Chávez y Fidel, una noche de sorpresas
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Empezó siendo una noche interesante y devino una madrugada de sorpresas. Cerca de las 22 del lunes, el presidente Hugo Chávez llegó al encuentro con más de treinta intelectuales argentinos que querían conocer qué pasaba en Venezuela, si un bloque sudamericano será ahora posible y qué impresión se llevaba el venezolano de su encuentro con el presidente Néstor Kirchner. "Ese hombre es sincero", dijo sin explayarse mucho.
Al lado del periodista Luis Bilbao, quien junto con la diputada Alicia Castro armó el encuentro, Chávez contestó, distendido y vivaz, cada pregunta de los invitados: el dramaturgo Tito Cossa, los filósofos León Rozitchner y Horacio González, el escritor Eduardo Belgrano Rawson, la psicoanalista Silvia Bleichmar, el economista Mario Rapoport, el pintor Oscar Smoje, el bailarín Maximiliano Guerra, además de otros intelectuales, cineastas y músicos.
El plebiscito; las huelgas y los muertos; la oposición de los medios de comunicación; la tirria de la clase media venezolana; el rechazo de los intelectuales porque es militar pero también el relato de la actual Venezuela -según él- paulatinamente menos opositora; los créditos gubernamentales para microemprendimientos fueron temas en los que Chávez se explayó con largura.
"¡Que traigan café para todos! ¿Quién me convida un cigarrillo?", dijo el Presidente venezolano cuando al borde de la medianoche la conversación se encendía. No faltó nada. Ni el clásico gesto de Chávez enarbolando la Constitución venezolana en su tamaño de bolsillo ni las citas de Bolívar ("Estados Unidos está destinado a desparramar veneno en todo el mundo en nombre de la democracia"), ni los proyectos de un polo sudamericano apuntalado por tres puntos clave: Caracas, Brasilia y Buenos Aires.
Habló de sus colegas en Quito; de Fidel, "que no deja hablar a nadie", del riesgo de una intervención militar latinoamericana en Colombia. Pero la agenda apretaba -"Tenemos solo unos minutos. Me esperan los empresarios, luego Fidel Castro"- dijo después de leer un papel amarillo que le había alcanzado un asistente.
-¡Dígale a Fidel que venga! ¿Por qué no se encuentran acá?
A Chávez la ocurrencia le hizo brillar los ojos. "¿Sí? ¿Quieren eso?" Se escuchó un "sííí" prolongado.
-Ponme al habla con Fidel- dijo entonces con un gesto que quedó a un milímetro de la jactancia. Y minutos después apareció el asistente, con Fidel al teléfono. La primera carcajada general estalló cuando, efectivamente, Chávez apenas si podía intercalar monosílabos y palabras truncadas. A la una de la madrugada, cuando Chávez se preparaba para irse, sucedió. Se abrió la puerta y al grito de "¿Dónde está ese bandido?", entró Fidel. Su voz casi inaudible no podía ocultar la emoción del momento, que compartía con los presentes, ni el enorme afecto casi paternal que demuestra por Chávez, en quien parece reconocer a un heredero político.
"La explanada de la Facultad de Derecho me hizo acordar al Palacio de la Revolución", dijo Fidel. "Ustedes no saben el gran favor que hicieron a Cuba con sus aplausos y apoyo." Y repitió una idea: "La Argentina va a ser el mejor ejemplo de cómo se puede derrotar al neoliberalismo. Los argentinos tienen una gran posibilidad: ojalá sepan defenderla", sintetizó. Para los argentinos fue una cita con la historia viva del siglo XX. Para Chávez y Fidel en verdad la noche recién empezaba.