Alma cubana
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“Vivito y coleando. Preparándose para el Congreso.”
El mensaje o SMS perforó anoche la tranquilidad de una animada tertulia familiar. Demoré un par de horas en ver el celular y después de descubrirlo tardé otro par de segundos para comprenderlo. Sonreí.
“Y no quiere que un presidente gringo lo saque de escena”, respondí.
“Creo que eso mismo lo levantó.”
“No lo dudo.”
Y de que no lo dudo, no lo dudo.
El mensaje me lo envío Mayito, un amigo usualmente absorto en tareas laborales sin fin, rollos domésticos más interminables aún e interpretaciones críticas y sesudas de política. Llegó apenas unos minutos después de reportar el Noticiero de Televisión la reaparición de Fidel, en la escuela Vilma Espín de La Habana.
El motivo circunstancial de la visita fue el natalicio 86 de Vilma. Pero veo la razón profunda en la resistencia a dejar el ring cuando sube al cuadrilátero un presidente norteamericano.
Las miradas o alabanzas de tono compasivo ante los 90 años que cumple en agosto o las loas místicas que en exceso maldito lo han acompañado durante su vida no lo remueven ahora en el sillón de la casa donde permanece casi enclaustrado por motivos de salud. Pero solo hizo falta la llegada de Obama a Cuba para salir de la reclusión.
Publicó la reflexión “El hermano Obama” después de un año de escasa producción editorial. Desde el título volvió a las andadas con la ironía aguda a la que era afín cuando polemizaba con los rivales eternos de la Revolución Cubana. Y ahora asoma ante los niños y profesoras de la escuela -y ante las cámaras de la TV- para hablar de ese auditorio como motivo de satisfacción y alegría para la persona que sacrificó su vida, lucha y muere por la Revolución y dejó sus energías por el camino. Hablaba de Vilma. Y hablaba de otros, presentes. Se resiste a aceptar olvidos o peticiones de olvido.
Los años que arrastra son visibles. Pero la voz se la oí más tersa que en presentaciones anteriores. Más firme. “Está clarísimo”, me dijo Dixie, la mujer con que comparto vida y profesión.
Fidel escapó del retiro, apenas entró en la escena nacional un Presidente norteamericano. Obama vino con discurso amistoso y gestos simpáticamente hollywoodenses. Se merecía la bienvenida. Pero traía también guantes de boxeo. Lo había advertido antes y lo demostró. Solo propuso un estilo de pelea diferente. Y Fidel no soportó ver desde las gradas, en silencio, al relevo de Eisenhower, Nixon, Reagan, los Bush… y de tantos otros que derrotó uno a uno.
Vuelve al ataque el líder de la Revolución. Reencarna como nadie en la historia el orgullo cubano de ser independientes, la dignidad, el patriotismo, el coraje nacional… Un hombre singular que mezcla la lucidez para otear la política y la vida en el planeta hasta distancias casi sobrehumanas, con la capacidad muy cubana de rebelarse ante amenazas. Cualidad conocida en dialecto nacional, fino y tradicional, como cojones.
Hace un par de días, la televisión reprodujo un fragmento de un discurso del año 1980: “…le hemos dicho paladinamente al señor Reagan que no tenemos ningún temor a sus amenazas. Porque, desde luego, hay algo que no nos gusta, y no nos gusta que nos amenacen; no nos gusta que traten de intimidarnos, no nos gusta”. Lo dijo con calma y con una de esas sonrisas un poco callejeras que enardecen a sus compatriotas. “Además, nuestro pueblo hace tiempo que ha perdido ya la idea de lo que es el miedo; hace tiempo que nuestro pueblo ha perdido ya el sabor de lo que es el miedo”.
Fidel es único en la historia. Humano también, reconoció que cometió errores, pero se adelantó, como pocos a visiones de la historia, al extremo de no ser comprendido a veces. Pero ha tenido éxito porque ha interpretado y expresado, también como pocos, rasgos muy reales del alma cubana. Y el alma de una nación no desaparece en unos años, o no desaparece nunca, aunque el Partido avance hacia el próximo Congreso con pasividad y explicaciones de periódico que no convencen a ese mismo pueblo que guarda fidelidad mayoritaria y plural a la historia y a la Revolución que triunfó en 1959. Alma cubana que reacciona cuando descubre a un hombre de 90 años que resurge del silencio, salta sobre las cuerdas de un ring y enfrenta contundentemente al muchacho entrenado por mentores de Hollywood que en vano intentó tomarle la delantera.