Agradecidas
La solidaridad y el cariño de quienes la rodean y la responsabilidad estatal hacia los más vulnerables han tejido una red suficientemente fuerte para contener los golpes que les ha propinado la vida a Georyana Cruz y su hija Elizabeth Calzadilla, residentes en el Consejo Popular El Sitio.
Por eso la amorosa madre no se siente sola mientras atiende minuto a minuto a su pupila de 17 años, quien permanece gran parte del día tendida en un sofá, pendiente de la televisión, aunque a veces le resulta imposible comprender lo que sucede a su alrededor. Una década atrás a la muchacha le diagnosticaron un tumor cerebral.
«Somos centro de muchas atenciones. Esta casa, todavía en construcción, la usaron como Oficoda y luego estuvo mucho tiempo abandonada hasta que me la otorgaron para transformarla en vivienda. El gobierno me dio un subsidio de 80 000 pesos con todas las facilidades para comprar los materiales.
«Hoy tenemos tres cuartos, la cocina, el baño, el comedor, la sala y un pasillo. Quedan cosas por hacer, como el repello de algunas paredes, pero eso llegará poco a poco. Mi papá me ha ayudado mucho y los vecinos también, movilizados por Tata (Melvis Leyva Cuenca), la presidenta del Consejo Popular. Ella nos visita casi todos los días para saber cómo van las cosas. Elizabeth se alegra mucho cuando la ve.
«La casa es una bendición. Vivíamos con mi mamá, pero la niña empezó a sufrir una alergia que le causaba pequeñas llagas en la piel y fue necesario ingresarla. Los médicos nos recomendaron cambiar de residencia. Me dirigí a “Tata” y comprendió nuestra situación desde el primer momento. Nos ayudó en los trámites».
A través del sistema de ayuda social recibieron el televisor y el refrigerador hoy ubicados en la sala y el comedor, respectivamente. Por la misma vía se les garantiza a ambas el dinero del pasaje necesario para emprender los viajes desde El Sitio de esta zona del Plan Turquino hasta la capital del país, a la que acuden frecuentemente para materializar consultas específicas, a cargo de reconocidos médicos. Todo eso es aparte del respaldo que les proporciona la pensión mensual que recibe Georyana por ser madre soltera a cargo de la hija enferma.
A pesar de la severa patología, Elizabeth pudo continuar estudiando hasta noveno grado. Indistintamente le impartieron clases cuatro docentes calificados, quienes la visitaban varias veces a la semana. Combinaron paciencia, amabilidad y conocimientos pedagógicos para vencer en lo posible la baja asimilación de la niña a causa del trastorno cerebral.
A todos agradece Georyana lo hecho, aunque admite que la hija siente preferencia por la maestra Elvia, quien estuvo junto a ellas durante los últimos tiempos. Llegaba a la casa como cualquier otro miembro de la familia, impartía las clases con mucho amor, combinándolas con juegos para evitar rechazo. Ayudaba en las tareas domésticas si era necesario. Se hizo querer mucho, dice.
Asevera que al pensar en las personas que las han ayudado, pone en un lugar especial a Fidel, porque fue el más preocupado por los problemas del pueblo.
«¿Se imaginan lo que nos habría sucedido sin su Revolución?», se pregunta atrapada por la emoción. Entonces recuerda que lloraron mucho cuando el líder cubano emprendió su viaje a la eternidad. Estaban en La Habana, en una de las consultas que jamás han pagado o pagarán.