Yo si puedo alfabetiza a más de 600 argentinos en diciembre
Un total de 622 argentinos se graduaron en diciembre, la mayor graduación para un mes, al completar el programa cubano de alfabetización Yo, sí puedo, que hoy se aplica en 18 provincias de este país.
Esa cifra elevó a dos mil 288 los alfabetizados en 2014, precisó a Prensa Latina Jorge Padrón, coordinador jefe de la iniciativa en Argentina.
En todas las graduaciones los titulados manifestaron una gran satisfacción por el cumplimiento del programa, señaló el pedagogo cubano, quien junto a otros ocho colaboradores asesoran la aplicación de ese plan de estudio.
"Esas ceremonias se han convertido en los principales actos en las comunidades donde tienen lugar, verdaderas fiestas culturales en las que participan autoridades locales y gente en general que celebran esos logros", describió Padrón.
Con los graduados en 2014, suman más de 27 mil los argentinos que han aprendido a leer y escribir con el Yo, sí puedo, desde que comenzó a aplicarse a partir del 2004.
No fue hasta fines del pasado año en que su implementación tomó carácter de Estado a través del Registro Nacional de Trabajadores y Empleadores Agrícolas, un programa del Ministerio del Trabajo de la Nación, que tiene el objetivo de fomentar el desarrollo social y humano en comunidades rurales pobres.
Para Padrón, el 2014 fue uno de los mejores años para el programa en Argentina, que se impartió en 591 puntos de alfabetización en 18 provincias desde la selvática Jujuy, en el norte, hasta la antártica Tierra del Fuego.
No menos de dos mil voluntarios argentinos se incorporaron como facilitadores para impartir las clases, la gran mayoría jóvenes que trabajan con mucho entusiasmo, apuntó el pedagogo.
La Fundación Un Mundo Mejor es Posible se encarga de gestionar e impulsar en este país la aplicación de ese programa solidario y de la Operación Milagro, gracias a la cual unos 48 mil argentinos pobres han recuperado la visión.
De ellos, más de cuatro mil han sido operados en el pequeño centro oftalmológico que funciona en la ciudad de Córdoba, donde con ayuda cubana y donaciones individuales y de organizaciones argentinas se construye una moderna clínica para ese fin, que incluirá, además, práctica docente.