Fidel y Raúl: imágenes y palabras cargadas de afecto
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Nada de ministro, comandante o jefe; a los más cercanos, Fidel los llamaba en confianza por el nombre y a algunos, hasta se los achicaba: Almeida, Ramirito, Camacho, Machadito, Che… También a su hermano: Raúl, porque creía que la valía de los hombres estaba en las virtudes de estos, y no en cargos o grados.
No era el líder de la Revolución Cubana, hombre de andar por ahí haciendo oda a los suyos. Pero a su hermano menor, la vida lo unió por sangre y por ideales. Una relación de hermandad y respeto.
En el cumpleaños 90 de Raúl Castro Ruz, el sitio Fidel Soldado de las Ideas y Cubadebate comparten imágenes que hablan por sí solas; palabras cargadas de alma y sentimiento de uno hacia el otro.
Fidel, acerca de Raúl
Como hermano mayor, Fidel tuvo que lidiar con Raúl, quien de pequeño solía ser, según el Comandante, “un poco malcriado” y estar “en la casa siempre peleando con él…” . Pero ello no significaba desamor, sino como solemos decir los cubanos: “cosas de muchachos”.
Tanto fue así que en edad tan temprana como la adolescencia, al escuchar los reclamos de sus padres sobre Raúl, -pues mostraba inquietudes por la situación social de la zona y temían que se convirtiera en comunista-, Fidel pidió llevárselo consigo para La Habana.
“Yo, cuando iba de vacaciones, escuchaba sólo críticas de nuestros padres, les digo: ‘Denme la responsabilidad, yo me ocupo de él’, y entonces empecé. Él estaba por la libre allí. Más tarde, le di a leer algunos libros, le interesaron, le desperté el interés por el estudio y entonces concebí la idea de que él había perdido equis tiempo, que pudiera hacer estudios; universitarios y había una vía, que era a través de la llamada carrera administrativa”.
Pero una vez en la capital, Raúl siguió la ruta de su hermano Fidel, y se convirtió en un activista entre el estudiantado. A los dos hermanos los uniría ahora, además de la sangre, una causa de por vida: el triunfo de una Revolución “con todos y para el bien de todos”.
El que vio nacer; quien lo fastidiaba en el colegio La Salle y aquel que lo persiguió hasta La Habana; esta vez lo siguió sin cuestionamientos al Moncada. Sintió como nunca antes, la responsabilidad de hermano mayor. Así se lo confesó a Ignacio Ramonet.
“A Raúl, recién reclutado, lo envío con el grupo que debe cumplir una misión relativamente más peligrosa, importante, pero tampoco a mi juicio demasiado complicada. Sentía sobre mi conciencia todo el peso de la responsabilidad ante mis padres de incluirlo a su edad en aquella audaz y temeraria acción”.
Juntos siguieron después del Moncada, esta vez en prisión. En carta enviada a sus padres, Fidel escribía en singular y en plural, trastocando personas y números gramaticales. Probablemente, porque consideraba que eran dos y uno a la vez.
“Mis queridos padres:
Espero me perdonen la tardanza en escribirles, no piensen que es por olvido o falta de cariño; he pensado mucho en ustedes y sólo me preocupa que estén bien y que no sufran sin razón por nosotros (…) No se molesten por nosotros, no hagan gastos ni derrochen energías. Se nos trata bien, no necesitamos nada. En lo adelante les escribiré con frecuencia para que sepan de nosotros y no sufran”.
El encierro no amedrentaría al menor de los Castros. Acompañó a Fidel a México. Regresó a su lado en el Granma. Combatió junto a él en Alegría de Pío. Luego levantó la mano del líder en Cinco Palmas. Siguió apoyándolo en la lucha en la Sierra. Conquistaron el enero glorioso, en 1959.
El 21 de enero de ese mismo año, en el discurso pronunciado en el Palacio Presidencial, Fidel declaró su confianza plena en Raúl, para sustituirlo en caso de que pereciera en la lucha.
“Y para tomar las medidas de precaución, porque aquí hay que estar prevenidos contra todo, le voy a proponer a la Dirección del Movimiento 26 de Julio, que designe al compañero Raúl Castro, Segundo Jefe del Movimiento 26 de Julio. Lo hago, no porque sea mi hermano —que todo el mundo sabe cuánto odiamos el nepotismo— sino porque, honradamente, lo considero con cualidades suficientes para sustituirme en el caso de que yo tenga que morir en esta lucha; porque, además, es un compañero de muy firmes convicciones revolucionarias, que ha demostrado su capacidad en esta lucha, que fue de los que dirigió el ataque al Moncada, de los que estuvo dos años en la cárcel, de los que organizó el Segundo Frente “Frank País”, y de los que han dado relevantes pruebas de capacidad como organizador y como líder”
(…) “Y al plantear aquí la necesidad de que el pueblo esté alerta y esté prevenido contra cualquier agresión en la persona de uno de sus dirigentes, al plantear aquí esa necesidad, lo hago con una honrada convicción, de hombre que le preocupa no solo el presente sino también el futuro de la patria, de hombre que le preocupa la patria no solo mientras viva sino también cuando muera. Y al plantear aquí que considero que el compañero Raúl Castro podría sustituirme en este caso, no es que yo decida unilateralmente, sino yo quiero consultar con el pueblo si está de acuerdo (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”).”
Un momento muy especial de su alocución en la Clausura del Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba, celebrado el 22 de diciembre de 1975, cuando públicamente dijo que sentía orgullo de Raúl como revolucionario y sobre todo, como hermano.
“En el caso del compañero Raúl, en realidad es para mí un privilegio que, además de un extraordinario cuadro revolucionario, sea un hermano. Esos méritos los ganó en la lucha y desde los primeros tiempos. La relación familiar sirvió para que lo enrolara en el proceso revolucionario, lo invitara al Moncada”.
(…) Había que cuidar a los líderes extraordinariamente, porque estaban jugando un rol decisivo. Fueron aquellos tiempos críticos. Y yo hube de plantear; bueno, si me matan a mí, queda Raúl, y no van a liquidar la Revolución”.
El Comandante reiteraría su confianza en Raúl, una y otra vez, como el 10 de octubre de 1997, en el discurso pronunciado en la Clausura del V Congreso del Partido Comunista de Cuba.
“La vida nos ha deparado muchas satisfacciones y muchas emociones, mucha suerte, y digo realmente que ha sido una suerte para nuestro Partido, nuestra Revolución y para mí que hayamos podido disponer de un compañero como Raúl, de cuyos méritos no tengo que hablar, de cuya experiencia, capacidad y aportes a la Revolución no es necesario hablar. Es conocido por su actividad infatigable, su trabajo constante y metódico en las fuerzas armadas, en el Partido. Es una suerte que tengamos eso”.
(…) A algunos compañeros que hablaban de cosas de seguridad, yo les decía: “Cuiden a Raúl más que a mí, porque a Raúl le queda más juventud, más energías que a mí” y añadía: “Si fuera el imperialismo no andaría tratando de liquidar a Fidel, sino andaría tratando de liquidar a Raúl”, porque yo le llevo unos cuantos años a Raúl. Espero que ustedes puedan contar con él mucho más tiempo”.
Raúl, acerca de Fidel
Aquel niño travieso, a decir de Fidel, “entonces un poco malcriado”, al que “tenía que regañarlo” y “en la casa siempre peleando con él…”, no hacía más que buscar la atención de su héroe.
El sentimiento de amor era recíproco entre ellos. Como Fidel, Raúl se sentía privilegiado por tenerle de hermano. Así lo declaró al periodista Mario Vázquez Raña, del Sol de México, el 7 de abril de 1993.
"Ser hermano de Fidel es un privilegio. Siempre fue, desde la infancia, mi héroe; porque de todos los hermanos, yo soy el cuarto. Está una hermana, la mayor, después Ramón, un año después Fidel, cinco años después yo. O sea, que él, llevándome cinco años, era mi hermano inmediato superior. Y siempre fue mi héroe, mi más cercano compañero, pese a la diferencia de edad."
Al hablar del tiempo en la prisión junto a Fidel, jocosamente Raúl le dice al periodista que no le fue tan mal, porque tuvo uno de los cocineros más famosos del mundo: Fidel Castro Ruz.
"En la celda estaba la pequeña cama de él y pusieron otra para mí. La comida del presidio […] era malísima, nos permitían una pequeña hornilla eléctrica. Con lo que nos mandaba la familia y con la comida del presidio, todos los días me arreglaba el almuerzo. Él lo hacía para que yo me alimentara, porque era muy delgado y por la inactividad nunca tenía apetito, por tal motivo él me cocinaba.
Muchas palabras de admiración y respeto le dedicó a su hermano, a su líder. En especial, aquellas en las conclusiones de la sesión constitutiva de la VII legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en el Palacio de las Convenciones, el 24 de febrero de 2008.
"Fidel es Fidel, todos lo sabemos bien, Fidel es insustituible y el pueblo continuará su obra cuando ya no esté físicamente. Aunque siempre lo estarán sus ideas, que han hecho posible levantar el bastión de dignidad y justicia que nuestro país representa."
"Fidel es Fidel y no precisa de cargo alguno para ocupar por siempre un lugar cimero en la historia, en el presente y en el futuro de la nación cubana", reafirmaría en el discurso en la clausura VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, el 19 de abril de 2011.
Fue así como muchos, incluido Raúl comenzaron a llamarle simplemente Fidel, porque su grandeza no estaba en los títulos y nombres, sino en la hidalguía de su trayectoria revolucionaria.
Ahora, hermano menor y mayor, estaban “a mano” en este "juego" real de la vida: solo Raúl, solo Fidel. Porque Fidel es Fidel, y Raúl es Raúl. Ellos fueron los primeros en decírselo el uno al otro.