Para Fidel, que todavía sostiene el futuro de Cuba
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Cuando llega una fecha como este 13 de agosto, sobre la que ya todos los que saben y sienten mejor han escrito, cantado y hablado, me pregunto qué queda por expresarle, Fidel. Entonces, pienso que es importante comentarle sobre este otro año de su natalicio, cuando los retos para Cuba se acrecientan.
Tengo que decirle que desde fuera, e incluso adentro, han agredido y calumniado el país que usted ideó, más que en cualquier otro momento de la historia. Andan intentando manipular a su gente, a la que siempre quiso proteger, por la que creó una Cuba distinta, consciente de que ello traería incomprensiones, desacuerdos e impaciencia.
Pero como sabía que no estaba equivocado en construirla para todos, es un deber nuestro retribuírselo, por eso aprovecho y le comento que el futuro de hombres y mujeres de ciencia, en el que siempre confió, es un presente irrefutable.
Son ellos, juntos a los de batas blancas y a la gente común, que apoya incondicionalmente, los que se han crecido durante estos meses tristes de pandemia y muerte, para devolver la vida y la alegría a las calles.
En todo este tiempo, su legado ha estado por allí, a veces sin que nadie sospeche. El muchacho que ya casi se gradúa de Ingeniería Eléctrica ha estado lo mismo en zona roja, que ayudando en la agricultura. Los vecinos saludables han hecho turnos para comprarle los alimentos al señor diabético de los bajos del edificio.
¿Que de dónde son esos vecinos y ese joven? De cualquier lugar del país Comandante, porque aquí todos hemos aprendido de usted que «quien no sea capaz de luchar por los otros, no será nunca suficientemente capaz de luchar por sí mismo».
Ni hablar de los Juegos Olímpicos, ¡si los hubiera visto, Jefe! Al medallero de Cuba no le cabe un metal más. Los Mijaín, los Julio César La Cruz, los y las de tanto espíritu y coraje en la lona, el cuadrilátero, en el salto con vallas, y hasta en el canotaje, se lucieron.
Mientras, sus espectadores desde esta orilla en El Caribe estaban desvelados, orgullosos y con el grito ahogado en el pecho, casi sin poder evitar sacarlo en plena madrugada, cuando la bandera cubana ondeaba serena y segura de la victoria, a través de la pantalla del televisor.
Le cuento, por último, que las tantas naciones hermanas a las que les tendió su mano amiga, sin más interés que el de la solidaridad, hoy le retribuyen con ayuda para su pueblo. El bloqueo no ha podido contra ellas, Comandante, porque son unas cuantas y la intención es pura.
Ah… le alerto, podríamos estar aquí contando mucho más, pero todavía cometemos errores, los obstáculos son miles y a todos no les hemos encontrado la mejor solución. Mas, no se preocupe, la Cuba que queremos no tarda en fortalecerse, y mientras lo hace, sabemos que su hombro sigue ahí firme, para continuar sosteniendo el futuro que soñó hasta que estemos listos para alcanzarlo.