El triunfo de la utopía signó a octubre
Al partir a otras tierras para aportar el concurso de sus esfuerzos internacionalistas, el guerrillero argentino-cubano Ernesto Che Guevara dejó constancia de cómo lo marcó la epopeya vivida en Cuba en octubre de 1962.
'He vivido días magníficos y sentí el orgullo de pertenecer a nuestro pueblo en los días luminosos y tristes de la crisis del Caribe. Pocas veces brilló más alto un estadista que en esos días, me enorgullezco también de haberte seguido sin vacilaciones', escribió en misiva dirigida al líder histórico de la Revolución, Fidel Castro.
Conocida también como Crisis de Octubre o de los Misiles, en la larga lista de las agresiones del Gobierno de Estados Unidos contra Cuba reviste singular importancia lo ocurrido en la semana comprendida entre el 22 y 28 del décimo mes de 1962.
La primera gran derrota militar del más poderoso imperio de la historia en America Latina y el Caribe, en Playa Girón, en abril de 1961, resaltaba en una lista de fracasos desde 1959, y Estados Unidos buscaba una revancha.
Así surgió un nuevo proyecto, Operación Mangosta, que incluía diversos actos terroristas hasta encontrar un pretexto justificativo de una invasión, esta vez con participación directa de las tropas norteamericanas.
LOS MISILES
Informada por sus servicios de inteligencia, la Unión Soviética (URSS) consideró que Cuba no sería capaz de resistir un ataque masivo, y de esa forma nació la proposición de desplegar en la isla un contingente de efectivos con cohetes nucleares de alcance medio, capaces de impactar el territorio estadounidense.
Desde el punto de vista de Moscú, ante el hecho consumado, Washington tendría que aceptar este tipo de armamento en la isla del Caribe, al igual que la URSS tuvo que admitir la de misiles atómicos norteamericanos en Turquía, Italia y Reino Unido.
Pese a que la dirección estatal cubana no estaba de acuerdo en llevar adelante este plan sin darlo a conocer a la opinión pública, aceptó la instalación de esos cohetes por un principio internacionalista de apoyo al pueblo soviético y al socialismo, según explicó Fidel posteriormente.
Aviones espías del Pentágono detectaron la presencia de estos proyectiles en territorio cubano y comenzaron a realizar peligrosos vuelos rasantes a lo largo del archipiélago, mientras que la Armada impuso un bloqueo naval, hasta que Fidel ordenó que esas incursiones aéreas debían ser interrumpidas y dio la orden de disparar.
Un episodio culminante de la crisis fue el derribo de una nave de la Fuerza Aérea de Estados Unidos en una zona correspondiente a la actual provincia de Holguín.
Los sectores más agresivos de Washington evaluaron la posibilidad de un golpe nuclear contra Cuba y presionaron al presidente John F. Kennedy, pero este prefirió dialogar con la parte soviética en busca de una solución negociada.
El acuerdo fue tomado a espaldas de la mayor de las Antillas, sin previa consulta, y cuando la dirección del primer país socialista de América conoció la noticia, expresó su inconformidad.
Ante tal situación y sin miedo a la amenaza de un ataque nuclear de Estados Unidos, Fidel Castro planteó la exigencia de cinco puntos, entre los que además del cese del cerco naval incluía el del bloqueo y todas las medidas de presión económica y comercial, las acciones subversivas y la devolución de la base naval de Guantánamo, ilegalmente ocupada.
En el plano internacional, Cuba reafirmó su voluntad de respaldo a la coexistencia pacífica, sin embargo, como prueba de su firmeza en la fidelidad a los principios quedó el rechazo rotundo ante la exigencia de Estados Unidos de verificar el desmantelamiento de los emplazamientos coheteriles y su retirada, acción que se llevó a cabo fuera de las aguas jurisdiccionales de la ínsula caribeña.
Aunque la crisis fue conjurada y la Casa Blanca se comprometió a no invadir, la sostenida agresividad contra la Revolución evidenció que la seguridad del país debía depender, ante todo, de nuestro pueblo.