Pasa julio y algunos días de agosto con ese sol incandescente que todo lo alcanza, así como tus ojos cubrieron cada parte del inmenso sueño de un país. Llegan estas fechas señaladas y no significa una meta o compromiso para volver a ti, para desempol-var tus palabras de algún baúl, es que siempre te quedas, caminas en las botas del campesino, en la pañoleta, en la punta de mis dedos tecleando cada letra.
 
Tu rostro de sabio curandero, de espiritual consejero que sanó con sal y aliento el ala rota de aquel fénix, no puede tornarse en cartel o pancarta como el enemigo y el tonto quisieran. Es que renaces en el lienzo del pintor, en las nubes blancas que sobrevuelan la Plaza, es la estrella solitaria… Acudo a ti todavía, como al padre, amigo fiel que resguarda a sus hijos del monte seco y pardo.
 
Y aunque nunca acabe esa necia obsesión por robarnos la libertad alcanzada, esa que crece en las manos de quienes te seguimos de veras, tu mirada de luz no se apagará. El brillo alabastro de tus cabellos continuará recordándonos que Cuba es tierra rebelde, que aquí el adulador, el que vende por comodidades su dignidad vive en la vergüenza y soledad. Tu nombre es hoy canción de marcha firme, llamada hacia el trabajo y la verdad, tono constante que guía a mujeres y hombres cubanos.