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Vivencias de una heroica hazaña

Estado en que quedó la Estación de Policía luego de la acción revolucionaria (la foto fue tomada en los primeros años de la Revolución). Hoy día se erige aquí el Museo de la Clandestinidad
Estado en que quedó la Estación de Policía luego de la acción revolucionaria (la foto fue tomada en los primeros años de la Revolución). Hoy día se erige aquí el Museo de la Clandestinidad

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23/11/2016

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Revista Bohemia

 El alzamiento de Santiago el 30 de noviembre de 1956. Concepción de una estrategia. Hechos más relevantes. El incuestionable apoyo popular  
 
Periodistas. —Las revistas BOHEMIA y Verde Olivo cumplen con este encuentro entre actores de un hecho tan significativo como el 30 de noviembre, un objetivo muy imponente de la prensa cubana: mantener viva la memoria histórica. […] de esa acción, de la cual nunca es mucho lo que podamos decir a las nuevas generaciones.
 
Tenemos el privilegio de estar con ustedes y escuchar sus vivencias. No es nuestro objetivo una historia detallada de todas y cada una de las misiones orientadas, ni tampoco agotar el período previo de organización militar y política, sino reflejar motivaciones o acontecimientos que permitan a nuestros lectores conformarse una idea general y lo más cercana posible a aquella gesta del pueblo santiaguero.
 
Iniciemos este diálogo colectivo con algo que llama la atención: la inmensa confianza que la dirección provincial del Movimiento 26 de Julio tenía en la población, pues resulta evidente que siempre esperaron esa reacción. ¿Qué piensan ustedes al respecto?
 
Reinerio Jiménez Lage: —Mira, sobre el particular te puedo asegurar que jamás cupo en nosotros la idea de que Santiago nos iba a virar la espalda a la hora cero. Simplemente no fue una reacción espontánea, ya era un sentir desde el mismo 10 de marzo de 1952. Recuerden que a partir de entonces la repulsa al régimen se hace cotidiana: en los centros de enseñanza, de trabajo, en los parques y en cualquier lugar. Los nombres de Frank País, Pepito Tey, Oscar Lucero, Félix Pena y de otros jóvenes estaban en boca de todos, porque ellos siempre aparecían a la vanguardia de cuanto acto político antibatistiano se producía.
 
Casto Amador: —Debo agregar que esa confianza era ilimitada. No vayan a pensar que digo esto porque seamos santiagueros, o tan siquiera por el incuestionable aporte a las guerras de independencia —36 generales—, sino que haré mención exclusivamente a lo que pasó el propio día del cuartelazo. Aun hoy me parece ver y escuchar cómo la gente se reunía y comentaba a toda voz su inconformidad, y también cómo un número indeterminado de personas se mantuvo por los alrededores del parque Céspedes, en espera de unas supuestas armas que debía entregar la guarnición del Moncada. En esa incertidumbre permanecieron hasta el mediodía, en que se dieron cuenta de que todo era un cuento.
 
Vilma Espín: —Casto señalaba lo del 10 de marzo, que fue impactante, pero también se debe mencionar como antecedente lo ocurrido el 26 de julio de 1953. Esa mañana había una efervescencia extraordinaria, y la gente no estaba viendo si había policías o soldados para emitir sus criterios abiertamente. Aun guardo en mi memoria la escena aquella en que un señor ya mayor decía: “¿Por qué esta gente no nos ha avisado, si este pueblo se alza con ellos?”. Un policía que escuchó la expresión le miró fijamente, pero optó por callarse.
 
Reinerio Jiménez Lage: —Sumada a esa actitud siempre consecuente de Santiago está el hecho de que antes del 30 de noviembre habíamos realizado muchos sabotajes, atentados, asaltos a armerías y a la estación de policía de El Caney, y en ningún momento nos capturaron armamentos, ni casas con dinamita, ni interceptaron ningún grupo. En primer lugar ello habla de la eficiencia del Movimiento 26 de Julio en Oriente, organizado por Frank, pero también de la comprensión popular dado que no debe pasarse por alto, a pesar de nuestra discreción, que tales trasiegos en una ciudad relativamente pequeña como Santiago, en aquella época, por fuerza debían trascender de una forma u otra.
 
Periodistas: —Ustedes recibieron la orden de acuartelarse en los lugares previstos, el día 29. Las investigaciones posteriores muestran que los combatientes sabían que había llegado el momento, pero no sabían qué hacer ni cómo.
 

Otro de los objetivos de ataque era la Policía Marítima.


Abelardo Colomé: —En aquel momento a mí no se me podía dar toda la información, yo era soldado de fila, pero teníamos que apoyar algo y nos lanzamos a la calle a combatir, a apoyar algo y contra el ejército que nos parecía una cosa enorme, una maquinaria monstruosa. Mucho más en la época esa en que uno tiene 16 o 17 años, cuando las cosas uno las sobredimensiona, y solo se tiene como armamento una ametralladora, una pistolita o una escopeta.
 
Casto Amador: —Desconocíamos el plan global que tenía Frank en su cabeza, pero ciertamente a mí me da la impresión de que él veía la situación con unas perspectivas extraordinarias de lo que se podía hacer en Santiago.
 
Vilma Espín: —Bueno, él sí comunica a los jefes de grupos, tres días antes, que vayan a chequear los objetivos a atacar, que preparen los fusiles y lo de las medicinas.
 
Hora de la acción
 
[…] Vázquez García: —En la madrugada del 30 se nos explicó en detalles la tarea y cuál era el objetivo que habríamos de atacar: el cuartel de la Policía Marítima. Todo el mundo ya tenía puesto su uniforme verde olivo. Para la acción teníamos listos dos carros: el Chevrolet 54 que yo había alquilado el 27 y un Chrysler negro del año 53, propiedad de un compañero.
 
 
Entre las cinco y media y seis y cuarto de la mañana varios compañeros salieron vestidos de civil: unos con la tarea de ver el panorama y el resto para tomar la posta que se hallaba delante de la Aduana, en cuanto vieran nuestros automóviles. Un cuarto de hora después nos pusimos en marcha.
 

En esta casa de la calle Santa Lucía y San Pedro,
en Santiago de Cuba, radicó el Cuartel General
del levantamiento de la ciudad
santiaguera para apoyar el desembarco.


“Íbamos a poca velocidad porque debíamos llegar a nuestro punto a las siete, para coincidir con el morterazo que debían disparar Josué País y Léster Rodríguez. Sin embargo, esto no se produjo, pues ambos compañeros habían caído presos esa madrugada.
 
“El ataque duró unas dos horas. Sabíamos que acababa de producirse el cambio de guardia y había relativamente pocos efectivos de la tiranía en la instalación. Si mal no recuerdo. Obtuvimos alrededor de 42 fusiles. En la retirada no hubo un solo ciudadano, uno solo que dijera cogieron por ahí o por allá”.
 
Menéndez Tomassevich: —De la solidaridad de Santiago tuve experiencias cuando estuve escondido después de la fuga. Un día íbamos Colomé, Félix Rodríguez (hermano de Léster) y yo en un carro. Un “yipi” lleno de soldados nos seguía. Les tiramos y ellos ripostaron. Salimos corriendo del auto y cada uno cogió por donde pudo. Y luego, cuando ya había perdido la pista del “yipi”, fui caminando pegado a las paredes, a las puertas, donde la gente se pone a coger fresco sentada en un balance. De esa manera me sentía con una confianza absoluta de que, en caso de peligro, me metía en una vivienda y estaba resguardado.
 
Significación del 30 de noviembre
 
Periodista: —Conocidos algunos aspectos sobresalientes de aquellas horas, cuáles pudieran ser a juicio de ustedes, los resultados políticos, militares y sociales más relevantes de esa experiencia.
 
Jiménez Lage: —Una de las conclusiones que saco es que se probó la organización a gran escala y fortaleció el Movimiento a nivel de zonas. Por otra parte, aquel fogueo permitió empezar a garantizar la retaguardia del futuro Ejército Rebelde en las montañas. No por azar la mayoría de los que vistieron el uniforme verde olivo en ese momento, fueron después los que integraron el primer refuerzo —50 en total—para la Sierra Maestra.
 
“Podemos asegurar también que aquella experiencia sirvió para conocer y conocernos a nosotros mismos”.
 
Colomé Ibarra. —En primer lugar, creo que la explosión que hubo en Santiago, canalizada por las acciones de ese día, logró que se aglutinaran una serie de sectores de todo tipo, no podemos decir por problemas de clases, sino todos los factores, todas las  capas se fueron sumando.
 
“Ahora, desde el punto de vista de ayuda efectiva, se volvió un contrasentido, porque provocamos un avispero antes de tiempo por las conocidas razones. Se produce el levantamiento en la ciudad, pero qué es lo que hace, qué es lo que trae eso aparejado, que manden toda una serie de refuerzos, que se pongan en vigilancia todos los sistemas de investigaciones represivas de la dictadura.
 
“A pesar de esa no coincidencia en el tiempo-levantamiento-Santiago-desembarco de los expedicionarios del Granma, y de la represión posterior, el 30 de noviembre hizo revivir el movimiento de lucha armada, cuya fuerza impulsora más cercana había estallado el 26 de julio de 1953. Cuando ocurren los sucesos de Alegría de Pío y demás acciones bélicas, la población ya está sensibilizada y dispuesta a colaborar y participar en el combate contra la dictadura.
 
Fragmentos de un trabajo publicado en BOHEMIA el 3 de diciembre de 1976