Fidel: Enaltecedor tributo
Cuando una persona va con una flor para depositarla ante ese monolito tan frecuentado en el cementerio Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba, es como si le diera un beso a Fidel, un estrechón de mano o un abrazo fuerte. Es el modo que cada uno tiene de mostrar su gratitud. Porque todos los que habitan esta Isla caribeña –aunque haya quienes padezcan de mala memoria o de ese sentimiento conocido como desdén- tienen mucho que agradecer a la obra liderada por Fidel.
Siempre hay alguien en Santa Ifigenia, en medio de la solemnidad que insta igualmente a homenajear a los que llegaron antes: José Martí, el Apóstol, el Maestro; Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria, y Mariana Grajales, la Madre de todos los cubanos; en ellos, una síntesis de los hombres y mujeres que merecen honra en esta tierra.
Siempre hay muchos en el camposanto devenido Patrimonio, para escuchar a los historiadores, contar anécdotas, o simplemente dar testimonios y manifestar su orgullo por el privilegio que ha significado conocer y vivir tantos años junto a Fidel.
En medio del ir y venir con el multicolor presente que son las flores, parte del colectivo de la revista BOHEMIA estuvo allí, por su aniversario 110. Estuvo en el sagrado lugar por el amor a Fidel y a los próceres de la Nación y para enarbolar, una vez más, la máxima martiana de que “honrar, honra”.
“El deber ha cumplirse sencilla y naturalmente”, dijo el fundador y guía del Partido Revolucionario Cubano; muchos hombres de bien blandieron ese pensamiento, con la grandeza de quienes trascienden y van más allá de su tiempo. Pero nadie lo hizo como el Comandante en Jefe.