Martí en la Generación del Centenario: Apoyatura política, ética e intelectual
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Era el preludio de un parto heroico lo que anunciaba aquella mañana de la Santa Ana; una fuerza natural, movida por sentimientos de amor y patriotismo, convencida del camino a seguir, cimentada en un pasado de lucha revolucionaria que se había sembrado en las almas y el pensamiento de unos impetuosos jóvenes que estaban dispuestos a morir en nombre de la libertad. Era un acto de creación, sí, porque el momento era fundador; el escenario tan complejo pero listo para el arranque del motor pequeño, ese que provocaría el funcionamiento del grande; la hora precisaba un cambio, que aún no lográndose de inmediato, sentara las bases para su concreción. Ya formaban parte de una generación cuya altura ética trascendería, ya tenían muy claro su deber generacional, ya estaban conscientes de lo que anhelaba la Patria.
Era la Generación del Centenario de Martí, la protagonista del acto de creación, de las acciones del 26 de julio de 1953. Y la fuerza natural de la que hablábamos había encontrado en un hombre como José Martí, la motivación y el impulso, en una sinergia excepcional, propia de una mística que provoca ir en busca de actos nacientes, fundadores, llenos de espiritualidad. Luego esa mística significó para una generación como la del centenario del Apóstol, encontrar en él aquello que Cintio Vitier llamó, en una exquisita interpretación de “Secularidad de José Martí”, de José Lezama Lima; la máxima impulsión histórica. Un Martí encarnado cuando llegó la hora justa y fue la fuerza que movió las almas de la Revolución. Pudiera parecer un sin sentido, pero esa es la verdad histórica, que no se puede contar sin la mística de la Revolución.
Estas palabras de Fidel nos ilustran cuan presente estuvo Martí en lo sucedido aquel 26 de julio: “Parecía que el Apóstol iba a morir en el año de su centenario, que su memoria se extinguiría para siempre, ¡tanta era la afrenta! Pero vive, no ha muerto, su pueblo es rebelde, su pueblo es digno, su pueblo es fiel a su recuerdo; hay cubanos que han caído defendiendo sus doctrinas, hay jóvenes que en magnífico desagravio vinieron a morir junto a su tumba, a darle su sangre y su vida para que él siga viviendo en el alma de la patria. ¡Cuba, qué sería de ti si hubieras dejado morir a tu Apóstol!”[1] El significado de Martí para una generación de jóvenes como la de 1953, tiene un carácter especial, porque no se trata de la simple mención a un héroe, sino de la asunción de un pensamiento, un ideario, de llevar en los corazones las doctrinas de un hombre que devino referente intelectual, ético y político imprescindible para la nueva etapa de lucha que se iniciaba tras el zarpazo del tirano Batista el 10 de marzo de 1952; y que tuvo su gestación el 26 de julio de 1953.
Y, ¿qué pasaba en Cuba?, ¿qué motivó ese impulso revolucionario devenido en completa revolución? La situación existente en lo económico, político y social llevaba consigo una agudización de la crisis del sistema neocolonial, de la democracia liberal burguesa y un incremento de los males y problemas de la sociedad cubana. Ello alcanzó su máximo nivel con el zarpazo golpista del 10 de marzo de 1952 por Fulgencio Batista, agudizándose la aducida crisis y cerrándose todas las posibilidades legales para el acceso al poder de las fuerzas progresistas. Eliminaría Batista entonces la Constitución del 40 e implantaría los ilegítimos Estatutos Constitucionales; a la vez que emprendía una feroz política represiva, violando así el orden constitucional y democrático del país.
A eso se enfrentaron los asaltantes al Moncada, al absurdo político y denigrante proceder de quienes intentaban seguir hundiendo en el lodo de la ignominia y la pobreza al pueblo cubano; a la violación del orden constitucional y democrático, al gobierno golpista e ilegal al servicio de mezquinos intereses, al imperialismo norteamericano, cuya mano degradante apoyaba y financiaba tales acciones. Era una condena al colonialismo y neocolonialismo, a las dictaduras militares impuestas y preconizadoras de las más terribles y crueles políticas represivas. Era una apuesta a la libertad, a la verdadera independencia, al respeto a la soberanía y a la autodeterminación que constituían derechos legítimos de nuestro pueblo y de todos en el mundo. Era pues la escalada a la justicia tan necesaria en la nación cubana.
Es muy interesante, cuando hablamos de la Generación del Centenario, nos referimos a esa vanguardia revolucionaria que comprendió la necesidad de levantarse en armas como una solución para derrocar al régimen golpista e instaurar una República basada en el respeto, la igualdad y justicia social, la dignidad de los cubanos; tal y como la había soñado Martí. Y ahí están ellos, los jóvenes que encabezados por el Comandante en Jefe, asaltaron los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes; pero si nos referimos a una generación vanguardia, en ella se inscriben otros jóvenes, que aún no siéndolos biológicamente algunos, salieron al camino a defender la dignidad cubana tras el golpe de Batista.
Recordemos los pronunciamientos de los estudiantes, la actitud de la FEU que va donde Prío a pedir las armas para enfrentar el acto denigrante y anticonstitucional que fue el golpe; el entierro simbólico de la Constitución del 40, la misma que violentó el tirano y sustituyó por unos ilegales estatutos, acción protagonizada por el estudiantado revolucionario en abril de 1952 en el Rincón Martiano de la Fragua Martiana, cuyo abanderado era el joven Raúl Castro y en el que participaron entre otros: Armando Hart, José Antonio Echeverría, Álvaro Barba, Juan Pedro Carbó Serviá. Hablamos de la generación que concibió la Marcha de las Antorchas en enero de 1953; y allí, junto a Fidel y los jóvenes del llamado Movimiento (aún no se nombraba 26 de Julio)[2] estaban los estudiantes, el Frente Cívico de Mujeres Martianas, entre otros patriotas.
Es en este sentido que hurgamos en las esencias de una generación cuya brújula encontró en Martí, en su pensamiento descolonizador, en su antimperialismo raigal. Una generación que alcanzó su máxima expresión en los actores principales de las acciones del 26 de julio, que al decir de Roberto Fernández Retamar, refiriéndose a Fidel, éste atribuyó a Martí “la paternidad de la más creadora revolución del continente americano…”[3] Y es preciso profundizar en esta idea: ¿por qué Martí sería el autor intelectual del asalto al cuartel Moncada?, ¿acaso no habían referentes en la intelectualidad cubana de aquel tiempo, contemporáneos con Fidel? Coincido con Retamar en un análisis que hiciera en el ensayo Hacia una intelectualidad revolucionaria en Cuba, donde demuestra cómo, antes del triunfo de la Revolución, específicamente en el llamado período entrerrevoluciones (la del 30 y la iniciada en 1953); la intelectualidad cubana estaba sumida en un escepticismo y despego, desilusión y desesperanza, provocados por el ambiente político y social tan incierto y convulso. O sea, que no ocurrió lo mismo que en la revolución del 30, en que sí hubo una intelectualidad protagonista; en 1953 otra era la situación.
Y qué nos dice entonces Retamar: “…no es en un medio tenso por la espera de la revolución, sino en un medio lleno de escepticismo y despego… traducidos en la difícil vida intelectual, en el que Fidel Castro va a desencadenar una de las más profundas revoluciones de la historia, con su asalto al cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953. Su apoyatura intelectual no va a recibirla de pensadores inmediatos a él, sino de José Martí. Y esto, que hoy nos parece lo más natural del mundo, esto solo, el saltar por encima de la mediocridad ambiente e ir a entroncar de modo vivo con el único gran pensamiento original que se había engendrado en esta tierra, ya era una definición”.[4]
Una generación definida revolucionariamente, ideológicamente, portadora de una doctrina, de un pensamiento, de un sentimiento profundo de amor a la patria. Así eran jóvenes como Fidel, Raúl, Abel y Haydée Santamaría, Melba, Renato, Boris, Raúl Gómez García (el poeta del Centenario), Ramiro y cada artemiseño que hizo parte de las acciones del 26. Así eran jóvenes como Hart, Faustino, José Antonio, así fue esta generación vanguardia. Y en ellos siempre Martí, especialmente en jóvenes como Abel Santamaría y Raúl Gómez García, quienes tuvieron un acercamiento al Maestro desde niños; en el caso de Abel se sabe que ganó un concurso escolar con un texto sobre José Martí. Y cuando leemos el poema Ya estamos en combate de Raúl Gómez García, en sus versos está la dulce memoria de Martí y el anhelo de construir la patria que soñara el Apóstol.
Cuando analizamos la presencia e influencia martiana en la Generación del Centenario es indispensable ir a Fidel, su mejor discípulo, quien en la clausura de la Conferencia Internacional Por el Equilibrio del Mundo en el aniversario 150 del natalicio de José Martí expresó lo que ha constituido la más exacta descripción de lo que significa el Apóstol para los cubanos: “¿Qué significa Martí para los cubanos? (…) Para nosotros los cubanos, Martí es la idea del bien que él describió. Los que reanudamos el 26 de julio de 1953 la lucha por la independencia, iniciada el 10 de octubre de 1868 precisamente cuando se cumplían cien años del nacimiento de Martí, de él habíamos recibido, por encima de todo, los principios éticos sin los cuales no puede siquiera concebirse una revolución. De él recibimos igualmente su inspirador patriotismo y un concepto tan alto del honor y de la dignidad humana como nadie en el mundo podría habernos enseñado”.[5]
Conmemoramos 67 años de las gloriosas acciones del 26 de julio de 1953, y ese mismo espíritu de aquellos jóvenes, que no dejaron morir al Apóstol en el año de su centenario, lo albergamos hoy, una juventud de vanguardia que está a la altura de su tiempo histórico, es consecuente con su historia y mantiene vivo el legado de los jóvenes del Centenario. La hora actual continúa siendo de definiciones; por eso seguimos construyendo el Socialismo en Cuba, trabajamos por impulsar la economía del país y enfrentar la crisis global, luchamos contra el bloqueo genocida y la creciente hostilidad del imperialismo, y mantenemos viva la Revolución; por eso, bajo la égida del legado de Martí, nos ponemos la camisa al codo, hundimos las manos en la masa y las levantamos con la levadura de nuestro sudor, en un constante acto de creación. No dejar morir a Martí hoy es nuestro deber generacional, no dejar morir a Fidel en esta hora de lucha es convicción profunda de seguir adelante como abanderados de la fuerza de la verdad y las ideas. Ambos, Martí y Fidel, son nuestra principal apoyatura política, ética e intelectual.
[1] Fidel Castro Ruz. La Historia me Absolverá (edición digital)
[2] Este movimiento devenido vanguardia revolucionaria que protagonizó la acción armada del 26 de Julio, estuvo integrado por jóvenes que salieron del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), así como otros hombres de diversos sectores de la sociedad cubana: obreros, estudiantes, campesinos. No es hasta el 12 de junio de 1955 que se constituye el Movimiento 26 de Julio en la clandestinidad con el grupo que asaltó el Moncada como núcleo central y la incorporación de integrantes del Movimiento Nacional Revolucionario que dirigía Rafael García Bárcena y de la juventud ortodoxa. Luego el grupo de Frank País se uniría. Entre los integrantes de la primera dirección nacional se encuentran Fidel Castro, Melba Hernández, Haydée Santamaría, Antonio Ñico López, Pedro Miret, Faustino Pérez, Armando Hart, Juan Manuel Márquez y Jesús Montané entre otros.
[3] Roberto Fernández Retamar: Martí en su (tercer) mundo; en Introducción a José Martí, Tomo I, UNAM. Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe, 2018, p.18-19.
[4] Roberto Fernández Retamar: Hacia una intelectualidad revolucionaria en Cuba; en Revista Casa de las Américas, ediciones 296-297, julio-diciembre de 2019, p. 27.
[5] Fidel Castro Ruz: Discurso pronunciado en la clausura de la Primera Conferencia Internacional Por el Equilibrio del Mundo, Palacio de las Convenciones, La Habana, enero 2003 (versión digital).