Fidel Castro festejó el triunfo de la Revolución en Bayamo
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La Caravana de la Victoria partió de la ciudad de Santiago de Cuba hacia La Habana, el 2 de enero de 1959, bajo el mando del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. La agrupación del Ejército Rebelde contaba con una estructura netamente militar, ya que tenía el propósito de consolidar el triunfo revolucionario en las principales poblaciones del país ante un posible golpe de Estado.
Por tanto, los barbudos montaron en carros, jeep y tanques, con ametralladoras y piezas de morteros y bazookas.
En La Habana se había prefigurado un golpe de Estado, orquestado por del general Eulogio Cantillo, y en Bayamo existía una importante y poderosa fuerza militar que aún no se había rendido. Por eso, avanzaba dispuesto a librar la batalla de Bayamo para robustecer la libertad en la provincia de Oriente.
Nadie vaya a creer que se trataba del recorrido victorioso de un político celebrando su triunfo, sino que constituía la ruta de un combatiente vestido de verde olivo librando y ganando combates.
A su llegada a Contramaestre, el líder guerrillero recibió al auditor José Regueiros Fernández, procedente de Bayamo, quien lo puso al tanto de las negociaciones que venía desarrollando con la jefatura de la zona de operaciones, ubicada en la granja de exposición ganadera, en las afueras de esta ciudad.
Los militares del puesto de mando de Bayamo pedían una entrevista con el jefe del Ejército Rebelde, por lo que se dispuso que el comandante José Quevedo Pérez y el capitán Victoriano Gómez Oquendo conversaran con la oficialidad enemiga y entre todos celebrar un encuentro a las 4:00 de la tarde en el Club Cautillo, entre Bayamo y Jiguaní.
El pueblo de Jiguaní se volcó a la carretera central para saludar a los libertadores, especialmente a Fidel. Las mismas escenas de alegría se repitieron en el poblado de Santa Rita.
A la conferenciaen el Club Cautillo acudieron el teniente coronel Bernardo Guerrero Padrón y los comandantes Prudencio Álvarez del Real y Lorenzo Tundidor, entre otros. En un clima sosegado, Fidel ilustró la situación política del momento, el esfuerzo que había costado el triunfo revolucionario, el fracaso de las maniobras del general Cantillo y la ocupación de los cuarteles de la Habana por los comandantes Camilo Cienfuegos y Ernesto Guevara.
Frente a esta aplastante realidad, los uniformados aceptaron la rendición incondicional. En consecuencia, todo el armamento debía pasar al Ejército Rebelde, excepto el reglamentario de los oficiales.
LA ALEGRÍA DE LOS BAYAMESES
Cerca de las 10:30 de la noche, Fidel hizo su entrada al histórico y solidario Bayamo, siendo recibido con júbilo por una inmensa multitud. Desde el balcón del ayuntamiento varios dirigentes revolucionarios hicieron uso de la palabra, a través de los audios y micrófonos de la emisora regional CMKX Radio Bayamo.
Entre los que hablaron estuvieron el capitán Luis Orlando Rodríguez, director de Radio Rebelde; el capitán Juan Nuiry Sánchez, presidente de la FEU; y el comandante Delio Gómez Ochoa, jefe del IV Frente Oriental Simón Bolívar.
Embargado por la emoción, el presentador Víctor Montero Mendoza simplemente anunció: “Y con ustedes, el Comandante en Jefe Fidel Castro.”
En sus palabras Fidel recalcó la oposición de la Revolución a todo intento de golpe de Estado y planteó los nuevos retos de la lucha revolucionaria. Exhortó al pueblo a continuar la huelga general, hasta que la dictadura fuera definitivamente derrotada.
Las horas siguientes, el héroe de la Sierra Maestra, las empleó en reuniones con dirigentes de las fuerzas políticas revolucionarias de Bayamo, platicar con sus más cercanos colaboradores para proyectar las acciones inmediatas a seguir.
Como gesto de su extraordinaria sensibilidad, sostuvo un encuentro con el doctor León Hirzel Pastrana y su esposa Dora Lebrón, padre y madrasta, del mártir del yate Granma Santiago Liberato Hirzel González (Jimmy), asesinado el 8 de diciembre de 1956 en la zona de Niquero.
Esa noche descansó un poco en villa Iliana, cerca del aeropuerto Vega, propiedad del alcalde municipal de Bayamo Julián Tablada.
Al amanecer del día 3, llegó desde La Habana en un avión el comandante Camilo Cienfuegos al aeropuerto de Bayamo, con el objetivo de informar al alto mando revolucionario de la situación en la capital del país, ocupada por varias fuerzas antibatistianas, pero con diversas ideologías y proyectos políticos. Había que seguir combatiendo hasta derrotar definitivamente al ejército de la tiranía e implantar el poder revolucionario.
En villa Iliana se produjo el encuentro entre los dos dirigentes revolucionarios. En su estrategia política y militar, Fidel orientó el control de las principales instalaciones castrenses de La Habana por el Ejército Rebelde y que se cooperara con el pueblo en el desarrollo de la huelga general revolucionaria.
LA SUMA DE MILITARES DERROTADOS A LA CARAVANA
Esa mañana Fidel penetró en el puesto de mando de Bayamo, acompañado de un pelotón de treinta hombres. El objetivo era confraternizar con los soldados y oficiales.
De su estancia en allí, Fidel Castro contaba en el prólogo al libro Historia de una gesta liberadora 1952-1958 (2014) de la autoría de la combatiente revolucionaria guantanamera Georgina Leyva Pagán: “… me reuní en la ciudad de Bayamo con alrededor de tres mil soldados y oficiales de la tropa élite del Ejército de Batista que portaban todas sus armas, ametralladoras, cañones pesados, carros de combate y tanques.”
Del modo en que fue acogido subrayaba: “En ningún lugar me habían recibido con tanto entusiasmo como en aquel punto. No estaban recibiendo a alguien que tomara el poder tras un golpe de Estado, ni un político que obtuviera la victoria en unas elecciones, sino a un combatiente de pensamiento muy distinto al de ellos, que, sin embargo, había curado a todos los heridos y respetado la vida a cientos de prisioneros, que nunca permitió la tortura de ninguno de ellos, a pesar de los repugnantes y odiosos crímenes que la tiranía de Batista había impuesto a las Fuerzas Armadas.”
Y agregó: “Una gran parte de aquellos hombres eran oficiales graduados en academias o suboficiales bien entrenados. Me habría gustado que muchos hubieran podido incorporarse a la sociedad, pero habían ya dos tipos de cubanos que eran irreconciliables tras los asesinatos y las torturas cometidas por el aparato represivo del odioso régimen: los militares y los rebeldes. Era algo absolutamente insoluble.”
En sus palabras Fidel pidió defender la causa de la Revolución porque era la máxima aspiración del pueblo, porque había llegado la hora de que el ejército estuviera del lado del pueblo, defendiendo la igualdad y la justicia social. Bajo una ola de aplausos anunció que todos marcharían hacia La Habana, formando parte de la Caravana de la Victoria, no como prisioneros sino como parte del pueblo.
En las palabras finales, destacó su convicción de que si el pueblo de Cuba tendría que volver a pelear contra los opresores, ellos tomaran filas del lado del pueblo, al lado de todos los que estaban dispuestos a defender la libertad.
Al concluir los había sumado a la revolución y los integró a la Caravana de la Victoria.
LA CARAVANA SIGUIÓ SU MARCHA VICTORIOSA
Llegaron a Bayamo varios oficiales del II Frente Oriental, enviados por el comandante Raúl Castro con los objetivos de analizar la situación reinante y apoyar la marcha de la Caravana. Entre ellos se encontraban los comandantes Augusto Martínez Sánchez, Antonio Enrique Lussón Batlley Manuel Piñeiro Losada (Barbaroja) y el capitán Reynerio Jiménez Lage y los tenientes Alberto Vázquez García y Juan Alberto León. El encuentro se produjo en villa Iliana, donde dispuso la organización de los mandos en la provincia de Oriente.
La Caravana fue reestructurada a la salida de la carretera de Holguín. El comandante Guillermo García Frías asumió el mando de la vanguardia, llevando consigo los medios blindados, seguido del comandante Delio Gómez. El teniente Alberto Vázquez pasó a ser el chofer de Fidel durante todo el recorrido hasta La Habana.
Las compañías que siguieron al centro y retaguardia estuvieron dirigidas por los capitanes Orlando Pupo, Pedro García Peláez y Ramón Valle Lazo.
La población de Bayamo, llena de júbilo y fervor revolucionario, despidió a Fidel Castro y la caravana de barbudos por toda la salida de la carretera de Holguín. Estas emocionantes escenas se las tributaron también los habitantes de Babiney y Cauto Cristo.
De esta manera Fidel, con su prestigio y estatura moral, ganó la batalla de Bayamo de modo incruento, convirtiendo lo que pudo ser la última gran confrontación militar, en una extraordinaria victoria política y moral.
El mismo aliento patriótico y la visión de futuro, que lo llevó a proclamar el 8 de enero de 1958, desde el campamento de Columbia, en La Habana: “Creo que es este un momento decisivo de nuestra historia: la tiranía ha sido derrocada. La alegría es inmensa. Y sin embargo, queda mucho por hacer todavía. No nos engañemos creyendo que en lo adelante todo será fácil; quizás en lo adelante todo sea más difícil.”