Un recuerdo de Fidel Castro en su visita a Bolivia
Lo ví varias veces. Una de ellas en agosto de 1993, en La Paz, donde muchachos de secundaria faltaban a clases para pasarse el día en El Prado, frente al hotel Plaza, donde Fidel Castro estaba alojado.
Se sumaban a una espontánea vigilia que no dejaba de corear: 'Fidel, Fidel, que tiene Fidel, que el imperialismo no puede con él' y estallaban de júbilo cuando el nunca mejor llamado huésped ilustre asomaba a la ventana a saludarlos con una sonrisa.
Hablé brevemente con él en la recepción que la Embajada de Cuba ofrecía en su honor.
Siendo Bolivia un país más civilizado que otros en los que reina el odio y la intolerancia, había políticos de todos los colores, que acudían a ver al gran estadista, a la historia en carne y hueso.
Yo era corresponsal de Prensa Latina en La Paz y me había enterado anticipadamente de la confirmación de su visita a la toma de posesión -por segunda y última vez- de Gonzalo Sánchez de Lozada.
Fidel Castro venía invitado por el saliente mandatario socialdemócrata Jaime Paz Zamora.
Solté la noticia un par de días antes de la llegada y salió al aire, rompiendo una costumbre sellada de que nunca se anunciaba previamente un viaje de Fidel, por cientos de razones, o sea cientos de atentados fallidos o planes de atentados de sus enemigos, Estados Unidos a la cabeza.
De La Habana llegaba mi querido compañero y amigo Miguel Lozano, de PL, para la cobertura, y me dijo que al Comandante no le había gustado el asunto del despacho urgente anunciando que llegaba.
En la recepción, me llevó con él y, con el talante propio de los cubanos, le dijo algo así como 'le presento a nuestro corresponsal, el que tiró la noticia de que usted venía'.
Con una amabilidad propia de su carácter extremadamente fino y cordial, caminó unos pasos entre Lozano y yo y me dijo, con voz suave, que sus salidas al exterior nunca se anunciaban por exigencias de la seguridad, que lo tome en cuenta, pero que no me preocupe, que cada uno hace su trabajo y que yo siguiera haciendo el mío.
Esto me lo guardé desde entonces en el recuerdo y en el corazón. Y hoy, recordando el cumpleaños del líder cubano que le cambió la vida a mi generación y a la anterior, y a muchas más.
Lo cuento ahora como homenaje a quien, cuando dentro de millones de años no sean más que petróleo sus ofensores, que se revuelcan en el odio sin resignarse a la grandeza de Fidel Castro; millones de jóvenes seguirán creciendo con su ejemplo.