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Pasajes del combate de Cerro Pelado. Homenaje a sus heroicos vencedores

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Boletín Revolución

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Transcurrían los días nales del mes de septiembre de 1958; con la derrota de la ofensiva del ejército de Batista que culminó con la Batalla de las Mercedes y su último combate el 6 de agosto, la soldadesca había sido desalojada de la Sierra Maestra. Se conoció que en Cerro Pelado, a cuatro kilómetros de Estrada Palma (hoy Bartolomé Masó), estaba acampado un batallón enemigo fuertemente atrincherado. Por orden del Comandante en Jefe Fidel Castro se exploró el terreno y la decisión fue atacarlo con fuerzas de la Columna 1 liderada por él, apoyada por morteros y ametralladoras pesadas, y la Columna 12 comandada por Eduardo Lalo Sardiñas Labrada.

En las primeras horas de la noche del 27 de septiembre, rodearon el lugar; emplazaron las ametralladoras 50 y los morteros. El Comandante en Jefe, quien dirigió personalmente el combate, describió el inicio del ataque:

A las 11 y 45 de la noche un mortero 60 y dos ametralladoras 50 al mando del capitán Braulio Curuneaux, abrieron fuego sobre el campamento enemigo. Cinco minutos después a las 11 y 50 de la noche una batería de mortero 81 al mando del capitán Pedro Miret, situada a solo 240 metros de las posiciones enemigas, abrió fuego iniciando un barraje de mortero sobre el cuadro de 150 metros de fondo por 100 de ancho donde el enemigo estaba situado. Durante una hora completa los morteros 81 rebeldes estuvieron disparando. 54 obuses cayeron en el campamento. Las casas de campaña, el puesto de mando y cuanta instalación enemiga se encontraba allí volaron.

El Comandante también resaltó: «En el combate del Cerro también se distinguió por su valor y ecacia el capitán Pedro Miret, jefe de la batería de morteros 81, que fue causante de la gran cantidad de bajas ocasionadas al enemigo».
El propio Miret trasmitió su testimonio:
Lo primero fue un morterazo de Aeropajito [D. Montero Zayas] que estaba con Curuneaux arriba de una loma. Nosotros teníamos dos morteros frente a la posta y en una lomita teníamos la 50 y un mortero. La gente de Lalo estaba a 50 metros pegados al cuartel, en la trinchera que estaba frente a ellos ahí fue donde hubo los 70 muertos del enemigo porque toda esa parte era la que bombardeábamos nosotros.

Vicente Portales Santiesteban tiene ochenta y dos años y participó en el combate como integrante de la Columna 12, agrupación guerrillera con la que concluyó la guerra. Reside en el Caney de las Mercedes y nos relató algunos pasajes de su participación en aquella acción:  

Acampábamos en un sitio llamado Montería, más arriba de Las Mercedes hacia las montañas, y recibimos la orden de movernos hacia Cuatro
Caminos, donde nos integramos con la tropa de Fidel. Iniciado el combate, después de la preparación artillera nuestra columna descargó sus
armas. Éramos unos setenta hombres y nos aproximamos a unos veinte metros del campamento de los guardias. Al lado de la alambrada había una zanja donde nos parapetamos y desde ahí comenzamos a disparar. Activé mi Garand con mucho deseo. Como parte de las señales convenidas se tiró una bengala que cayó casi encima de nosotros; veíamos a los guardias pero también nos divisaban y con el fuego de sus ametralladoras cayeron heroicamente cinco compañeros nuestros: Los tenientes Raúl Verdecia, Arturo Vázquez y los soldados René Ibarra, Miguel López y Juan Sardiñas, hermano de Lalo.  
 
Bajo el fuego pudimos rescatar a Raúl, a Juan y a Miguel. Me correspondió evacuar al último, quien fue herido por la garganta pero aún estaba vivo. Primero lo arrastré y después lo llevé en mis hombros hasta que llegamos a una zanja llena de agua. Ahí le dio el parasismo de la muerte, me cayó encima y casi me ahogo. Después de la cuneta los cargamos en unos mulos que esperaban en el lugar para apoyar cualquier incidente.

Los cadáveres de Raúl y Juan se trasladaron para la casa del padre de Leopoldo Cintra Frías y el de Miguel para Las Vegas de Jibacoa, donde tenía unos familiares. Se les rindió el merecido homenaje.

Sobre Lalo Sardiñas y su aguerrida tropa dijo Fidel:

«Fue el ocial y los soldados que más combatieron en la Sierra Maestra a raíz de la última ofensiva de la tiranía».

 El combate de Cerro Pelado fue el bautismo de fuego del pelotón femenino Mariana Grajales. Entrenadas por el propio Fidel, fueron armadas con fusiles M-1, cada uno comprobado por él. Para las audaces jóvenes ya guerrilleras, llegó el momento de combatir cara a cara con el enemigo. Lilia Rielo Rodríguez, una de las integrantes del insigne pelotón relató en una entrevista:
 
Cuando llegamos al lugar designado, el Comandante quien casi entra al cuartel mientras ubicaba la tropa le dio a cada uno su posición. Era un sitio muy llano comparado con la Sierra. Nos situaron por donde se pensaba que debía entrar el refuerzo enemigo desde Estrada Palma.  
No conocía que marchaba para un combate, porque esa era una estrategia del Comandante. Siempre que se iba a una acción, nadie sabía  
nada ni a qué lugar. Salimos un grupo desde La Plata y a medida que llegábamos a puntos determinados, otros combatientes se nos unían.  
Fue bajando, bajando, y en esas circunstancias uno tiene que ir rápido y entre el camina y camina se me viró un pie pero seguí la marcha  
arrastrándolo.
 
Después que terminó el combate con la balacera aquella terrible, que tranquilidad y que paz. Una cosa que te impacta, jamás la olvidas, y tengo aquí en la mente a un compañero que llevaba a otro en su hombro y lo aguantaba por los pies y con la cabeza colgando hacia atrás. Era un muerto de los que cayeron pegados al cuartel. Resultó después que cuando Lalo le estaba dando el parte al Comandante, dijo que habían matado a un hermano, que era aquel que transportaban, y Fidel se asombró: «¿Tu hermano?».
 
Isabel Rielo Rodríguez, la jefa del pelotón femenino, recordó algunos pormenores de aquel combate:

En unas casitas que había allí en una bodega, con la preocupación que tenían por las mujeres Fidel decía: «Acérquense para que oigan, acérquense para que oigan». Y yo recuerdo que le estaba dando las instrucciones a Lalito y nosotras estábamos allí oyendo cómo se iba a hacer el ataque, cómo se iba a realizar. Entonces todo el mundo allí se distribuyó y nosotras fuimos a la misión que nos asignaron (...)
 
Yo veía a Celia en puntillitas. Iba con unas alpargaticas y se acercaron silenciosamente. Pasamos por frente al cuartel para ocupar la posición que nos designaron a nosotros y yo recuerdo que Teté que tenía más experiencia decía: «Corran ahora, corran ahora», y nos ubicaron en la posición asignada y nos dieron un bautizo de morteros que yo creo que como a dos metros de donde estaba una de las compañeras nos mandaron un morterazo y tumbaron una mata.
 
Para las integrantes del pelotón femenino Mariana Grajales el combate era un momento muy decisivo para demostrar que podían combatir con la misma valentía y firmeza que los hombres. Resistieron toda la avalancha de metralla en un lugar donde no había donde guarecerse. Creían que todos los tiros y bombas les caían encima y resistieron como unas heroínas. El enemigo utilizó la artillería, por lo que fue un combate reñido y con la claridad de la luna recibieron el apoyo de la aviación. Desde Estrada Palma los tanques Sherman de la dictadura dispararon con sus gruesos cañones 75, pero el ejército batistiano no vino a socorrer a los sitiados.
 
Celia Sánchez, la heroína que tanto aportó a la gesta guerrillera de la Sierra, recordaba:
No había ni una piedrecita y estaban no solamente los guardias si no los aviones que tiraban. La avioneta tiró con trazadoras y sin trazadoras
porque había una avioneta, ¿no? La cuestión es que nosotros sentíamos ta, ta, ta, ta, ta, ta, ta, de las piedrecitas cuando caían que levantaban las balas y tú no sabías ni dónde guarecerte, porque en un bombardeo una sola piedra, un arbolito chiquito, cualquier cosa parece que te protege pero esa noche no había ni una piedrecita grandecita, no había nada, nada, nada, con que guarecerse. Estaba limpio, raso, raso, raso.

 Isabel Rielo rememoraba otro momento del combate:
Recuerdo por ejemplo una anécdota de Rita, que se había atrincherado, había como una especie de arenal, aunque no había playa, pero había mucha arena y había como una especie de trinchera y ella se había atrincherado allí y le mandaron un morterazo en la misma trinchera y yo recuerdo que salió rápido de la trinchera y se alejaba. Teté le dijo: «Rita, ¿qué te pasa?»; y dice: «¡Que me cayó un mortero!»; y entonces ella se alejaba del mortero. Fueron cosas movidas, no tiramos tiros pero fueron muchos los morterazos que nos cayeron.
 
De la valiente actuación de las Marianas en este combate, Fidel destacó en el parte de guerra: «El pelotón de mujeres rebeldes, Mariana Grajales, entró en acción por primera vez en ese combate, soportando rmemente, sin moverse de su posición, el cañoneo de los tanques  
Sherman».
 
El combate de Cerro Pelado fue una victoria del Ejército Rebelde. Las Marianas respondieron a la conanza que Fidel había depositado en ellas, supieron corresponder al heroísmo y las glorias pasadas como se lo propusieron cuando escalaron las montañas. Acompañando al destacamento rebelde que mostró tanto arrojo en aquella acción, sintiendo el dolor por los compañeros caídos y el orgullo de haber combatido junto a Fidel, ahora volvían a la serranía a continuar la vida guerrillera hasta que las circunstancias les depararan el próximo combate, aunque el del Cerro Pelado quedó por siempre grabado en sus memorias por ser el primero.