Fidel: antes y después en la historia rusa y soviética
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Los ojos del teniente general (retirado) de los servicios de inteligencia soviéticos Nikolai Leonov brillan medio siglo después como aquel 27 de abril de 1963, cuando el líder de la Revolución cubana, Fidel Castro, llegó por primera vez a Rusia.
Con un español fluido desarrollado en largos años de servicio en tierras de América Latina, y casi a la edad de 85, Leonov parece mirar al barbudo alto, vestido de verde olivo, que tras 12 horas de vuelo comienza a descender en Murmansk del Tu-114 de fabricación soviética.
La primera visita del Comandante en Jefe Fidel Castro a Rusia tiene un gran interés internacional e histórico incluso ahora, porque ni antes ni después, la Unión Soviética o mi país, independientemente del nombre que lleve, ha recibido un invitado con tantos honores, recuerda el traductor de entonces.
No hubo una visita de estadista que durara tanto tiempo, porque fueron 43 días, lapso durante el cual Fidel recorrió casi todo el país, desde Siberia hasta Ucrania, desde el norte de Murmansk hasta Georgia y Uzbekistán, asegura el oficial.
El autor de una biografía del líder histórico de la Revolución cubana subraya que ningún otro estadista ha tenido la oportunidad de realizar una visita tan grande, tan profunda y tan importante por sus consecuencias.
Por parte de la Unión Soviética, cuyo jefe era Nikita Khrushov, el deseo histórico básico era como dijimos nosotros, explica el también historiador, restañar las heridas que quedaron en el pellejo soviético tras el desenlace de la Crisis del Caribe de 1962.
Khrushov resolvió las cosas directamente con Estados Unidos, sin consultar con Fidel, y claro, esa actuación dejó una huella muy dolorosa en la conciencia de muchos cubanos de aquella época y en el corazón de Fidel también, añade.
Yo recuerdo las manifestaciones en Cuba, los carteles que llevaban los compañeros decían: “Nikita, Nikita, lo que se da no se quita”, se referían a los cohetes, y había críticas muy duras respecto a la postura del dirigente soviético, rememora el teniente general.
Claro que Nikita quería que se olvidaran todos estos rasguños y heridas, y por eso abrió todas las puertas posibles e imposibles, e inaccesibles para otros estadistas del Occidente o el Oriente para satisfacer a Fidel, comenta Leonov.
Él no solamente vio submarinos nucleares soviéticos de aquella época, sino que se metió dentro de uno para ver cómo funcionaba, cómo estaba organizado, incluso quiso ver un cohete instalado en el sumergible, y también se lo enseñaron, continúa el testimoniante.
Visitó una base de cohetes intercontinentales, guardados en los silos estratégicos. Ningún estadista, nunca más, ni antes, ha visitado este tipo de bases coheteriles, advierte el experimentado oficial.
LA UNIÓN SOVIÉTICA POR DENTRO
Por sus méritos revolucionarios, Fidel fue condecorado con la Medalla de Oro y la Orden Lenin, que significa el grado de Héroe de la Unión Soviética, honor raras veces conferido a un extranjero, acota quien acompañó al visitante durante todo el periplo.
Recuerdo que fue honrado como doctor Honoris causa de la Universidad de Lomonosov de Moscú, por sus aportes a la ciencia política, agrega el oficial de alta jerarquía.
Sin embargo, indica, lo más importante para Fidel era conocer por dentro a la Unión Soviética, entender dónde estaba la raíz del socialismo, por qué el estado multinacional llegó a ser tan poderoso.
Y claro, creo que encontró la respuesta en dos factores: el primero, el pueblo. La forma de recibir a Fidel no tiene otro paralelo, sin ningún tipo de presión ni llamado por radio o televisión, la gente salía a las calles espontáneamente para aplaudirlo.
Eso se puede ver en las fotografías de aquella época, que la gente incluso arriesgaba la vida a veces, se subían en los árboles, en los balcones, en las ventanas para ver al héroe cubano. Algo increíble, rememora.
Leonov estima en 25 kilómetros la longitud de la hilera de personas que salió a las calles para recibir al estratega de la Sierra Maestra.
Donde quiera que estuviera Fidel lo recibía la gente con un entusiasmo y una simpatía que nunca yo he visto más en estos 50 años, no he visto un estadista que recibiera tantas expresiones de cariño, de simpatía, de solidaridad, dice el testigo de excepción.
Otra experiencia que captó el comandante cubano es el papel del Partido, porque donde quiera lo recibía siempre la jefatura de esa organización; en la región, la república, donde quiera, y él veía que el esqueleto de la nación, el esqueleto del Estado, era el Partido, evoca el oficial jubilado.
Eso yo creo que sirvió bastante para enriquecer la experiencia política de Fidel. En resumen, fue una visita que como le digo, no tiene absolutamente ningún paralelo en la historia de los contactos internacionales de Moscú con otros estados, insiste el entrevistado.
Al explicar la simpatía y popularidad generalizada del líder cubano entre los soviéticos de entonces y los rusos de hoy, Leonov afirma que se debe a su prestigio como revolucionario de leyenda.
Nadie sabe ni nadie vio las escenas del asalto al cuartel Moncada, hay pocas crónicas en ruso de la guerra en la Sierra
Maestra, pero en la memoria de la gente es un Robin Hood, es un hombre que desafía los peligros, un Don Quijote que arremete contra cualquier mal para enderezar los entuertos de esta Tierra, expresa.
Claro que él no engañaba a nadie, porque tenía una figura grande, poderosa; y una forma de hablar clara, abierta, enérgica, que captaba a la gente enseguida, recuerda el interlocutor.
Todos éramos esclavos del amor que espontáneamente sentíamos por él. Es un caso raro, uno de los estadistas que a partir del asalto al Moncada -son 60 años los que pasaron-, todo el mundo lo respeta, desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha, comenta y sonríe.
Pocos le odian, la mayoría le tiene gran simpatía. Pero todo el mundo reconoce que no hay ahora en el mundo ningún personaje político que pueda compararse con el espontáneo amor y simpatía que por él se siente en el mundo entero. Es una verdad que nadie puede negar, concluye Leonov.