Notas para presentar la Batalla de Cabinda
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Quiero en primer lugar agradecer al MINFAR, a los compañeros de la Editorial Verde Olivo, a su director, el Coronel Santiesteban, que me hayan solicitado presentar este libro tan intenso, tan directo, tan ajeno a toda retórica, de tanta densidad testimonial, de tanto valor histórico, como es La batalla de Cabinda, del General de Cuerpo de Ejército Ramón Espinosa Martín. Releerlo, estudiarlo, repasar su documentación ilustrativa, escuchar desde la página impresa los relatos de sus protagonistas, ha sido una experiencia muy valiosa.
En su prólogo a este libro, el General de Ejército Raúl Castro Ruz nos ofrece los datos esenciales para entender, desde su origen, desde la infame repartición del continente africano por las potencias colonialistas e imperialistas, en los años 80 del siglo XIX, la trayectoria histórica que nos traerá hasta la epopeya cubana en Angola y específicamente en Cabinda. Describe, además, las fuerzas que pretendieron desmembrar a Angola, como desmembraron más de ciento treinta años antes a la líder rebelde Carlota los representantes en Cuba de la metrópoli española.
Raúl nos habla del papel de la CIA, de Kissinger, del Zaire de Mobutu, de Sudáfrica, de las organizaciones títeres que han ido creando para oponerlas al Movimiento Popular para la Liberación de Angola, de los mercenarios blancos que han reclutado.
Fidel, como explica Raúl en el prólogo y como se desprende de los discursos y mensajes incluidos como anexos en el volumen, está viendo simultáneamente los temas tácticos y la trascendencia estratégica de que la rica región de Cabinda se mantenga como parte inalienable de la futura nación libre de Angola y garantice su desarrollo.
Nuestro Comandante en Jefe, con su visión tan honda y de tanto alcance, ha adivinado los planes del enemigo, sus intereses, sus designios.
Fidel, “el primer combatiente internacionalista cubano”, como le llama Espinosa, está presente todo el tiempo en este libro. Su presencia cruza de principio a fin estas páginas.
A través de las palabras que Fidel dirige a los combatientes cubanos que van a salir hacia Angola, a través de sus comunicaciones con Espinosa, de la impresión que deja en los internacionalistas, de sus indicaciones y su capacidad agudísima para prever en detalle las acciones enemigas, se nos revela una vez más esa combinación única que hay en el pensamiento de nuestro Comandante en Jefe para viajar de los detalles prácticos más inmediatos a la comprensión totalizadora de la lucha a escala global contra el imperialismo y sus aliados.
En febrero de 1976, en sus palabras de despedida al batallón del MININT que sale para Angola, Fidel les explica que, por su riqueza petrolera, “muchos llaman a Cabinda el Kuwait de África”:
“Por eso era lógico que Zaire y el imperialismo y todos estuvieran interesados en apoderarse de Cabinda, en separar ese territorio del resto de Angola… (…) Por eso nosotros, pensando que Angola sin Cabinda iba a tener una situación económica muy difícil y que era la manzana de la discordia, por eso le dimos un refuerzo grande a Cabinda…”
Todo esto tenía que ver con algo mayor, de mucho alcance, a escala del continente africano:
“La consolidación del movimiento revolucionario de Angola fortalece al África progresista (asegura Fidel), fortalece a todos los gobiernos revolucionarios de África extraordinariamente y se podría constituir allí una poderosa trinchera frente a África del Sur, por eso es muy importante salvar la revolución angoleña, de gran importancia para el África y de gran importancia para el mundo, para el movimiento progresista mundial; es una tarea de verdadera importancia histórica.” (173-174)
Como para Martí, “el equilibrio del mundo” es para Fidel un componente vital de la lucha de los pueblos que se enfrentan a la ofensiva imperialista y recolonizadora.
Fidel profundiza en el significado del internacionalismo en el mensaje que envía el 1º de enero de 1976 a todos los combatientes cubanos en Angola:
“Pertenecemos a una gran patria y una gran familia que son el mundo y la familia humana. En esa familia los pueblos del África negra ocupan un lugar muy cercano a Cuba. Nuestra sangre en gran parte es sangre africana. Cuando un revolucionario es capaz de luchar, como lo hacen ustedes hoy, con ese sentido universal del hombre y de la patria, es que realmente ha adquirido una conciencia comunista.” (198)
Junto a temas de este carácter cultural e ideológico, Fidel se detiene en discursos y mensajes en otros asuntos que revelan su grandeza y su sensibilidad humana y política. Pone un gran énfasis, por ejemplo, en que los cubanos no “se dejen arrastrar por un sentimiento de subestimación de cualquier combatiente africano” por creencias o rituales asociados a sus tradiciones.
“Yo diría (añade) que entre las normas y los preceptos el más importante es este: que ustedes con aquella población, con aquellos hombres que deban estar bajo la dirección de ustedes, que van a ser instruidos y preparados por ustedes, (…) deben tener una disposición de ánimo absolutamente comprensiva, absolutamente fraternal…” (170)
En otro momento, Fidel le escribe a Espinosa sobre la necesidad de enviar alimentos “para ayudar a la población de Cabinda, pues nos imaginamos que las importaciones pueden estar suspendidas”. Subraya: “Es necesario atender a las necesidades de la población.” Y se refiere al envío de médicos y medicinas para el hospital.
En una carta del General Espinosa al Comandante en Jefe, en respuesta a un mensaje recibido en que lo alertaba sobre una posible nueva ofensiva del enemigo, le dice:
“En estos momentos estamos mejor preparados, conocemos mejor el teatro de las acciones y tenemos más moral combativa, lo cual son aspectos que ayudarán mucho a la correlación de fuerzas con el enemigo, pues las armas morales en el combate se relacionan una por mil, como usted nos ha enseñado.”
Y es que este libro es también, sin ninguna duda, un gran homenaje a Fidel.
Y es al propio tiempo un homenaje a los miles y miles de héroes anónimos de nuestro país que protagonizaron la épica solidaria en ayuda de otros pueblos.
Raúl, en su prólogo, advierte cómo Espinosa y sus oficiales “nos narran los acontecimientos de las semanas previas (a la batalla de Cabinda) y los días tremendos de los combates con la precisión del lenguaje militar y la lozanía, sencillez y modestia que caracterizan el testimonio de los héroes populares”. (16)
Y el propio Espinosa ve en el internacionalismo “una tremenda fuerza educativa, forjadora de cualidades, actitudes y virtudes en las personas, que las hacen mejores, más fuertes política y espiritualmente”. (20) Y agrega:
“Los que estuvimos en Cabinda no somos (…) seres extraordinarios, sino hijos de nuestro tiempo, formados en una pequeña isla que se ha batido por su supervivencia — ¡y de qué modo! — frente a un enemigo feroz.” (20)
Esa condición de “seres no extraordinarios” es realzada por el autor de La batalla de Cabinda a través de varias anécdotas cargadas de humorismo, que despojan de todo tipo de ropaje ceremonioso a nuestros combatientes.
Pero, a pesar de esta carencia absoluta de solemnidad y de la modestia que caracterizan al General Espinosa y a los demás testimoniantes, se trata de héroes, de los cuales nuestro pueblo se siente altamente orgulloso.
En estos tiempos, cuando la industria hegemónica del entretenimiento pretende manipular la subjetividad de adolescentes y jóvenes, con la intención de que se distancien de las contradicciones políticas y sociales de la realidad y de los ejemplos auténticos de valentía y compromiso, libros como La batalla de Cabinda son de muchísima utilidad.
Esta industria, como sabemos, produce sin cesar personajes fantásticos dotados de poderes increíbles, de los llamados “superpoderes”, capaces de llevar a cabo hazañas prodigiosas. El sistema se propone que la admiración de adolescentes y jóvenes se concentre en estas criaturas irreales, que directa o indirectamente se presentan como símbolos del poderío yanqui.
La batalla de Cabinda, viene a hablarnos de otros héroes muy diferentes. Sus “superpoderes” radican en “las armas morales” de que habló Espinosa a Fidel, en los ideales y en la ética martiana y fidelista, en lo que significa íntima y profundamente el internacionalismo para un revolucionario cubano.
Es muy importante que libros como este lleguen a las jóvenes generaciones, a maestros y profesores, a estudiantes. Hay mucha información de primera mano en estas páginas sobre la epopeya internacionalista cubana; y hay, al mismo tiempo, muchas lecciones en torno a lo que llamamos comúnmente valores, que no pueden enseñarse en abstracto, de manera teórica; sino a través de ejemplos concretos.
Esa cualidad particular que tiene este libro la hace explícita su autor, al dedicárselo “a ustedes, jóvenes cubanos, continuadores de la obra más pura y sagrada: la revolución”. Al propio tiempo, se lo dedica también a sus compañeros caídos en tierra angolana.
Termino recordando un pasaje del libro Cien horas con Fidel que constituye también otra honda lección moral, cuando Ramonet le pregunta al líder cubano sobre la colaboración militar de nuestro país con Angola. Fidel responde con una cita de Amílcar Cabral:
“Cuba cumplió con lo que dijera el insigne líder anticolonialista Amílcar Cabral: ꞌLos combatientes cubanos están dispuestos a sacrificar sus vidas por la liberación de nuestros países, y a cambio de esa ayuda a nuestra libertad y al progreso de nuestra población, lo único que se llevarán de nosotros son los combatientes que cayeron luchando por la libertadꞌ.” (361)
Muchas gracias.
2 de noviembre de 2020