Jubiloso ciclón de banderas
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Mientras el pueblo reía hoy, mientras el pueblo se alegraba, nosotros nos preocupábamos; y mientras más extraordinaria era la multitud que acudía a recibirnos, y mientras más extraordinario era el júbilo del pueblo, más grande era nuestra preocupación, porque más grande era también nuestra responsabilidad ante la historia y ante el pueblo de Cuba
Fidel Castro Ruz. Discurso en el acto del 8 de enero en el campamento de Columbia
Fidel está alegre, sonriente, feliz. Lleva su uniforme verde olivo, el fusil colgado al hombro, la canana con pistola a la cintura. Junto a él, sus compañeros de armas… Es 8 de enero de 1959. La Caravana está en la capital.
Son 65 años de la llegada a La Habana de aquella marcha triunfal, desde la salida de Santiago de Cuba el 2 de enero, cuando un jubiloso ciclón de banderas y de brazaletes de azabache y grana… sacudió el archipiélago, según los versos de Jesús Orta Ruiz.
El mismo día de su entrada a predios habaneros, bien temprano en la mañana, se le vio a Fidel inclinar su frente ante la tumba de José Antonio Echeverría, en Cárdenas. La reverencia al líder estudiantil acribillado el 13 de marzo de 1957 fue el último acto de su paso por Matanzas.
A la Atenas de Cuba había llegado la Caravana el 7 de enero luego del largo trayecto vencido hasta la parada en el Parque de La Libertad. Era de noche. Desde el balcón del Ayuntamiento, Fidel se dirigió a los matanceros. “He venido a los pueblos a hablar con los pueblos.
“Volveré a Matanzas cuantas veces pueda…”.
Y aquí estuvo, está y estará siempre, aseguran hoy los seis combatientes yumurinos que estuvieron con Fidel en la histórica Caravana.