […]La Revolución inspiró, exigió o permitió a las personas y grupos sociales mayoritarios lograr esas adquisiciones y transformaciones prodigiosas […]».2Su triunfo en 1959 fue una explosión: desde cualquier recóndito e inaccesible rincón del territorio nacional aparecieron cientos, miles de personas con increíbles talentos.
Desde la misma lucha insurreccional se había dado un impulso importante a la escolarización. En la Caravana de la Libertad, Fidel tocó el tema de la educación, que había sido planteado en La historia me absolverácomo uno de los seis más cruciales problemas a resolver.A solo dos meses del triunfo revolucionario, el 3 de marzo, Camilo inició la demolición de los muros del campamento militar de Columbia, que terminaría convertido en Ciudad Escolar Libertad. Era el iniciode un proceso mediante el cual se transformaron casi un centenar de cuarteles en escuelas —14 en Pinar del Río, 10 en La Habana, seis en Matanzas, 16 en Las Villas, 11en Camagüey y 12en Oriente—. Además, durante todo el año 1960, se inaugurarían centros escolares en estaciones de policía, como la tristemente célebre 5.a estación de la calle Belascoaín,que abrió sus puertas como centroescolar William Soler.
Simultáneamente, en el propio 1959, comenzó un proceso de reorganización y creación de instituciones culturales. El 24 de marzo se fundó el ICAIC (Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos). El 31 de marzo se creó la Imprenta Nacional de Cuba. Se iniciaba así, según Fernando Rodríguez Sosa, una «monumental cruzada a favor del libro, la lectura y la cultura, con la publicación de una obra cumbre de las letras universales»: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes y Saavedra. La novela apareció en cuatro tomos, enriquecidos con las ilustraciones de Gustavo Doré; fueron comercializados a 25 centavos cada uno, en una increíble tirada de cien mil ejemplares. Desde entonces, según el reconocido crítico, el libro se ha convertido «en una herramienta insustituible en la vida de los cubanos».3 El propósito quedaría claramente definido por Fidel: «[…] nosotros no le decimos al pueblo: ¡cree! Le decimos: ¡lee! […]».4Muy poco después, el 28 de abril, surgiría la Casa de las Américas, con la inolvidable Haydée Santamaría como directora y su misión sería la integración sociocultural con América Latina, el Caribe y el resto del mundo.
El año 1961 había comenzado la fabulosa Campaña de Alfabetización, con la que la Revolución se proponía —y lo logró—, en solo un año, eliminar el analfabetismo; lo más singular de este propósito fue el hecho de que sus protagonistas eran los más jóvenes. Además, se había aprobado la Ley de Nacionalización de la Enseñanza (6 de junio de 1961), que declaraba la educación obligatoria y gratuita.
Sin embargo, la obra de la Revolución le traería el odio del imperialismo y la burguesía nacional. Muy pronto habían comenzado las agresiones de todo tipo, incluida la invasión mercenaria por Playa Girón, organizada, armada y apoyada en todos los sentidos por Estados Unidos. Frente a ella se produjola extraordinaria primera derrota del imperialismo en América, en solo 72 horas.
En ese contexto, en los días 16, 23 y 30 de junio de 1961, se efectuaron en la Biblioteca Nacional reuniones entre escritores y artistas cubanos, y miembros del Gobierno Revolucionario, encabezados por Fidel. En su discurso del día 30, que ha pasado a la historia como «Palabras a los intelectuales», Fidel subrayó la libertad de expresión que regía en el país; el carácter multigeneracional de la intelectualidad cubana, lo que definía diversos puntos de vista; la igualdad real de posibilidades de acceso a la cultura para todos; y dejó muy clara la idea de que Cuba avanzaba hacia una concepción integral, democrática y universal de la cultura. En ese discurso, Fidel definió con meridiana claridad, con palabras que 63 años después mantienen plena vigencia:
«[…] la Revolución no puede renunciar a que todos los hombres y mujeres honestos, sean o no escritores o artistas, marchen junto a ella; la Revolución debe aspirar a que todo el que tenga dudas se convierta en revolucionario. La Revolución debe tratar de ganar para sus ideas a la mayor parte del pueblo; la Revolución nunca debe renunciar a contar con la mayoría del pueblo; a contar, no solo con los revolucionarios, sino con todos los ciudadanos honestos que aunque no sean revolucionarios, es decir, que aunque no tengan una actitud revolucionaria ante la vida, estén con ella. La Revolución solo debe renunciar a aquellos que sean incorregiblemente reaccionarios, que sean incorregiblemente contrarrevolucionarios. Y la Revolución tiene que tener una política para esa parte del pueblo; la Revolución tiene que tener una actitud para esa parte de los intelectuales y de los escritores. La Revolución tiene que comprender esa realidad y, por lo tanto, debe actuar de manera que todo ese sector de artistas y de intelectuales que no sean genuinamente revolucionarios encuentre dentro de la Revolución un campo donde trabajar y crear, y que su espíritu creador, aun cuando no sean escritores o artistas revolucionarios, tenga oportunidad y libertad para expresarse, dentro de la Revolución. Esto significa que dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada. Contra la Revolución nada, porque la Revolución tiene también sus derechos y el primer derecho de la Revolución es el derecho a existir […]
»Creo que esto es bien claro. ¿Cuáles son los derechos de los escritores y de los artistas revolucionarios o no revolucionarios? Dentro de la Revolución: todo; contra la Revolución ningún derecho».5
Hace 20 años, Abel Prieto, entonces ministro de Cultura, definió la cultura como «escudo y espada de la nación», lo que equivale a decir como nuestra más poderosa arma y nuestra mejor manera de defendernos contra cualquier tipo de agresión y también, de presentarnos ante el mundo como lo que somos, hombres y mujeres que luchamos, que nos esforzamos por alcanzar ese mundo mejor que sabemos, que estamos seguros que es posible.
Los cubanos estamos consciente del legado martiano expresado en el reclamo de iguales oportunidades para todos: “[…] no hay igualdad social posible sin igualdad de cultura”.5La cultura cubana, única y diversa, fundida en el crisol de nuestra nacionalidad en un profundo mestizaje de todas las influencias, hoy se agiganta y es nuestra carta de presentación ante el mundo: Cuba es un país pobre, subdesarrollado, pero con una extraordinaria riqueza cultural, y también científica, deportiva… que, en definitiva, no son más que otras manifestaciones de la Cultura —así, con mayúscula—, resultado de la Revolución que estalló el 10 de octubre de 1868 y continúa…
Referencias
1 Fidel Castro: Palabras pronunciadas en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela, 3 de febrero de 1999.
2 Fernando Martínez Heredia: “La cultura en la Revolución Cubana”, en Rebelión, 3 de noviembre del 2009, en https://rebelion.org/la-cultura-en-la-revolucion-cubana/
3 Fernando Rodríguez Sosa: “Una historia real maravillosa para ser contada”, en La Jiribilla, 29 de marzo del 2021, en https://www.lajiribilla.cu/una-historia-real-maravillosa-para-ser-contada/
4 Fidel Castro: Palabras pronunciadas en una comparecenciatelevisiva que ponía fin al sexto ciclo de la Universidad Popular, Educación y Revolución, 9 de abril de 1961.
5Fidel Castro: “Palabras a los intelectuales”, en Palabras a los intelectuales. 40 aniversario, Ediciones Abril, La Habana, 2004, pp. 17-18.