Una carta
De sus asuntos, camarada Castro,
yo no lo vaya distraer.
Pero recuerdo con frecuencia el rastro
de un guerrillero de alto y robusto ver.
Saludos de mi padre y los parientes
de su destacamento nos traía.
Y nuestra choza encorvada y crujiente
era muy estrecha para la alegría.
Me permitía andar con el cerrojo.
me acariciaba con la ruda mano.
i Había oculto en sus cansados ojos
cuánto cariño paternal y humano!
Me cubría con su chaqueta armada del aroma del robledal
y me hacía cosquillas su rizada
barba densa y caudal.
-Hijo del guerrillero, sé valiente.
eres de nuestra sangre obrera-.
Y un terrón de azúcar crujiente
me sacaba de su guerrera.
De ancha frente, grandón, sin dejar rastro
salía de la casa, aún hoy lo vemos.
Perdone, camarada Castro,
pero creo que ya nos conocemos.
yo no lo vaya distraer.
Pero recuerdo con frecuencia el rastro
de un guerrillero de alto y robusto ver.
Saludos de mi padre y los parientes
de su destacamento nos traía.
Y nuestra choza encorvada y crujiente
era muy estrecha para la alegría.
Me permitía andar con el cerrojo.
me acariciaba con la ruda mano.
i Había oculto en sus cansados ojos
cuánto cariño paternal y humano!
Me cubría con su chaqueta armada del aroma del robledal
y me hacía cosquillas su rizada
barba densa y caudal.
-Hijo del guerrillero, sé valiente.
eres de nuestra sangre obrera-.
Y un terrón de azúcar crujiente
me sacaba de su guerrera.
De ancha frente, grandón, sin dejar rastro
salía de la casa, aún hoy lo vemos.
Perdone, camarada Castro,
pero creo que ya nos conocemos.