Heroica por derecho propio
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Fueron los extraordinarios méritos históricos adquiridos por su decisiva contribución a la total y definitiva independencia de la nación cubana, sus tradiciones patrióticas, revolucionarias y de profunda raíz popular, los que convirtieron a Santiago de Cuba en Ciudad Héroe de la República de Cuba.
En el Acuerdo del Consejo de Estado No. 207, de 1983, firmado por su entonces Presidente Fidel Castro Ruz, para el otorgamiento del título honorífico acontecido el 1ro. de enero de 1984, entre otros memorables acontecimientos reflejados sobre esta urbe resaltan el asalto al cuartel Moncada y el levantamiento armado del 30 de noviembre.
«En su ámbito –expresa textualmente–, resonó la clarinada insurgente del 26 de Julio de 1953 que convocaba a la carga final para culminar la centenaria lucha de los cubanos por su independencia. Sus calles y plazas acogieron, por primera vez, a los combatientes de la libertad, vestidos con el glorioso uniforme verde olivo, el 30 de noviembre de 1956 (…)».
Ambos hechos están inspirados en las épicas luchas precedentes del Oriente, donde como diría Fidel en su alegato La historia me absolverá: «Al amanecer, cuando los gallos cantan como clarines que tocan diana llamando a los soldados, y el sol se eleva radiante sobre las empinadas montañas, cada día parece que va a hacer otra vez el de Yara o el de Baire».
Para la Historiadora de la Ciudad, doctora Olga Portuondo Zúñiga, obedecen a la rebeldía y al heroísmo perenne en los santiagueros, cuyas clases populares abrazaron la revolución independentista dirigida por Carlos Manuel de Céspedes, y tienen en la familia Maceo Grajales un paradigma de patriotismo elevado a lo más glorioso en la Protesta de Mangos de Baraguá.
Fidel conocía toda esa tradición de lucha y mucho más de la que fue primera capital de la colonia española en la Isla, de donde había partido Hernán Cortés a conquistar el imperio azteca, del escenario de la Guerra hispano-cubano-estadounidense, que marcó la derrota del decadente imperio español y el surgimiento del imperialismo norteamericano.
Para sus planes resultaba esencial la estirpe del santiaguero, su patriotismo y antimperialismo, su digna posición política y el sentido más democrático de unidad, al abogar con energía y valor por un cambio radical. Además, por haber vivido aquí sabía que alejadas de los cuerpos represivos de La Habana, de ser necesario las montañas cercanas podían convertirse en un firme bastión.
LA FUERZA DE LAS IDEAS
Como apunta el jefe del Departamento de Historia y Patrimonio de la Universidad de Oriente, doctor en Ciencias Históricas Frank Josué Solar Arias, ante los muros del Moncada estalla la primera acción insurreccional efectiva contra la dictadura batistiana, y con ella marcará a Santiago de Cuba otro momento cumbre, como es el inicio de la última etapa de la guerra de liberación en el país.
Encabezados por Fidel, el puñado de jóvenes dispuestos a limpiar la afrenta del golpe de Estado del 10 de marzo de 1952, estaba más armado de ideas y valor que de fusiles, de ahí la confianza en un plan cuya clave radicaba en dos aspectos básicos: primero el factor sorpresa, y segundo el convencimiento de sumar a la lucha al pueblo santiaguero.
Entre los primeros en aproximarse está el joven Frank País García, quien luego refiere cómo logró penetrar en el cuartel: «Me dio una rabia y un dolor (…). Yo los llegué a ver el domingo por la noche porque me llegué a colar con un grupo que tenía un soldado herido, estaban todavía tirados en el suelo, todos llenos de sangre, de balas y de honor (…)».
Vilma Espín Guillois, su hermana Nilsa y Asela de los Santos Tamayo, también estarán entre quienes asisten a los heridos, a la vez que los ocultados por la población reciben alimentos y ropas, otros jóvenes hasta planean rescatar a los detenidos en la cárcel de Boniato, y grupos de muchachas lanzan flores a los vehículos que trasladan prisioneros al tribunal.
«En sesiones del juicio –precisa el profesor auxiliar de Historia de la Universidad de Oriente e investigador de la etapa insurreccional, máster Rafael Borges Betancourt–, Fidel refuta falsos criterios de la prensa acerca de que los santiagueros no habían apoyado el asalto, explica el carácter secreto y compartimentado de la acción y niega que el pueblo fuese indiferente a la acción».
Al decir de Portuondo Zúñiga, Fidel atestigua el respaldo popular desde el primer disparo, así como su indignación por los crímenes, y el riesgo asumido por algunos como Gloria Cuadras de la Cruz, su esposo Amaro Iglesias, el padre de Renato Guitart Rosell y trabajadores del cementerio Santa Ifigenia, al rescatar los cuerpos de los combatientes caídos para darles digna sepultura.
«¿Quién duda –afirmó en su autodefensa–, del valor, el civismo y el coraje sin límites del rebelde y patriótico pueblo de Santiago de Cuba? Si el Moncada hubiera caído en nuestras manos, ¡hasta las mujeres de Santiago habrían empuñado las armas! ¡Muchos fusiles se los cargaron a los combatientes las enfermeras del Hospital Civil! Ellas también pelearon. Eso no lo olvidaremos jamás».
EL COMPROMISO SAGRADO
Santiago va a estar siempre en Fidel, y Fidel estará siempre en Santiago, considera Borges Betancourt al valorar la importancia otorgada a la ciudad, a sus militantes revolucionarios y en especial a la figura de Frank País, por la dirección del Movimiento 26 de Julio (M-26-7), fundado en La Habana.
La organización de lo mejor de la juventud santiaguera, que sin vacilación Frank pondrá a disposición del Movimiento, y junto a ello su accionar en el arrebato de armas a efectivos de la tiranía, la realización de sabotajes y atentados, demuestran tempranamente cuánto habían influido en ella el Moncada y La historia me absolverá.
Según coinciden los investigadores, el levantamiento del 30 de noviembre, organizado y dirigido por Frank, fue la continuidad del Moncada. El sagrado compromiso contraído en México entre Fidel y el joven Jefe de la lucha clandestina para propiciar el desembarco del Granma, fue cumplido por quienes, luciendo el uniforme verde olivo, tomaron la ciudad durante varias horas.
Armando Hart Dávalos, participante en la acción, afirmó años después que el alzamiento reveló el espíritu indomable y rebelde de la juventud santiaguera y oriental. Con él los sucesos del Moncada, el proceso del juicio y La historia me absolverá, resonaron con gran fuerza en la conciencia revolucionaria de la juventud y el pueblo cubanos.
«Desde ese instante –recordó el General de Ejército Raúl Castro Ruz años después–, la ciudad de Santiago de Cuba entraría en una etapa de guerra sin cuartel contra la tiranía y, además, a partir de aquel momento los combatientes del 30 de noviembre, Frank País y la ciudad de Santiago de Cuba se convirtieron en el primer punto de avanzada de la eficiente retaguardia en que se transformó todo el pueblo de Cuba, en apoyo al núcleo guerrillero, que sobrepasando los reveses iniciales, logró organizarse en la Sierra Maestra».
En todo derroche de heroísmo estuvo siempre el Moncada a través del Movimiento, cuyo nombre (26 de Julio) inmortalizó en cada acción a sus mártires, estuvo en la manifestación popular que tras su asesinato acompañó a Frank País vestido de verde olivo y con el brazalete rojinegro, y en la entrada triunfal de Fidel el 1ro. de enero de 1959.
Santiago de Cuba: serás libre, porque te lo mereces más que ninguna, dijo ese día el Comandante en Jefe en sus instrucciones al pueblo santiaguero, y ya al proclamar el triunfo revolucionario anunciaba que sería la capital provisional de la Revolución, porque en esta lucha había sido, junto a la Sierra Maestra, su bastión más firme.
Sus incontables hazañas las resumió magistralmente el General de Ejército Raúl Castro al decir: «Si el callejón del Muro, Enramadas, Garzón, Trocha, Vista Alegre, San Gerónimo, y El Caney pudieran hablar. Si los muros del Moncada, las aulas del Instituto, la Normal y la Universidad, los bancos del parque Céspedes y la Plaza de Marte, los campanarios de la Catedral y El Cobre, las almenas del Morro y las losas de Santa Ifigenia pudieran contarnos su historia de centenarias luchas, veríamos de nuevo que no hay piedra en Santiago que no haya sido pedestal de un héroe: No hay minuto de nuestra historia en el que los orientales no hayan ocupado un lugar y ninguna página heroica ha sido escrita sin su concurso».
No en vano, al otorgarle el título de Ciudad Héroe de la República de Cuba, y reconocer en sus palabras finales la contribución de esta ciudad en los días más difíciles de la lucha, hasta la victoria final, desde lo hondo de su corazón Fidel expresó: «¡Gracias, Santiago!».