Carta de Fidel a Celia: Compromiso de su puño y letra
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Las bombas de la aviación batistiana estremecieron el firme de Minas del Frío. La humildísima vivienda del campesino Mario Sariol estalló en pedazos. Él se encontraba en aquellos instantes en el secadero de café y al escuchar el estruendo se aterró pensando en la suerte de su esposa e hijos, pero afortunadamente estos habían encontrado refugio en el túnel de una vieja mina.
De entre los restos humeantes de su destruido hogar Mario recogió los pedazos de las bombas y se los llevó a Fidel. En ellos se alcanzaba a leer una inscripción: USAF (United States Air Force).
El criminal hecho, prueba irrefutable de la complicidad del Gobierno de Estados Unidos con el régimen tiránico de Fulgencio Batista, llenó de indignación al Jefe de la Revolución, quien se lo manifestó a Celia Sánchez en una carta en la que dejó plasmado su antimperialismo y la decisión de dedicar su vida al propósito de librar a su país de la órbita del imperio.
La misiva está fechada el 5 de junio de 1958 y expresa en una de sus partes (…) “Al ver los cohetes que tiraron en casa de Mario, me he jurado que los americanos van a pagar bien caro lo que están haciendo. Cuando esta guerra se acabe, empezará para mí una guerra mucho más larga y grande: la guerra que voy a echar contra ellos. Me doy cuenta que ese va a ser mi destino verdadero”.
Fue una batalla que libró consecuentemente desde el triunfo revolucionario, cuando promovió el rescate de las principales riquezas de la nación, hasta entonces en manos del ambicioso vecino del Norte, hasta el final de sus días, y en todos esos años les infundió a sus compatriotas la confianza en sus propias fuerzas para construir su presente y su porvenir, y la voluntad de no dejarse doblegar ante las presiones de todo tipo para impedirlo, por parte de su adversario histórico.
De las primeras acciones de esa contienda, escribió en 1961: “La Revolución cubana tenía que chocar, necesariamente con el imperio poderoso. ¿Hay algún ingenuo en este mundo que se crea que se podía hacer una reforma agraria, privar de la tierra a las grandes compañías imperialistas sin chocar con el imperialismo? ¿Había algún ingenuo en este mundo que creyera que se podían nacionalizar los servicios públicos sin chocar con el imperialismo? ¿Había algún ingenuo que creyera que se podía aspirar a tener una economía independiente y una vida política independiente sin chocar con el imperialismo?”.
Echó esa guerra, larga y grande, que anticipó en su carta a Celia, apoyado por el pueblo, que bajo su liderazgo pudo sortear las más duras pruebas sin ceder un ápice en los principios.
La casa de Mario en ruinas se convirtió en todo un símbolo de la realidad que era preciso cambiar para siempre y fijó el destino verdadero de un hombre que comprometió su existencia con la causa de la justicia y la libertad.