Fidel hace 65 años: “La felicidad no la hace el dinero”
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El 14 de febrero de 1959, Fidel Castro realiza una intervención en la Sesión Almuerzo del Club de Leones de La Habana, en el Salón Caribe, del Hotel Habana Hilton. En sus palabras se destaca la admiración por el pueblo cubano y reflexiona sobre la importancia de valores como la humildad, la conciencia de los derechos, y la búsqueda del equilibrio en la sociedad. Los principios de altruismo, honestidad y respeto son fundamentales en su discurso.
También se refiere a la sensibilidad, la fraternidad y la personalidad que los distingue: “Con esa sensibilidad con que se han preocupado del dolor ajeno, con el deseo de superar dentro de lo posible todos nuestros males, de aliviar el sufrimiento, hacen toda esta obra altruista, elevar el nivel de cultura, que tienen los hombres que se han agrupado en esta forma, desearían que fuera mucho más amplia esa obra, desearían algo así como que fuera toda la república como un leonismo, que hubiera esa fraternidad, esa decencia, esa honradez en todas las cosas”.
Describe al cubano como bondadoso y generoso, al afirmar: “He visto cómo suele ser la generalidad del cubano: una bondad, una generosidad, por las buenas lo ofrecen todo y lo dan todo.
Pero sí lo he visto, delante de mis ojos he visto ciertos actos altruistas, y sé que no son la excepción, que son la generalidad”.
Analiza el papel del dinero y expone cuales son los valores que el hombre debe tener siempre presentes: “Y es que, precisamente, la condición humana repele lo indigno, lo inmoral, lo que es el robo, el atraco, la explotación, y siente, cuando hace uso de su libertad, de sus derechos, esa satisfacción que vale más que todo el dinero del mundo.
(…) La felicidad no la hace el dinero, y es así positivamente, y los hombres que tienen un sentido espiritual de la vida y tienen una concepción filosófica lo saben. Otros ingredientes son los que hacen felices a la familia: el cariño, la tranquilidad, la paz, la seguridad, el respeto, una tradición, un sentimiento, y lo esencial para vivir sin tener que depender de nadie. Esas cosas son las que hacen feliz a la familia y al ser humano”.
Explica la importancia de estar conscientes de los derechos que tenemos: “El equilibrio no hay que buscarlo siquiera en las leyes. Hemos visto que las leyes, cuando no reúnen otras cosas para hacerlas posible, no valen de nada: las más bonitas, la Constitución, los derechos, la libertad, no valen de nada. El equilibrio hay que buscarlo en los hechos, y en la realidad que hay que buscar el equilibrio, es en el pueblo. Frente a la fuerza que se pueda alzar un día con las armas; que no se va a alzar porque va a estar bien enseñada, ¿no? Pero, además, si no aprendiera todo lo que se le ha enseñado ni las lecciones de la historia, sepa a qué atenerse: que tiene un pueblo donde los hombres están muy conscientes de sus derechos y saben defenderse.
(…) Y tenemos que hacer las cosas para que haya un verdadero equilibrio de fuerza, no solo en la educación, en el ejemplo, en la ley, que vale mucho; no solo en la conciencia del pueblo, sino en la preparación del pueblo”.
Habla de la humildad que debe existir: “Buena voluntad significa no ser un caprichoso, no ser un vanidoso, no ser un cabeciduro que no oiga a nadie, porque usted puede ser un hombre muy honrado, pero no oír a nadie; ya está mal. Puede ser un vanidoso, un orgulloso, y si le critican algo llenarse de amor propio y querer aplastar al que le hace una crítica. Puede ser un cabeciduro, un hombre que ha cometido un error y por amor propio no retrocede, no rectifica. Por buena voluntad hay que entender todas las demás cosas, y una gran resignación para saber aquello que le decía Martí a Máximo Gómez que “a cambio de esto le ofrezco el placer del sacrificio y la ingratitud probable de los hombres”, convencidos aquí de que no hay que luchar ni siquiera porque le reconozcan a uno lo que haga; porque al fin y al cabo, bueno, si a uno lo reconocen muy bien, pero no se va a luchar por eso. Hay que luchar por una vocación, por un deseo de hacer el bien, sin esperar recompensas de ninguna clase, ni morales ni materiales.
Claro que las recompensas morales estimulan, señores, eso es indiscutible, que cuando lo tratan bien a uno, uno quiere tratar bien al que lo trata bien. Cuando a uno le hacen un regalo el día del cumpleaños, no halla qué hacer para regalar otro al que le hizo un regalo el día de su cumpleaños también. Así somos los hombres, ¿verdad?, y cuando se reciben muestras de simpatía se siente también la necesidad de reciprocar esa simpatía. Pero que hay que actuar con el convencimiento de que no debe esperarse ni recompensa material ni recompensa moral.
Hace un llamado a emitir criterios y aportar ideas para el beneficio de la nación: “Lo que queremos precisamente es que los hombres de pensamiento ayuden a la Revolución. Todas las ideas, todas las proposiciones, todos los criterios son útiles, porque es de la única manera que se puede encontrar la verdad”.
(…) Creo que es algo que ustedes, y usted y todos sabemos —porque precisamente hace un rato preguntaba yo si la ciudadanía tenía la sensación de que se le tenía en cuenta—, que en ningún momento anterior de la vida pública de Cuba cualquier planteamiento que haya de beneficiar a la nación, no a intereses particulares —como bien decía usted—, sino a la economía de la nación cubana, en ninguna oportunidad anterior ha tenido lo que hoy se tiene de que sea atendido y sea realizado, porque todo el mundo ha visto el desvelo con que se está trabajando porque sea esta Revolución una verdadera revolución y un triunfo completo para el país.
Yo les exhorto a que trabajen, trabajar, que le lleven ideas al gobierno, que le lleven estudios al gobierno, que le lleven datos estadísticos al gobierno y que le lleven argumentos al gobierno, porque el gobierno los necesitará.