Junto a un sagaz guerrillero
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“Entré en la Sierra el mismo día del ataque al Uvero, el 28 de mayo de 1957, como parte de un destacamento de 10 holguineros y otros 15 hombres de Manzanillo, Campechuela y Niquero, incorporados por Celia. Los de Holguín llevábamos 10 buenos fusiles, uniformes, mochilas, cantimploras y bastantes balas”.
Así rememora el hoy comandante del Ejército Rebelde Delio Gómez Ochoa su ingreso a la guerrilla, en la cual entonces no pensaba quedarse por considerar que en el llano podría ser más útil en la recopilación de armas y otras vituallas. Esa tarde emprendieron la marcha y el día 30 llegaron a Providencia, guiados por Rafael Castro, un comerciante que abastecía a la tropa; el 31 dieron varios viajes con mercancías hasta la casa de Ramón Corría, en el alto de la Maestra, lugar donde permanecieron aproximadamente una semana.
Sin retorno
El encuentro con Fidel ocurrió alrededor del 10 de junio. “Se entusiasmó con la cantidad de balas llevadas por nosotros, de las cuales repartió una parte entre los combatientes y con el resto creó una reserva; asimismo distribuyó a los recién llegados entre los distintos pelotones, y quedé con solo cinco hombres.
“Le manifesté mi intención de retornar a Holguín y me aconsejó no hacerlo hasta que el grupo se aclimatara a los rigores de la guerrilla; finalmente me pidió que permaneciera allí porque en el llano podría complicarme y ser asesinado”.
Se sucedieron las largas caminatas por las montañas, y los combates, emboscadas y escaramuzas, y a principios de 1958 Delio Gómez se hallaba al frente de los pelotones de la Columna No. 1 José Martí, personalmente comandada por el jefe del Ejército Rebelde. En abril fue ascendido a comandante y nombrado segundo jefe de esa fuerza.
Señala que Fidel imaginaba cosas para muchos imposibles de realizar, y les demostraba lo contrario, de ahí ese “sí se puede” del cual habla Raúl.
Inédita disciplina militar
Cuenta nuestro entrevistado que en el Ejército Rebelde no se podía hablar en voz alta, de ahí que si se entraba a la Sierra Maestra no se le pudiera localizar. Producir cualquier tipo de ruido constituía un delito, y era sancionado de acuerdo con su trascendencia; eso se correspondía con lo estipulado en el código del ejército mambí, allí vigente. Expresa Delio: “Fidel implantó una disciplina de características inéditas, pues en mi opinión ningún otro ejército del mundo la ha tenido igual que aquella tropa compuesta por personas procedentes de las capas más humildes de la población”.
La perspicacia del jefe
En cierta ocasión se realizó una acción en Manzanillo. El objetivo era atacar la cárcel y atraer al ejército batistiano hacia el lugar donde esta se encontraba. Las fuerzas fueron distribuidas en distintos puntos, y en el caso del establecimiento penitenciario se había planificado colocar una mina en medio de la carretera cuando el enemigo arribara al lugar y hacerla estallar mediante un fulminante, pero fracasó. Al frente de esa emboscada se encontraba el capitán Eduardo Sardiñas Labrada, Lalo.
“Fidel siempre nos dijo que una operación había que planificarla bien, para estar seguro, y tener en cuenta todos los detalles, porque aun bien planificada puede fracasar por un mínimo detalle. Aquella fracasó sin que nadie pudiera explicarse la causa, mas Fidel la descubrió.
“Humberto Rodríguez Díaz, posteriormente traidor, era quien llevaba el fusil para explotar el fulminante. Fidel le preguntó por qué se había retirado sin hacerlo, y Humberto le respondió que lo había hecho, pero la bala de salva no dio fuego.
“Fidel dio cuatro vueltas y me dijo que probara el fusil y le pidió balas a Humberto. Disparé y todo salió bien; lo hice de nuevo y el resultado fue idéntico. Fidel le preguntó cuántas balas tenía que eran todas, porque descontando las que yo disparé, le quedaban cuatro. Le dijo que merecía ser fusilado por mentiroso”. Desde luego, que se trataba de un regaño bien merecido, pero no de una amenaza ni el anuncio de una decisión.
Gran estratega y táctico
Conviene Gómez Ochoa que, a pesar de no ser un militar de carrera, en incontables ocasiones Fidel se mostró como un gran estratega y táctico. Y ejemplifica con el segundo combate de Pino del Agua, librado el 16 de febrero de 1958, con el objetivo de atacar el cuartel del aserrío allí existente, liquidar sus postas, y cercarlo. “De acuerdo con las instrucciones recibidas de Fidel, ubiqué los pelotones bajo mi mando en diferentes emboscadas. Lo importante no era tomar el cuartel, sino atacar al refuerzo que acudiera en su auxilio cuando pasara por donde estábamos.
“Con Fidel, en una montañita un poquito más alta que Pino del Agua, situados a 400 o 500 metros más abajo, se hallaban Calixto García, Che, Almeida, Ramiro y Universo Sánchez, además de Quiala, con el mortero y cuatro o cinco ayudantes.
“¿Qué hizo Fidel? Dar rienda suelta a su imaginación. Allí tenía una ametralladora trípode, y el pelotón de Luis Crespo con 15 o 20 hombres. Él había planificado iniciar el ataque con un morterazo contra la instalación donde se encontraban los guardias. Una vez ocupada la posición, indicó lanzar unas cuantas ráfagas de ametralladora, lo cual hizo personalmente, mientras el mortero realizaba seis disparos. Inmediatamente calló la ametralladora y envió a Crespo para una emboscada en un camino que subía de San Pablo de Yao.
“Ante el peligro de que los guardias tuvieran algunas posibilidades de llegar adonde ellos estaban, para asaltarlos y tratar de escapar hacia las lomas, determinó que Calixto, Universo, Ramiro, Che y Almeida, se tendieran y efectuaran fuego escalonado, lo que retumbaba en las montañas como si se tratara de una ametralladora.
“Eso es algo que no he visto que alguien haya dicho o escrito, pero esa era una de las cosas que él más recordaba en la Sierra, al referirse a cómo puede engañarse al enemigo haciéndole creer que allí había una, para que no se arriesgara a entrar.
“Mientras, la ametralladora fue a cumplir otra función, para poder enfrentar al adversario si se presentaba por el camino, en camiones o a pie.
“Se produjo un alto el fuego, y tras un tiroteo las voces de Raúl Castro Mercader avisando que, al parecer, a Camilo lo habían matado, pero afortunadamente solo lo habían herido al tratar de rescatar la ametralladora cogida en un combate anterior, y que los guardias habían recuperado allí.
“En lugar de situar toda la tropa en forma de media luna, coloqué los pelotones de Ramón Paz y Paco Cabrera del otro lado; todos estábamos bien abajo, en espera de la llegada del adversario. De la compañía reforzada que salió de Oro de Guisa, solo 17 hombres avanzaron por donde estaba mi tropa, entre la cual se encontraban Braulio Curuneaux con la ametralladora nuestra, y Alvis Ochoa con un fusil ametralladora; los ubiqué, así como a Suñol, Celso Leyva, Raúl Escalona, en el borde, bien lejos de esta, por el camino que daba hacia abajo, y en el río, y más allá de este, a Paco con dos pelotones.
“Eso demuestra el ingenio militar de Fidel, quien me indicó que si el terreno me lo permitía pusiera una parte así, y la otra a unos 500 metros más allá, ‘que vas a coger la columna completa, y nos vamos a llenar de fusiles’. El enemigo tuvo 10 muertos, tres heridos y cuatro prisioneros; y no nos llenamos de fusiles, pero ocupamos 14. Todo gracias a la capacidad táctica y estratégica de Fidel”.