Esto tiene un nombre
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La idea de que Fidel Castro representa el ideal de todo un pueblo y la continuidad histórica de nuestras luchas por la independencia se reitera en la poesía de Naborí
El triunfo de la Revolución Cubana en 1959 fue motivo de inspiración para muchos escritores y artistas cubanos y de otras nacionalidades. El libro Viaje a los frutos de la doctora Ana Cairo da a conocer numerosos documentos que avalan lo antes expuesto, no solo atrajo las miradas la revolución como acontecimiento social de gran envergadura, sino también la figura del líder Fidel Castro Ruz, como protagonista principal de la gesta revolucionaria.
Uno de los poetas cubanos de mayor arraigo en el pueblo cubano es Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí, autor de la Marcha Triunfal del Ejército Rebelde, poema en el que logró captar, con bellas imágenes y un ritmo acelerado como el de los corazones, la alegría del pueblo por el triunfo de enero y la emoción desbordada al paso de los héroes en la Caravana de la Libertad. A lo largo del texto, exalta las hazañas de combatientes como el Che Guevara, Camilo Cienfuegos, Almeida, Raúl, las heroínas del batallón de las Marianas y cierra con la alusión a nuestro máximo líder.
Fidel, fidelísimo retoño martiano,
asombro de América, titán de la hazaña
que desde las cumbres quemó las espinas del llano
Y ahora riega orquídeas, flores de montaña.
Y esto que la hieles se volvieran miel,
Se llama…
- ¡Fidel!
Y esto que la ortiga se hiciera clavel,
Se llama…
- ¡Fidel!
Y esto que mi patria no sea un sombrío cuartel,
Se llama…
- ¡Fidel!
Y esto que la bestia fuera derrotada por el bien del hombre,
Y esto que la sombra se volviera luz,
esto tiene un nombre, solo tiene un nombre…
- ¡Fidel Castro Ruz!
La idea de que Fidel Castro representa el ideal de todo un pueblo y la continuidad histórica de nuestras luchas por la independencia se reitera en la poesía de Naborí.
En el poema Algo más que piedra, Martí cobra vida en el liderazgo de Fidel:
(…)
atravesé las aguas sobre un pequeño barco,
cantando el Himno y desafiando al viento;
desembarqué en la Patria, le di un beso en la frente
y fui montaña arriba, claramente resuelto,
afronté los peligros dos años treinta días
bajo un rayo constante y continuado trueno;
fui manigua también por las espesas barbas
y el desbordado pelo.
En un amanecer bajé del lomerío
A realizar mi sueño.
Ya no soy una piedra profanada.
Estoy vivo y haciendo.
¡Ni tenéis que decir el nombre mío!
Ya mi nombre es un verbo.
¡Mirad para la estatua
y me veréis sonriendo!
(Fragmentos)
Lo mismo se da en el poema Maceo es el pueblo
Una mañana en la ciudad
de su glorioso nacimiento
lo vimos, lo palpamos,
en alma, carne y hueso,
montado sobre el huracán,
cabalgando en el fuego.
Tronó en Moncada y en la Sierra,
Repitió la invasión con Guevara y Cienfuegos
Lanzó la noche secular
A los pies de una aurora formidable de enero.
Dio a su machete redentor
El claro filo de los tiempos nuevos.
Se llamaba Fidel,
pero era el mismo General Maceo.
(Fragmentos)
El Voto de confianza del pueblo a Fidel responde a la fe ilimitada que Cuba entera le profesó a su líder en los días difíciles de la Crisis de Octubre, en 1962.
Voto de confianza del pueblo a Fidel
I
Mi Comandante en Jefe, yo confío
en lo que digas tú, soy tu soldado.
Tu indicarás el cauce y yo confiado
Por ese cauce lanzaré mi río.
Eres el capitán de este navío,
No porque capitán te has proclamado,
Si no porque cien veces has triunfado
sobre la tempestad en mar bravío.
Como he visto a luz de tus empeños
volverse realidades tantos sueños
hasta en tus sueños creo, hermano puro.
Por eso el pueblo, que en tus ojos tiene
las llaves luminosas del futuro, te dice:
Comandante en Jefe, ¡Ordene!
(Fragmento)
Estos poemas surgen de un profundo sentimiento de amor a la patria que el autor manifestó desde niño; su primer poema revolucionario lo escribió a los 14 años, en honor del joven Luis Melián, asesinado por pertenecer a la juventud comunista de Juanelo, su tierra natal. Y luego, como representante de la tradición oral cantada denunció, a través de su canto, los males que padecía nuestro pueblo, el dolor del campesinado, los crímenes de la tiranía… a partir del triunfo, como ya se ha visto, su voz se levantó para cantar al triunfo de la justicia revolucionaria y trasmitir mensajes de aliento al pueblo.
Su poesía militante abarca toda la historia de Cuba, desde las primeras manifestaciones de rebeldía hasta la Revolución Cubana y fueron publicadas en diferentes volúmenes: De Hatuey a Fidel, El pulso del tiempo, Esto tiene un nombre y finalmente, para la Feria del libro de 2005, se preparó una compilación bajo el título Breves apuntes para la epopeya. En las palabras que introducen este libro, el inolvidable Eusebio Leal Spengler expresó:
«La poesía requiere de inspiración y oficio; ha de honrar y exaltar sentido a todas las cosas, es como el dardo que se abre paso a través del infinito para herir solamente a los que saben amar. Que este poemario sirva para forjar sentimientos de lealtad a Cuba, madre amantísima. Esa es la voluntad y el testamento del poeta».
En los primeros años de la revolución, el Indio Naborí aceptó con gusto una sección en el periódico Hoy, donde reflejaba en versos todo el acontecer de lucha. Quizás otro poeta no hubiera podido asumir ese reto por temor a comprometer la calidad de los textos, pero él contaba con la habilidad adquirida como improvisador, se trataba de una poesía de circunstancias, pero que podía contribuir a fortalecer el sentimiento revolucionario de los cubanos y no lo pensó dos veces. Al respecto el poeta expresó:
«En realidad, el encargo estaba en total correspondencia con mis sentimientos. Comencé la sección bajo el título de “Al son de la historia”, y esta entusiasmó verdaderamente a los obreros, los campesinos, los maestros… los poemas empezaron a aparecer en los murales de las fábricas, los talleres, los puertos, las bases campesinas; los niños los recitaban en las escuelas, el pueblo los repetía de memoria. La sección duró más de cinco años y pienso que no todo en esa selva de versos es salvable, pero hay algo en ella que se resiste a morir y ha seguido pasando activa de generación a generación».
A los primeros años pertenece también La elegía de los zapaticos blancos, crónica en versos que surgió de la experiencia del poeta como corresponsal de guerra en la batalla de Playa Girón. Numerosos trabajos periodísticos abordan la historia de Nemesia, la niña que perdió a su madre en los bombardeos, a quien Naborí contactó por indicación de Celia Sánchez. Declamó La mañana de la Santa Ana en el Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes en Viena, Austria, el 26 de julio de 1959.
En el año 1955 su poesía escrita, de carácter íntimo, había sido altamente valorada por intelectuales muy respetables como Juan Marinello; pero el triunfo de la revolución en 1959, acaparó toda su atención, se convirtió en un cantor de gesta, para él no hubo poema más grande y bello que la revolución. Su poesía de tribuna, unas veces en su voz, otras en la de artistas como Alicia Fernán, Pastor Felipe y Julio Alberto Casanova, estremecían al pueblo.
En la Plaza de la Revolución, tras la partida física del Comandante en Jefe, la actriz Corina Mestre tocó los corazones de todos los presentes cuando declamó con el alma, la Marcha Triunfal del Ejército Rebelde. En el cumpleaños 75 de Fidel, Naborí escribió estos versos para la historia.
El tiempo no devora redentores
Estatua viva del metal más fuerte,
no pudiendo los monstruos de oro y cieno
matarte con la bala o el veneno,
quieren que el tiempo te condene a muerte.
Cuentan tus horas, les anima verte
blanca la barba de perfil heleno;
y en la alta cumbre del pensar sereno
el brote de tus canas les divierte.
Los pueblos, sin embargo, te dan rosas,
poemas y canciones más por cosas
de cumplesueños que de cumpleaños,
pues la edad de los héroes y los genios
no se mide por días ni por años
sino por largos siglos y milenios.