Fidel y Chávez recorren zonas devastadas en el estado de Vargas
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De haberse encontrado en el tiempo, Bolívar y Martí hubieran recorrido los caminos de La Guaira, como esta tarde lo hicieran Chávez y Fidel, quien en su condición de huésped se convirtió por unas horas en el copiloto de aquel, dejando atónitos a todos los que se tropezaron por el camino.
Todo estaba previsto para que ambos mandatarios, a la salida del aeropuerto de Maiquetía tras el recibimiento, se dirigieran hacia el estado de Vargas, el más golpeado por la tragedia natural de diciembre último.
Los periodistas en camiones y carros de todo tipo nos apostamos a la salida de la terminal aérea para integrar la caravana y disfrutar, tanto como reportar, el recorrido del ilustre visitante, persuadidos todos de que aquella primera parada del Jefe de la Revolución Cubana tendría el signo del agradecido encuentro. Quién en Vargas podrá olvidar que fueron los médicos cubanos, formados en los principios humanistas e internacionalistas de la Revolución, quienes primero le tendieron la mano y estuvieron a su lado cuando aún el lodo y la fetidez de los cadáveres hacían insoportable la sobrevivencia y lucharon junto a ellos, más allá del tiempo y la resistencia física contra las enfermedades y la desesperanza.
Pero, mientras todos intentábamos avistar la imagen que dejamos atrás de un Fidel de verde olivo y un Hugo Chávez de elegante traje azul, los incansables batalladores burlaron nuestra vigilancia.
Sin remedio, y convencidos de que estábamos frente a dos estrategas, la caravana de la prensa avanzó hacia donde sabíamos estaría el primer punto de esta primera visita a Vargas, adelante por el camino solo veíamos letreros de agradecimiento, de bienvenida al líder cubano y gente, mucha gente que se nos unió y otras que a nuestro paso levantaban las banderas de Cuba y Venezuela, con el buen olfato de saber que los periodistas alcanzaríamos la noticia.
Sin apenas percatarnos, un yipi todoterreno, se adentró por el camino de El Pavero. De él bajaron Fidel y Chávez, este último vestido ahora con su tradicional uniforme de campaña y su roja boina. La parada era necesaria. Allí, en El Pavero, entre los cerros del Avila y el Mar Caribe, había puesto Chávez su puesto de Comando desde el primer momento de la tragedia, desde que la naturaleza como ya lo había hecho la Historia, decidió poner a prueba una vez más la hidalguía, el coraje y la capacidad para salir de las dificultades del pueblo venezolano.
El puesto de Comando continúa trabajando con el mismo empeño de aquellos días de diciembre, solo que ahora lo hace en la reconstrucción. Para conocer de primera mano qué ocurrió en Vargas, cómo era ese joven estado antes de las lluvias, en qué se convirtió y en qué quieren transformarlo, fue Fidel a El Pavero.
Chávez quiso que viera, en una de las casas de campaña del regimiento un video sobre los hechos y, el vicealmirante Gómez Jaen, además, le brindó las primeras explicaciones, no sin antes obsequiarle una gorra del Batallón 611 de Ingenieros de Construcción y Mantenimiento, Coronel Manuel Villafent que nuestro Comandante se puso de inmediato. Tras las explicaciones, Fidel indagó más y más. Preguntó todos y cada uno de los detalles de la tragedia y, sobre todo, qué se está haciendo ahora, teniendo en cuenta que el 90 por ciento del estado de Vargas colapsó, solo en cifras preliminares; por aquellos días se cuantificaban en más de 100 000 los damnificados.
El Pavero es en sí mismo un lugar premonitorio. El puesto de Comando queda como arropado por los cerros y el mar. Ver y oír a Fidel y a Chávez allí llenos de optimismo por la recuperación de Vargas nos hace evocar aquellas sabias palabras martianas: Se salvó pueblo que tuvo héroes.
La tarde prosiguió con el recorrido por Los corales, una urbanización (barrio), cercana a Caraballeda que fue de las más dañadas. Todavía, agolpadas al pie de las calles, están las enormes piedras que el deslave de los cerros arrojó sobre sus pobladores. Estremece pensar que aquello sucedió. Solo mirando los arañazos dejados por las aguas y las piedras en los cerros puede perdonárseles a estos haber sido el vehículo de tanta destrucción.
Fidel y Chávez, a duras penas se abrieron paso entre los pobladores y los carros de la prensa para observar tamaña saña de la naturaleza. Luego, porque no querían llegar tarde a la actividad que le preparó la gobernación de Vargas donde también los esperaban nuestros médicos, abandonaron el lugar, entre fraternales protestas de los periodistas por no dedicarles más tiempo.
Juntos, con sus trajes de campaña y soñando con el día cercano en que Vargas se recupere, partieron sobre las cinco de la tarde, levantando a su paso el polvo del camino.
La mente humana tiene el privilegio de volar en el tiempo. Esta tarde, por los caminos de La Guaira, vimos galopar junto a Fidel y Chávez, las esperanzas de Martí y Bolívar.
(Artículo escrito por Nidia Díaz y Lino Oramas)