Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en el acto de conmemoración del centenario de la Protesta de Baraguá, Municipio "Julio Antonio Mella", Santiago de Cuba, 15 de marzo de 1978
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Queridos compatriotas:
Para hacer un profundo análisis histórico de la Protesta de Baraguá, se habría requerido del tiempo que no hemos dispuesto en estos días de mucho quehacer. Por ello, no pretendemos pronunciar aquí una conferencia ni hacer una valoración histórica de aquellos acontecimientos. Venimos aquí para expresar nuestro profundo reconocimiento, nuestro cariño y nuestra admiración a aquel glorioso hecho histórico, y expresar algunas ideas y algunas impresiones de su importancia y de las circunstancias en que se produjo.
¿Cómo sería aquel día 15 de marzo de 1878, hace 100 años? Dicen que aquella mañana, antes de la conferencia, el día era neblinoso; pero nos parece que en muchas cosas sería un día similar al de hoy. Tal vez muchos más mangos, que hoy no existen por el efecto del tiempo, del descuido, e incluso quizás del avance de las grandes plantaciones cañeras que establecieron aquí los monopolios extranjeros. Pero sin duda había un sol como este, unas montañas como aquellas que se divisan en el horizonte y unos hombres representando a nuestro pueblo, como los hombres que aquí se encuentran en la tarde de hoy (APLAUSOS).
Hace unos minutos observábamos a los pioneros que van a escenificar después de este acto la Protesta de Baraguá. Son niños de una escuela del central "Mella". Y cuando los observábamos —unos representando a los cubanos, otros representando a los españoles—, nos decíamos: más o menos como estos niños fueron en un tiempo aquellos hombres que escribieron una página tan brillante en la historia de nuestra patria.
¿Por qué tiene tan extraordinaria significación en la historia de nuestro país la Protesta de Baraguá? ¿Y qué fue la Protesta de Baraguá? ¿Qué es y qué será siempre la Protesta de Baraguá?
Los cubanos habían luchado heroicamente durante casi 10 años. Bien puede decirse que en ninguna parte de este continente un pueblo luchó tan heroicamente y durante tantos años, en condiciones tan difíciles, por su independencia.
Cuando las colonias inglesas de Norteamérica —que hoy constituyen Estados Unidos— se liberaron, recibieron la ayuda de otras naciones; ejércitos incluso de otras naciones los fueron a ayudar, en un inmenso territorio. Cuando lucharon por su independencia a principios del siglo pasado las naciones de Centro y Suramérica, lucharon todas juntas, iniciando el combate cuando la metrópoli española estaba ocupada por el ejército francés, y pudieron constituir Estados y países independizados en medio de la guerra, organizar ejércitos y recibir la ayuda exterior.
¡En qué condiciones tan distintas luchó nuestro pueblo en 1868! Una isla, sin ninguna ayuda exterior, sin ningún suministro. Si acaso, se puede hablar de escasos desembarcos de armas, enviados con grandes sacrificios y dificultades por los ciudadanos emigrantes que se encontraban en el extranjero. Y no era un conjunto de países los que luchaban contra España, sino un solo país, una pequeña isla, de una población que no alcanzaba el millón y medio de habitantes. Y ese pueblo se enfrentó a una de las más grandes potencias militares de aquella época, sin suministros de nadie, sin ayuda de nadie, y sostuvieron aquella guerra durante 10 años.
Si cuando empezó la lucha en 1868 había 13 000 soldados españoles en nuestro país y los cubanos combatientes nunca llegaron a rebasar la cifra de unos 8 000, al final de la contienda había apenas 4 000 cubanos contra 100 000 soldados españoles.
Aquella lucha no culminó en la independencia. El movimiento patriótico sufrió —no podemos decir una derrota— un importante revés.
Muchas pueden ser consideradas las causas de que en aquellas circunstancias nuestro pueblo no hubiese podido conquistar la independencia. Tal vez pueda ser más fácil ahora juzgar los hechos; tal vez pueda ser más fácil hacer el papel de críticos. A la distancia, se puede apreciar que, por ejemplo, cuando los cubanos se levantaron en armas, no poseían absolutamente ninguna experiencia militar, ni política. La organización que dieron al ejército y a la República en Armas era compleja. Tal vez no era la que más se adaptaba a aquellas circunstancias. En medio de la guerra desarrollaron una Asamblea Constituyente, algo verdaderamente extraordinario y noble. De aquella Asamblea surgió una forma de república, un gobierno, una cámara de representantes. Y tal vez aquella forma de organización no era la más adecuada para organizar y dirigir la guerra. Pero en aquellos tiempos eran los conocimientos que ellos poseían, las ideas prevalecientes, y cada uno de aquellos hombres imaginaba estar cumpliendo con su deber revolucionario y patriótico de la forma más cabal.
El sentimiento nacional no estaba realmente forjado. Y fue precisamente aquella Guerra de los Diez Años la que contribuyó a consolidar definitivamente un espíritu nacional. Entonces existían todavía muchos localismos. Era difícil movilizar fuerzas de una provincia a otra, de una jurisdicción a otra. Los jefes de los distintos cuerpos armados de cada región muchas veces eran algo así como paladines o caudillos de aquellos combatientes. Y los patriotas se enfrentaron con aquellas realidades, con un fuerte regionalismo, un fuerte localismo, que dificultaban la marcha de las operaciones militares.
Surgieron también problemas políticos. Surgieron en algunos jefes ambiciones, surgió la confusión en algunos patriotas. Y así ocurrieron hechos dolorosos, como fue la destitución del Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes. Y no fue aquel el único hecho. En 1875 se producen en algunas regiones sediciones militares, como fue la de Lagunas de Varona, en los momentos precisos en que Máximo Gómez invadía la provincia de Las Villas y necesitaba refuerzos para continuar la marcha de las operaciones militares. Y los esfuerzos que el mando cubano realizaba para reunir aquellas fuerzas que debían apoyar a Máximo Gómez, fueron uno de los factores que contribuyeron a la gestación de la sedición de Lagunas de Varona en 1875. Y más adelante, cuando los españoles, haciendo un último y supremo esfuerzo, enviaron poderosos contingentes de tropas aguerridas a nuestro país para avanzar desde Occidente hasta Oriente y contrarrestar la invasión de los patriotas, surgieron hechos dolorosos, como fue la virtual expulsión de Máximo Gómez del territorio de las Villas, como resultado del acentuado localismo de algunos jefes de aquella región; además, nuevas sediciones militares, como la de Santa Rita, en los mismos instantes en que las tropas de Martínez Campos se aproximaban en su ofensiva a la provincia de Camagüey. Aquella sedición dio lugar a la indisciplina y la insubordinación de unidades enteras, y a la deserción de numerosos combatientes, precisamente cuando el enemigo, con más fuerza que nunca, avanzaba sobre Camagüey.
Aquellas circunstancias fueron creando una situación militar verdaderamente crítica. El enemigo esta vez, con más comprensión del carácter, la pujanza, la firmeza y el heroísmo de los cubanos, no acudía solo a la fuerza; venía realizando una política distinta. Junto al esfuerzo militar, aplicaba medidas totalmente diferentes a las que habían aplicado durante casi toda la guerra los jefes militares españoles.
Ya nuestro Ejército Mambí no tenía aquella disciplina de hierro, aquel respeto ejemplar a los mandos, a los principios revolucionarios adoptados por ellos, al Gobierno Revolucionario constituido. Esos factores debilitaron extraordinariamente nuestras fuerzas en los momentos más críticos, y facilitaron los planes enemigos.
En la región de Camagüey surgió la desmoralización, lo que, unido a la falta de recursos y al cansancio, y en algunos casos aislados a la traición, creó las condiciones que propiciaron lo que se dio en llamar el Pacto del Zanjón, es decir, la paz sin la independencia de Cuba.
A pesar de que los patriotas habían aprobado una ley o un decreto estableciendo la pena de muerte para todo el que se acercara a sus filas con proposiciones de paz sin independencia se crearon unas circunstancias tales que, incluso, aquel decreto fue abolido, y se produjeron los contactos que determinaron los pasos ulteriores en virtud de los cuales se llegó a aquel acuerdo.
Las circunstancias eran sumamente críticas, sumamente difíciles. El hecho cierto es que el 21 de diciembre de 1877 el mando español determinó el cese de las operaciones militares en la región de Camagüey y posteriormente prolongó ese período de cese de operaciones militares, hasta que se produjo el acuerdo o Pacto del Zanjón.
El país estaba realmente ya sin autoridad, y a última hora aquella cámara renunció, y se constituyó un comité que en los primeros días de febrero discutió y acordó la paz sin independencia; acuerdo que de un modo más o menos oficial, puesto que no se suscribió ningún documento, tuvo lugar el 10 de febrero de 1878.
Mientras tanto, ¿qué ocurría en la provincia de Oriente? En Oriente se habían desarrollado magníficos jefes revolucionarios, como en otros lugares de la isla. La lucha había comenzado por esta provincia; Máximo Gómez puede decirse que fue maestro de magníficos combatientes cubanos. Aquí surgieron generales tan distinguidos como Calixto García —que no pudo finalizar la contienda porque había caído prisionero, no sin antes intentar suicidarse— y otros muchos jefes; pero entre ellos descollaba como uno de los más brillantes Antonio Maceo (APLAUSOS).
Maceo, hombre de origen muy humilde y además negro —en una época en que los prejuicios raciales eran muy fuertes en nuestro país—, por sus virtudes, por su ejemplar conducta, por sus méritos, por su valor, por su capacidad, en esas difíciles condiciones de su origen y en las circunstancias de nuestra sociedad en aquella época, comenzó a destacarse, comenzó a brillar. Pero uno de los méritos más extraordinarios de Maceo es que jamás se dejó arrastrar por el envanecimiento, ni por la ambición, ni por los prejuicios. Luchó contra todos los obstáculos imaginables, y se caracterizó siempre por ser un soldado absolutamente leal, disciplinado, respetuoso de las leyes, de los principios revolucionarios, de los mandos superiores y de las autoridades revolucionarias legítimamente constituidas.
Jamás en esos 10 años pudo decirse que Maceo incurrió en el menor acto de insubordinación, no obstante su franqueza, su sinceridad, su valentía para plantear sus criterios y sus puntos de vista, para criticar lo que estuviera mal hecho, para apoyar lo justo. Y mucho menos participó Maceo, sino que por el contrario condenó enérgicamente, con duros calificativos, aquellos actos sediciosos que algunos jefes militares cometieron y que tan caros habrían de costar a la Revolución, como fueron los hechos de Lagunas de Varona o la Sedición de Santa Rita a la cual se le invitó a participar, dando lugar a una histórica carta de enérgico rechazo y condenación a los autores de aquellos hechos (APLAUSOS).
Pero ese ejemplo de Maceo, esa conducta intachable en todos los aspectos, se convirtió en una doctrina, en una verdadera escuela para los combatientes orientales. Y en esos principios se formaron los jefes, oficiales y soldados de las tropas que estaban al mando de Antonio Maceo.
De modo que la Revolución, en gran parte de la región de Oriente donde mandaba Maceo, se mantuvo fuerte, se mantuvo íntegra, se mantuvo limpia de discordias, de divisiones, de indisciplinas, de sediciones. Y hay que decir que el papel del hombre, es decir, el papel de Maceo en aquellas circunstancias, fue decisivo.
Y cuando la tormenta que habría de liquidar la Revolución, o habría de liquidar las esperanzas revolucionarias en aquella guerra, se avecinaba, Gómez y Maceo trataban de contrarrestar aquellos hechos, y trataban de idear la forma de dar la respuesta adecuada a la campaña militar y a la política de Martínez Campos. Pero fue precisamente en los instantes en que se hallaban Gómez y Maceo juntos para elaborar estos planes, cuando se produce el combate en el potrero de Mejías de Barajagua, que dio lugar a las gravísimas, casi mortales heridas de Antonio Maceo, el 6 de agosto de 1877.
De modo que Maceo primero tuvo que sobrevivir en condiciones increíbles, con numerosas heridas; tuvo que ser preservado de la captura por sus compañeros de armas que, con una pequeña escolta, durante semanas y semanas evadieron y se enfrentaron a los esfuerzos enemigos por tratar de capturar al general Antonio. Pero aquel período de gravedad y convalecencia duró varios meses, los meses que fueron precisamente críticos, cuando se iban gestando las circunstancias que dieron lugar al Pacto del Zanjón.
En los primeros días de enero, varios meses después de aquel combate, ya la salud de Maceo se había restablecido y estaba de nuevo al frente de sus tropas. Pero en aquellos momentos los patriotas orientales tenían una gran escasez de alimentos, de armas y de municiones.
¿A qué se dedicó Maceo en aquellos días, cuando ya incluso se había producido un alto al fuego en Camagüey que él ignoraba? Se había dedicado a combatir; y a combatir para suministrarse, sobre todo de armas y de municiones. Y fue precisamente en esos días vísperas del Zanjón, cuando ya existía el alto al fuego en Camagüey y en otras regiones, que Maceo libró algunas de sus más importantes acciones militares.
Se dedicó a atacar las columnas de suministros españoles, haciendo bueno aquel principio de que las armas revolucionarias, en determinadas circunstancias, hay que arrebatarlas al enemigo (APLAUSOS). Sus fuerzas, en 15 días, liquidaron dos convoyes y dos batallones de aguerridas tropas españolas. Y el propio Maceo participó personalmente y dirigió las operaciones en tres de ellas, que se han recordado mucho en estos días. Una columna de suministros avanzaba desde Palma a Florida; en el trayecto entre Palma y Victoria las fuerzas de Maceo atacaron el convoy español, derrotaron la custodia y se apoderaron de los suministros y de las municiones que tenía aquel convoy: 50 000 balas. Eso ocurrió el 29 de enero.
Cuatro días después, o seis días, es decir, el 4 de febrero, una columna de tropas españolas choca con las fuerzas de Maceo. Pero lo extraordinario es que en ese momento Maceo no andaba a caballo. Hay que decir que en aquellos días finales de la guerra las fuerzas patriotas no tenían ni caballos. Una parte de la fuerza de Maceo había sido enviada la noche anterior a otro punto, y Maceo se quedó con 38 hombres. Con sus 38 hombres rechazó el ataque de la columna y la cercó. Y es increíble, pero verdaderamente increíble, que con solo 38 hombres prácticamente liquidó el Batallón de Cazadores de Madrid en un día (APLAUSOS), al que le hicieron, según datos históricos, 260 muertos y 70 prisioneros, muchos de ellos heridos. Eso ocurrió el 4 de febrero de 1878.
Tres días después, con las armas, los suministros y las balas adquiridas, le salen al paso a otro batallón español, de los más veteranos, de los más aguerridos: lo cercan, combaten durante más de tres días contra aquel batallón, y lo derrotan. Se dice que de aquel batallón solo escaparon ilesos 25 hombres: los demás estaban muertos o heridos, y los pocos que se salvaron se debió al refuerzo de una poderosa columna española que acudió en su rescate. Acababa de derrotar Maceo y sus fuerzas en ese momento al famoso Batallón de San Quintín (APLAUSOS), una de las mejores unidades españolas, en el combate denominado Camino de San Ulpiano. De modo que en dos combates, el de la Llanada de Juan Mulato y el del Camino de San Ulpiano, liquidó estos dos batallones españoles en menos de una semana; el primero con 38 hombres, puesto que el grueso de sus fuerzas lo había enviado a otra misión, y el otro con el conjunto de sus fuerzas. Pero fueron dos impresionantes combates, y dos grandes derrotas españolas.
Se habla de las distintas batallas, y todas tienen su importancia. Se habla de Palo Seco: fue una gran batalla, fue una carga de caballería de Máximo Gómez que, como un relámpago, cayó sobre las tropas españolas y liquidó un batallón (APLAUSOS). Se habla de Mal Tiempo, cuando la invasión; una carga al machete de Gómez y Maceo, conjuntamente, que liquidaron al batallón español —creo que se llamaba el Batallón Canarias. Pero la historia, por lo menos la que nosotros estudiamos en otra época, no hablaba lo suficiente de esas dos batallas tan importantes de Maceo, de un mérito extraordinario por el momento y las circunstancias en que se producen.
Ahora, lo doloroso, lo que sorprendió y dolió profundamente a Maceo y sus fuerzas, fue la noticia de que, en los instantes en que ellos terminaban el combate del Camino de San Ulpiano, se acababa de firmar en Camagüey el Pacto del Zanjón. Y Maceo, indignado, amargado, se preguntaba qué dirían sus hombres, qué dirían sus compañeros, qué dirían los heridos, cómo se podía justificar ante sus muertos, los que había tenido en aquellos combates, si en esos precisos instantes se estaba firmando la paz sin la independencia.
Y aquella paz sin independencia realmente se había hecho sin consultar a todas las fuerzas, puesto que las fuerzas de Maceo, una de las más importantes de la Revolución, no habían sido consultadas.
Fueron esos factores los que determinaron una conducta, una actitud y un gesto que señalan una de las más extraordinarias proezas patrióticas de nuestras guerras de independencia, de nuestros combatientes revolucionarios, que fue la Protesta de Baraguá (APLAUSOS).
Sencillamente, Maceo y sus fuerzas orientales no se resignaban a la paz sin la independencia (APLAUSOS). Tan pronto supo aquello, tan pronto fue informado de los acuerdos o pactos del Zanjón, noticia que conoció oficialmente por una comisión que llegó después que todo aquello había sido hecho, por dos comisionados y por un tercer patriota cubano, uno de los más grandes patriotas, Máximo Gómez (APLAUSOS), que no formaba parte de la comisión pero que, ante las circunstancias y determinado a salir del país, había decidido hacer escala primero en Oriente, visitar a Maceo y despedirse de él.
Porque entre Maceo y Máximo Gómez existió siempre un gran cariño, una gran admiración y un gran respeto. Máximo Gómez fue maestro de Maceo, y Maceo fue el más brillante alumno de Máximo Gómez.
Y fue dramática aquella entrevista, en que Máximo Gómez estaba absolutamente convencido de que no existían —en esas circunstancias— posibilidades de continuar la guerra por todos aquellos factores que se habían producido, y Maceo que estaba decidido a continuar la guerra. Maceo quería que Gómez se quedara. Incluso le preguntó si lo iba a dejar solo en aquellas circunstancias. Ambos eran hombres de profundas convicciones, Maceo tenía la suya, Gómez la suya y además una gran experiencia, era el más experimentado de todos los jefes militares cubanos y estaba convencido de que no existían condiciones para continuar la guerra; se despidió y se marchó del país.
Maceo adoptó las disposiciones pertinentes, reunió a sus jefes, los consultó y decidió, de manera formal, expresar su desacuerdo con el Pacto del Zanjón.
Algunos se preguntarán: bueno, si Maceo quería continuar la guerra ¿para qué tenía que reunirse con Martínez Campos y decirle que estaba en desacuerdo con la paz? Había una razón muy importante: de la misma forma que en el Zanjón se había oficializado en nombre del pueblo en armas el cese de la guerra, Maceo quería incuestionablemente ante el mismo jefe y ante las mismas autoridades españolas expresar oficialmente su desacuerdo con el Pacto del Zanjón (APLAUSOS).
Gómez explica que Maceo tenía, además, otras intenciones, que quería ganar tiempo en aquellas circunstancias tan difíciles, y le había dicho que con tiempo se podían hacer muchas cosas. Incluso Gómez le aconsejó que si pedía un cese de las hostilidades lo hiciera por el tiempo mayor posible para organizarse. Fue cuando Maceo escribe la carta el 21 de febrero a Martínez Campos, carta muy inteligente, carta muy revolucionaria e, incluso —podríamos decir—, carta muy leal, y le plantea la suspensión de las hostilidades por cuatro meses, puesto que quiere consultar con todos los distritos de la jurisdicción de Cuba, como se llamaba entonces. Y le plantea que quiere tener una entrevista, para saber qué ventajas podía representar para Cuba la paz sin independencia; pero le expresa con claridad a Martínez Campos que no es para llegar a ningún acuerdo, es decir, se lo advierte. Nos vamos a entrevistar, pero no para llegar a ningún acuerdo. Queremos que se nos explique qué ventajas puede haber para Cuba con la paz, sin la independencia.
De modo que Maceo hace dos cosas: trata de ganar tiempo; pero sobre todo, lo más importante, se propone de manera oficial y ante el mismo general en jefe español, ante el mismo con el cual se había pactado el Zanjón, expresarle que está en desacuerdo con aquel pacto y que se propone continuar la lucha (APLAUSOS). Porque lo esencial, lo esencial del problema es que Maceo no estuvo de acuerdo, en lo más mínimo, ni un solo segundo con el Pacto del Zanjón; Maceo no estuvo de acuerdo, ni vaciló un solo segundo, en rechazar la paz sin independencia; su propósito era rechazar el Zanjón y continuar la guerra. Para eso convocó al jefe enemigo.
Y eso se ve muy claro, cuando se leen los relatos históricos de la gloriosa Protesta de Baraguá. Maceo se reunió con Martínez Campos —como él le había dicho en su carta— no para acordar nada, porque ahí no se acordó nada. Si algo se acordó en Baraguá fue que ocho días después se rompían otra vez las hostilidades y continuaba la guerra (APLAUSOS).
Comienza diciéndole que está en desacuerdo con lo pactado en el Zanjón, continúa expresándole personalmente, o a través de sus compañeros de más confianza que ellos lo que quieren es la independencia. Al extremo que Martínez Campos dice que si hubiera sabido que querían una reunión para pedir una cosa imposible, no se habría reunido.
Pero hay, en medio de esto, algo que tiene un gran valor, porque uno de los ayudantes de Maceo entonces le explica a Martínez Campos. Dice en esencia: "Bien, usted dice que no pueden dar la independencia. ¿Podrían dar la libertad a los esclavos?"
Es decir que lo que plantean los cubanos en la Protesta de Baraguá, primero: quieren oficializar su desacuerdo y romper el Pacto. Ese fue el objetivo político número uno. Dos: decirle que rompían el Pacto, porque no aceptaban la paz sin independencia. Pero tientan al español, y le plantean: "Ya que dicen ustedes que no pueden dar la independencia, ¿por qué no se comprometen a dar la libertad de los esclavos?"
Es decir que las dos grandes demandas en la Protesta de Baraguá eran la independencia de Cuba y, en último extremo, si no hay independencia de Cuba que haya libertad para los esclavos (APLAUSOS).
En el Zanjón se acordó la libertad para los esclavos africanos y colonos asiáticos, que militaban en ese momento en las filas del Ejército Libertador. Pero muchos de los esclavos y colonos asiáticos que habían participado en las filas del Ejército Libertador, habían muerto en los combates, ya quedaban muy pocos; mientras en el Occidente del país —no podría decir ahora cifras exactas—, en 1878 calculo que quedaban todavía cientos de miles de esclavos, tal vez 150 000, tal vez 200 000, tal vez 250 000.
Y esto es muy importante, cómo en la Protesta de Baraguá no se planteó solo la independencia, sino también de ser esto imposible, por lo menos, la libertad de los esclavos o seguiría la lucha, lo cual le da una magnitud que tal vez no resaltaron en el pasado los burgueses, limitándose solo al punto de la independencia, queriendo ignorar este aspecto político de la protesta cuando la esclavitud era el problema social más importante de la época. La liberación y el cese de la esclavitud eran, desde el punto de vista social, una de las más justas demandas de los revolucionarios en armas.
Y por eso, ¡qué hermoso camino desde el instante en que Carlos Manuel de Céspedes libera a los esclavos, hasta el minuto en que Maceo le plantea a Martínez Campos en Baraguá la libertad de los esclavos como condición mínima para que pudiera haber paz en nuestro país! (APLAUSOS)
Esa es la esencia de la Protesta de Baraguá. Maceo y los cubanos se proponían proseguir la guerra y, efectivamente, acordaron el rompimiento de las hostilidades para el día 23 de marzo. Ellos todavía tenían esperanzas de mantener en alto la bandera de la independencia y de la guerra; pero, cuando se rompen las hostilidades, se enfrentaron a problemas serios. Primero, la desmoralización que había cundido en muchas fuerzas, las fuerzas de Las Tunas, de Bayamo; en Holguín había problemas serios, Manzanillo; la paz ya acordada en el centro, en Camagüey; en Las Villas la paz acordada, excepto un grupo de valientes que se mantenía luchando. Entonces Martínez Campos pudo concentrar todo su esfuerzo en la región donde operaban las tropas de Maceo, y seguía con una política inteligente.
Y según narra la historia, cuando se rompen las hostilidades el día 23 y los cubanos se encuentran con las primeras fuerzas españolas y les abren fuego, las tropas españolas no respondían al fuego; cosa insólita, gritaban: "¡Viva la paz! ¡Viva Cuba!" Incluso, se dice que algunas columnas veían caer hombres heridos o muertos, y no respondían al fuego, en el intento político de Martínez Campos para debilitar la moral y para lograr la paz, reblandecer aquellas fuerzas. No hay duda de que aquella política en general reblandeció a muchos combatientes en aquellas circunstancias. Hasta los primeros días de abril los españoles no respondieron al fuego cubano. Pero lo esencial: el ejército español se concentró entero sobre las tropas cubanas y desató una persecución implacable. A ello se unía ya el agotamiento grande de esas fuerzas, la falta de recursos. Y es así como, a pesar de la heroica decisión y firme resistencia, resultó imposible para Maceo y sus combatientes llevar adelante por mucho tiempo la guerra.
Combatieron mientras dispusieron de municiones; y al final no Maceo, sino los miembros del nuevo Gobierno Revolucionario, angustiados por la idea de que en aquella contienda podía perderse la vida de Maceo, por el gran valor y la importancia que esa vida tendría en el futuro para la prosecución de la lucha, de una forma —digamos— más bien astuta, para salvar a Maceo, tomaron el acuerdo de asignarle una comisión en el extranjero para reunir recursos y combatientes con el propósito de continuar la guerra, aunque realmente no pudo obtener en el exterior absolutamente nada.
De modo que Maceo sale sin pactar con los españoles, sin pactar la paz, se marcha al exterior en guerra con los españoles. Los españoles, lógicamente, prefirieron que pudiera salir, les parecía más conveniente, aun cuando Maceo no hizo la paz con los españoles, y se reservó el derecho, con toda libertad y con toda lealtad, sin tener que incumplir ningún compromiso, de continuar en el futuro con la guerra libertadora de nuestra patria.
Hay que decir que dejó realmente a nuestro pueblo una herencia gigantesca, infinita, con esa actitud.
Se ha hablado en estos días por nuestra prensa de todos estos hechos. Se dice que Martí dijo que Baraguá era lo más glorioso. No dijo así Martí. Dijo lo que aparece en ese letrero: "La Protesta de Baraguá, que es de lo más glorioso de nuestra historia" (APLAUSOS). No podía decir de manera absoluta que era lo más glorioso, porque habían ocurrido muchos hechos gloriosos. ¿Y quién puede dudar de que el 10 de octubre de 1868 fue un hecho extraordinariamente glorioso? (APLAUSOS) Y no se trata de comparar unas glorias con otras, unas fechas con otras. Sin 10 de octubre no habría habido 15 de marzo, sin Yara no habría existido Baraguá; ¡pero sin Baraguá, Yara no habría sido Yara! (APLAUSOS)
Lo que sí puede afirmarse es que con la Protesta de Baraguá llegó a su punto más alto, llegó a su clímax, llegó a su cumbre, el espíritu patriótico y revolucionario de nuestro pueblo; y que las banderas de la patria y de la revolución, de la verdadera revolución, con independencia y con justicia social, fueron colocadas en su sitial más alto.
Analizar la historia no es fácil, hacer juicios históricos no es fácil. Se habla de si fue posible o no continuar la guerra, de si la guerra habría podido proseguir sin el Zanjón. Es difícil contestar a esa pregunta. Habría que remontarse mucho más atrás: si los cubanos podrían haber ganado o no la guerra de 1868. Porque la guerra se comienza a perder no aquel día 10 de febrero, no dos meses o tres antes del Zanjón; la guerra se comienza a perder años antes del Zanjón, la guerra incluso no adquiere todo su desarrollo porque la forma de organización del país en armas no fue la más adecuada.
Mucho meditó sobre eso Martí en los años posteriores para darle a la nueva guerra la organización más adecuada que pudiera conducirla al triunfo, sacando las experiencias de la gran guerra de 1868 a 1878.
La guerra se comienza a perder tal vez con la destitución de Céspedes y los problemas y divisiones que creó; la guerra se comienza a perder en Lagunas de Varona, la guerra se sigue perdiendo en Santa Rita, la guerra se pierde con los numerosos actos de localismo y de insubordinación; la guerra se pierde por la falta de apoyo a la invasión de Máximo Gómez hacia Occidente, la guerra se pierde por un conjunto de factores.
Podía ganarse aquella guerra; teóricamente podía ganarse aquella guerra. Pero una cosa es ver los problemas en teoría y otra cosa es ver los problemas como se desarrollan entre los hombres; una cosa es la teoría y otra es la práctica, otra son los hechos. ¿Y qué teoría conocían nuestros patriotas cuando iniciaron su guerra del 68? ¿Qué principios científicos que son hoy claros? ¿Qué técnicas militares que solo la propia lucha y los largos años de la experiencia y la meditación sobre los hechos históricos pueden enseñarnos?
Aquellos patriotas llevaron adelante su esfuerzo con la mejor buena fe del mundo de acuerdo con las experiencias que poseían y las ideas prevalecientes, tanto de tipo político como de tipo militar, en aquella época. Si no hubiera pasado esto, y lo otro, y lo otro, y lo otro, y quién sabe cuántas cosas, se habría ganado la guerra. ¿Se habría podido proseguir la lucha si no se produce el Pacto del Zanjón? Tal vez se habría podido proseguir la lucha, tal vez. Pero, ¿quién se atrevería a afirmarlo con toda autoridad?
Hoy cualquiera de nosotros piensa que si hubiera estado en aquellas circunstancias habría seguido la lucha. Hoy estamos aquí con todas estas experiencias, con toda esta cultura nueva, con todos estos conocimientos. Que tres hombres pueden resistir. Nosotros defendemos un principio: que mientras haya un hombre con un fusil, nadie se debe rendir (APLAUSOS). Nosotros defendemos el principio de que mientras haya un hombre con un fusil la guerra no se ha perdido. Pero somos nosotros ahora, nosotros que hemos recibido una herencia histórica tan valiosa, una experiencia tan grande, una cultura, una filosofía, una serie de principios, y podemos proclamarlo de esa forma, y no solo proclamarlo, sino incluso hacerlo. Pero, ¿podemos comparar la conducta de aquellos hombres con la nuestra? No podemos, ni tenemos derecho moral a compararla, ni podemos por ello sentirnos superiores a ellos en ningún sentido. Las condiciones eran sumamente difíciles cuando se produce el Zanjón, en todos los aspectos: aquellas tropas cubanas no tenían suministros militares de ninguna clase, hacía cinco años que no le llegaba una expedición desde fuera; aquellas tropas cubanas no tenían ropa, ni zapatos, ni apenas alimentos, ni armas, ni municiones, ya no tenían ni caballos. Cuando desfilaba por aquí la caballería me recordaba que en los días de Baraguá ya Maceo no tenía caballo, hacía meses que las tropas de Maceo no tenían ya caballos, estaban a pie. En Camagüey, donde al inicio de la guerra del 68 había más de 350 000 cabezas de ganado, ya no quedaba nada, ni ganado, ni caballos, nada.
Si se pregunta a un revolucionario de hoy, ¡de hoy!, a un hijo de esta Revolución, si en esas condiciones se podía y se debía seguir luchando, dirá lógicamente que sí. Y es correcto, es correcto (APLAUSOS). Pero el revolucionario de hoy tiene otra educación, tiene otros principios, tiene otra herencia espiritual, patriótica. Imagínense aquellos compatriotas, muchos de los cuales eran analfabetos, en aquellas circunstancias, en aquellas condiciones.
Por eso tenemos que ser muy cuidadosos al hacer estos análisis históricos. Hay que pensar que muchos de los hombres que en aquellos momentos pensaron diferente, eran grandes patriotas. Ejemplo: Máximo Gómez. Máximo Gómez no tiene ninguna culpa de lo del Zanjón, en absoluto; y puede decirse que no tiene nada que ver con el Zanjón. Diríamos que fue una víctima de errores que se cometieron durante la guerra, y una víctima del Zanjón. Pero él llegó a la conclusión de que en esas circunstancias no se podía continuar luchando. Algunos le reprocharon por qué no lo impidió. Pero lo que ocurre es que Máximo Gómez, desgraciadamente, tuvo toda su vida el complejo de ser extranjero, el complejo de no haber nacido aquí (APLAUSOS), cuando debió considerarse cubano, ciento por ciento, mil por mil, desde el primer día en que empuñó las armas en favor de la independencia de Cuba. Y luchó 10 años, y fue el más brillante jefe y maestro de jefes cubanos. Sin embargo, cuando el Zanjón se consideraba dominicano, creía que no tenía derecho a inmiscuirse en los asuntos de los cubanos y que los cubanos eran los que tenían que decidir aquello. No solo eso, todavía en 1895, y cuando por fin triunfa, o nace lo que pudiéramos llamar la república mediatizada, y se pudo enarbolar la bandera y decir que éramos un país independiente —que todos sabemos hoy que no lo éramos—, hasta en esas circunstancias todavía Máximo Gómez seguía sintiendo el complejo de ser extranjero. ¿Y qué hombre hizo tanto por nuestra patria como Máximo Gómez? Y junto a Máximo Gómez, pasaron por la amargura del Zanjón decenas, cientos, miles de combatientes que después se caracterizaron extraordinariamente en la guerra de 1895 para llevar adelante la lucha por la independencia.
De modo que nosotros debemos tener mucho cuidado al exaltar y resaltar en todo lo que vale, en toda su extraordinaria magnitud la Protesta de Baraguá, cuidarnos, ser cuidadosos y ser objetivos en los juicios con relación a los demás cubanos que en aquellas desgraciadas circunstancias no tuvieron la visión, ni el espíritu, ni la profundidad, ni la agudeza, ni el genio de Maceo. Yo considero que es correcto y necesario estudios serios sobre estas cuestiones, y se hará, porque las nuevas generaciones, con mucha más preparación, con mucha más cultura, irán penetrando en todos estos problemas de nuestra historia con la mayor profundidad. Ahora bien, seamos cuidadosos al hacer la valoración moral de aquellos hombres. Entremos en la historia, pero primero quitémonos el sombrero antes de entrar en la historia de nuestros patriotas (APLAUSOS).
La teoría es una cosa y la práctica en la realidad de la vida es otra. Hay que pensar que los pueblos y los hombres que hacen la historia no llevan un librito en la mano, guiándose por el librito para hacer la historia. Hoy la política en todos los sentidos es mucho más científica, gracias precisamente a Marx, a Engels y a Lenin (APLAUSOS), que nos enseñaron muchas cosas y muchas verdades y muchas leyes sociales por las cuales podemos guiarnos. Ya nuestra generación, como hemos explicado otras veces, tuvo el privilegio de poder apoyarse en esas leyes y en toda la experiencia, la enorme experiencia de la historia de nuestra patria. Esto es importante. Cuando investiguemos la historia debemos ser todo lo objetivo que sea necesario ser, todo lo honesto, todo lo sincero y críticos que sea necesario ser; ser objetivos, no subjetivos, no analizar los hombres de aquella época con la mentalidad de ahora y los principios de ahora, y cuidarnos de los adjetivos, que bien puede surgir un erudito y decir que Máximo Gómez era un traidor, porque juzgue a Máximo Gómez en el Zanjón y por todo esto, sin tomar en cuenta las realidades objetivas de lo que fue y significó Máximo Gómez.
Cuando salió Máximo Gómez de Camagüey y llegó a Jamaica, lo recibieron poco menos que como un traidor. ¿Quién? La emigración cubana; los que no estaban en Camagüey, sino que estaban en Jamaica. Y hay que decir que Máximo Gómez y la familia de Máximo Gómez pasaron hambre en Jamaica, y que él tuvo que ponerse a trabajar por la comida y 10 centavos. Claro que 10 centavos entonces era un poco más que ahora, ¿no?, pero tuvo que ponerse a trabajar para él y la familia por 10 centavos.
Pero no Máximo Gómez. Cuando Maceo llegó a Jamaica, lo recibieron casi con la misma actitud. ¡Ah!, porque si Maceo había salido en un barco español. Maceo no podía nadar hasta Jamaica, eso era incuestionable. Maceo hizo lo que tenía que hacer, todo lo que tenía que hacer, y se fue a cumplir una misión, y solo pudo salir en esas circunstancias, aprovechando la coyuntura del instante ya que tenía que pasar a Jamaica. Como Lenin, antes de la Revolución Bolchevique, y también actuando con toda la audacia y el valor que lo caracterizaba, pasó en un tren alemán en dirección a su patria (APLAUSOS). Eso lo utilizaron después para atacar a Lenin los contrarrevolucionarios y los reaccionarios.
Pero mucha gente de la emigración recibió a los patriotas, a Máximo Gómez y a Maceo, con ese espíritu. Por eso nosotros no debemos convertirnos en una especie de emigración histórica, que empieza ahora a juzgar, con las ideas de ahora y los criterios de ahora, los problemas de entonces.
Somos absolutamente partidarios de que se investigue, se analice, se hagan estudios científicos de la historia de nuestro país, pero que no actuemos con el espíritu de la emigración al juzgar a los hombres de aquella época. Que seamos cuidadosos en analizar los factores objetivos y los factores subjetivos, y no endilguemos juicios sobre ninguno de aquellos hombres a base de los criterios de hoy y de los factores subjetivos de hoy.
Para nuestra generación, esta que está aquí, más joven, menos joven, más madura, fue un gran privilegio, una gran suerte, una gran fortuna, que hayamos podido contar con ejemplos como este que hoy conmemoramos. Porque hay que decir que nuestra generación recibió la herencia, el espíritu de todo lo que hicieron aquellas generaciones: la herencia de Céspedes y Yara; la herencia de Agramonte, Calixto García, Máximo Gómez; la herencia de Maceo, la herencia de este hecho singular y extraordinario que fue la Protesta de Baraguá; la herencia de nuestras luchas por la independencia, la experiencia de todas las generaciones anteriores. Porque en los combatientes revolucionarios de nuestra época eso estaba muy presente, y la Protesta de Baraguá estaba muy presente; la idea de no rendirse, la idea de no darse por derrotado nunca. Eso estaba muy presente.
Nosotros tuvimos nuestros reveses, duros; los tuvimos en el Moncada. ¡Ah!, pero nunca nos dimos por vencidos. Los combatientes del Moncada nunca se dieron por vencidos, nunca aceptaron la derrota (APLAUSOS). Era el espíritu de la Protesta de Baraguá. En la cárcel jamás se humilló ningún combatiente, jamás aceptó la derrota. Era el espíritu de Baraguá. Después del desembarco del Granma los reveses fueron grandes, pero muy grandes, podrían parecer insuperables; pero nadie se dio por vencido (APLAUSOS). Los que sobrevivieron, decidieron continuar la lucha. ¡Era el espíritu de Baraguá!
Claro, cuando nosotros nos quedamos unos pocos hombres, se podría preguntar también: ¿era posible continuar o no la lucha? A lo mejor en teoría —fíjense bien—, un erudito, un gran erudito, habría llegado a la conclusión de que no se podía continuar la lucha. Ahora, nosotros no éramos grandes eruditos, éramos hombres luchando, y temamos la convicción de que se podía continuar la lucha. Continuamos la lucha y obtuvimos la victoria (APLAUSOS).
Ahora, no se pueden comparar aquellos momentos con los momentos del Zanjón.
Otros podrán sacar la conclusión, acaso, de que si siguen luchando, obtienen la victoria de todas maneras. Yo no me atrevo a afirmarlo, no me atrevo a afirmarlo.
Me atrevería a decir que cualquiera de ustedes y cualquiera de nosotros seguiría luchando y moriría, ¡tranquilamente si es preciso! (APLAUSOS) ¡Porque también morir es una victoria, cuando se muere por algo justo! (APLAUSOS) Y porque se sabe que detrás de los que caen, vienen otros. ¡Y porque, como decía Mella, "aun después de muertos somos útiles, porque servimos de bandera!" (APLAUSOS)
Cuando nosotros nos quedamos unos pocos, existían grandes fuerzas potenciales humanas y materiales en el país. Empezábamos. Y no es lo mismo cuando se empieza a prender una gran hoguera, que cuando usted trata de prender las cenizas de una hoguera (APLAUSOS). Cuando el Zanjón, lo que quedaba en nuestra patria eran las cenizas de una gigantesca hoguera; en 1868 no, estaban todas las fuerzas en potencia, humanas y materiales.
Por eso, cualesquiera que sean las experiencias ulteriores, tenemos que ser muy respetuosos con el esfuerzo de aquellos hombres para ser justos. Porque creo sinceramente que 10 años, en las condiciones en que combatieron los cubanos, no es cualquier cosa, ni es nada fácil.
Nosotros estuvimos 25 meses; ellos estuvieron 120 meses luchando (APLAUSOS). Hay similitudes en nuestra lucha con la lucha de ellos, en el sentido de que tampoco recibíamos armas de fuera, en que también luchábamos por ocupar los fusiles y las balas y las municiones y todo del enemigo. ¡Ah!, pero en los 25 meses, cuando pasaron los días más difíciles de los primeros tiempos, cuando ya llevábamos seis o siete meses en las montañas, o un poco más, y teníamos alguna fuerza, no pasábamos hambre ya en las montañas. Porque había muchos rebaños de ganado por todos estos llanos, alrededor de la Sierra Maestra, y no solo nos suministrábamos nosotros, sino suministrábamos también a toda la población civil bloqueada de la Sierra Maestra con los rebaños de ganado que había por los alrededores (APLAUSOS). Pero había ganado. Me imagino que también pasaba igual en los llanos de Cuba —en Camagüey, en Las Villas, en todas esas partes— cuando empezó la guerra. Al final, no había nada.
Hay otros problemas muy duros, y es que los cubanos estaban con sus familias en el campo, con sus padres, sus mujeres y sus hijos. Y los españoles, con distintos tipos de fuerza, iban arrasando, quemando casas, asesinando, ultrajando a las mujeres, matándolas, matando a los hijos, a los padres y a todo el mundo. Los cubanos que estaban en aquella guerra con sus familias, no solo exponían sus vidas, sino que con sus vidas exponían las vidas de todos los seres más allegados y más íntimos.
Y así estuvieron con la familia expuesta a la muerte durante 10 años, porque muchos de los hijos de los jefes militares nacieron en la manigua. Y aquellos hombres tienen un mérito ante la historia muy grande, hicieron un sacrificio enorme.
Nuestra generación de ahora es una privilegiada generación, que heredó el esfuerzo, la experiencia, el trabajo de todas las generaciones anteriores, desde 1868 hasta hoy, en las luchas por la independencia y en la república, la república mediatizada, la república neocolonizada, años que fueron también muy duros.
Por eso somos una generación privilegiada, pero que tiene también obligaciones muy grandes, porque tiene que seguir construyendo esta historia y tiene que seguir llevando adelante esta marcha revolucionaria para las futuras generaciones.
Sabemos hoy lo que nuestro pueblo es y lo que significa y los valores morales de nuestro pueblo, porque una patria, una revolución, una conciencia revolucionaria, el patriotismo socialista, el internacionalismo proletario, es un valor moral, es una conciencia revolucionaria en el pueblo (APLAUSOS). No nació en un día. Nació y se desarrolló en más de 100 años.
También hubo una forma de internacionalismo en nuestras guerras de independencia, porque hubo muchos dominicanos y nacionales de otros países que vinieron aquí a luchar junto a nosotros. Y hemos mencionado hoy a uno de los más connotados, que fue Máximo Gómez. En nuestra guerra revolucionaria, cuando los problemas eran simplemente nacionales todavía, cuando las cuestiones del internacionalismo no se planteaban, tuvimos al Che, que fue otro ilustre y destacadísimo combatiente internacionalista (APLAUSOS PROLONGADOS). Ahora tenemos ese inmenso tesoro, esa extraordinaria herencia que permite a nuestro pueblo ser lo que es hoy, y de lo cual, además, se siente justamente orgulloso (APLAUSOS).
Ha coincidido este centenario con muchas cosas. Ha coincidido con el 5 de marzo, fecha de la fundación del III Frente (APLAUSOS); ha coincidido con el 11 de marzo, fecha del 20 aniversario de la fundación del II Frente (APLAUSOS). Y otros muchos 20 aniversarios se conmemorarán este año. Es decir, va parejo el centenario con los 20 aniversarios. Van parejos. Cuando la Protesta de Baraguá cumpla el 110 aniversario, el III y el II Frentes conmemorarán también su 30 aniversario. Van de 10 en 10 (APLAUSOS). Cuando se cumpla ahora el 25 aniversario del Moncada, se cumplirá el 125 aniversario del nacimiento de Martí (APLAUSOS). Van también parejos. De cinco en cinco, de 10 en 10, y de 100 en 100, como si los números quisieran expresar, con su simbolismo, las estrechas relaciones que existen entre estos acontecimientos.
Pero hay una flor especial, una corona, un homenaje a este centenario del glorioso General Antonio Maceo, y es el cumplimiento exitoso de la misión internacionalista de Cuba en Etiopía (APLAUSOS PROLONGADOS). Es como un gran homenaje que le rinden sus hijos al General Antonio.
Cuando nuestro Buró Político tomó la decisión de brindar al hermano pueblo de Etiopía la indispensable cooperación para ayudar al heroico pueblo etíope a salvar su integridad, su independencia y su revolución (APLAUSOS), decidió asignar a esta misión internacionalista el nombre en clave de Protesta de Baraguá (APLAUSOS).
Hemos abordado este tema. Nuestro pueblo tuvo ayer la oportunidad de recibir la más amplia información acerca de la forma en que se desarrollaron los acontecimientos que dieron lugar a la gran victoria de la Revolución etíope en el frente del este.
Parece que Etiopía es un lugar distante; pero ya en este mundo no hay distancia. A veces hay la distancia del tiempo y otras veces la distancia del espacio.
Aquí estamos comprobando que puede ser la distancia en el tiempo. Hace 100 años de la Protesta de Baraguá. Han transcurrido 100 años y aquí estamos. Qué ha sido el tiempo sino el multiplicador del heroísmo y de la gloria de hace 100 años (APLAUSOS). Y aquí nos sentimos tan cerca de Maceo y su gloria y sus hechos como si hubiera sido ayer la Protesta de Baraguá. No nos parece que han transcurrido 100 años, porque aquí hoy, en este instante, en este segundo, está presente y vigente la Protesta de Baraguá (APLAUSOS PROLONGADOS). Y del mismo modo, el espacio físico ya no es nada para nuestra Revolución. Nos sentimos tan cerca, tan próximos y tan hermanos de los revolucionarios etíopes como si estuvieran aquí junto a nosotros, delante de nosotros; junto a Maceo, delante de Maceo (APLAUSOS). No existe ya prácticamente para los revolucionarios en el mundo la distancia.
Les decía que ayer se dio una amplia información. Es bueno aclarar lo que ha sido tradicional en nuestro proceso revolucionario: la fidelidad a los hechos y a la verdad. Cada ciudadano que leyó ayer esas noticias sabía que no había un ápice de mentira en esa información, porque fue así desde nuestras luchas en la Sierra Maestra y a lo largo de estos casi 20 años: la verdad, la confianza en el pueblo, la información al pueblo. La Revolución trabaja con las masas, la compenetración más completa con las masas y la verdad. Por eso ni un solo ciudadano dudó ni un instante que lo que Granma decía ayer era la verdad y exclusivamente la verdad (APLAUSOS).
Algunas agencias imperialistas de cables han dicho que el pueblo cubano se enteró ayer oficialmente de que habíamos dado ayuda internacionalista a Etiopía. Bueno, si quieren decir oficialmente, sí, lo admitimos; pero extraoficialmente —y como sabemos nosotros las cosas, y como las hacemos y sabemos hacer entre nosotros— lo sabía todo el pueblo hace mucho rato (APLAUSOS PROLONGADOS).
Así ocurrió con la ayuda internacionalista a Angola. El pueblo lo sabe, porque cómo hacemos nosotros las cosas sino con el pueblo. Claro está que hay circunstancias en que determinadas cosas no se deben publicar oficialmente, porque si usted tiene que llevar a cabo una operación complicada, peligrosa, tiene que hacerla con discreción, sencillamente; no tiene que andar pregonándolo a los cuatro vientos (RISAS). Pero ¿quiénes sino obreros, campesinos de nuestras reservas, oficiales y soldados de nuestras fuerzas permanentes cumplieron esta misión? (APLAUSOS) Y lo sabían todas las unidades de combate y lo sabían todas las unidades de la reserva. Y no había 1 000 ni 10 000 decididos, como en el caso de Angola, había cientos de miles de compatriotas nuestros dispuestos a cumplir esta misión internacionalista (APLAUSOS).
Nosotros no hacemos jamás nada a espaldas del pueblo. Y así muchas veces, a través de los canales del Partido y de las organizaciones de masas se le informan muchas cosas a las masas que no salen publicadas en la primera página del periódico.
¿Qué podría hacer el Partido y la Dirección del Partido sin las masas? Pero nos alegra mucho saber que tenemos masas muy discretas (APLAUSOS). Porque aquí hay veces que un secreto lo saben millones de personas y nadie más que esos millones de cubanos que sabemos el secreto (APLAUSOS).
Esa es la Revolución, ese es el espíritu de nuestro pueblo, esa es la herencia de Maceo y de la Protesta de Baraguá. Ese es el espíritu de 1868 y de 1895 aquí presente en nuestro pueblo.
No hablamos de los héroes del pasado como simples turistas por la historia u observadores pasivos de las proezas de los demás. Este pueblo puede hablar de esos héroes porque tiene también muchos héroes presentes (APLAUSOS). Puede hablar de sus bravos mambises porque es un pueblo de mambises (APLAUSOS). ¡Puede hablar de sus héroes pasados porque es un pueblo de héroes presentes, que cumple su deber sin alardes! (APLAUSOS)
¡No busca glorias nuestra Revolución, no busca prestigios; cumple, sencillamente, sus postulados y sus principios internacionalistas! (APLAUSOS)
Claro está que no podíamos hablar públicamente de nuestra ayuda internacionalista a Etiopía, hasta que los etíopes no hablaran de eso. Mientras los etíopes consideraran que lo correcto era mantener discreción, ¡discreción! Cuando los etíopes públicamente lo expresaron, ya estábamos también nosotros, nuestro Partido, en situación de poder expresarlo públicamente. No iba a ser un secreto de millones de personas toda la vida. Ahora es un secreto nacional e internacional (RISAS).
Bien. No hay que hacer alarde de esto. Nada más lejos de nuestro ánimo que hacer alarde de algo. En primer lugar, debemos decir que lamentamos muy profundamente que se hubiera producido ese conflicto entre Somalia y Etiopía, porque nosotros hicimos todo lo posible por evitar ese conflicto. Y hace aproximadamente un año, más o menos por esta fecha —quizás después del 20 de marzo, no recuerdo con exactitud—, gestionamos una reunión en Adén de los dirigentes de Etiopía, de Yemen y de Somalia con nosotros, para tratar de resolver los problemas pendientes entre Somalia y Etiopía; para evitar precisamente una guerra, para evitar un hecho que constituiría una traición al movimiento revolucionario internacional, para evitar que la dirección somala con su ambición territorial y su actitud agresiva se pasara a manos del imperialismo. No se pudo evitar.
En Somalia había dos fuerzas: fuerzas de derecha, y fuerzas de izquierda, realmente. Durante muchos años estuvieron hablando de socialismo y de progreso a las masas; pero, en realidad, en el seno del gobierno había un poderoso grupo reaccionario, derechista, partidario de la alianza con el imperialismo, con la reacción árabe, con Arabia Saudita, con Irán, etcétera, y fueron arrinconando a la gente de izquierda en el seno del país; enarbolando, como han hecho todos los reaccionarios siempre, el chovinismo. Porque a falta de doctrina social, y de doctrina política y de doctrina revolucionaria, los reaccionarios acuden al procedimiento de exaltar los bajos instintos de la gente; y acuden, sobre todo, al chovinismo.
La historia está llena de ejemplos de esos casos. El fascismo, ¿qué fue en Italia, en Alemania? La exaltación de los prejuicios raciales. En vez de combatir el prejuicio racial, que es lo que hace la revolución, el fascismo exalta el prejuicio y lo convierte en odio. Y eso fue lo que hicieron los fascistas en la Alemania hitleriana. El nacionalismo, las ambiciones territoriales; los prejuicios raciales; en nombre de eso, se lanzaron a la ocupación de Europa y a la invasión de la URSS. Dígannos: ¿qué podía estar haciendo un soldado alemán en Stalingrado, a 1 500 kilómetros en la profundidad del territorio de la URSS? ¿Y cómo se puede arrastrar a los hombres a semejante locura? Sencillamente, en nombre del nacionalismo estrecho, del chovinismo, del odio entre las naciones, de las ambiciones territoriales.
Todos los reaccionarios, en todas las épocas, han acudido a esos recursos. Y la fracción derechista en el seno del gobierno somalo precisamente agitó estas banderas: los odios nacionales, el chovinismo, las reclamaciones territoriales, la idea de la gran Somalia, que tenía que comprender Jibutí, la tercera parte de Etiopía y una parte de Kenya. Cuando todos los Estados africanos, con un profundo sentido práctico, con mucha sabiduría, han acordado la intangibilidad de las fronteras heredadas del colonialismo. Porque los que conocen a Africa saben que en cada país de Africa hay tribus que viven una parte de un lado de la frontera, y otra del otro lado, en todos los países de Africa. Hay todavía muchos Estados de Africa que no han rebasado totalmente la fase tribal. Y el precedente de que un país pudiera conquistar por la fuerza un territorio que estuviera reclamando, iba a convertirse en una verdadera catástrofe para toda el Africa. Por eso, los Estados africanos han dicho: no debe haber cambio de fronteras, y mucho menos se debe usar la fuerza para cambiar las fronteras.
Pero no era simplemente una cuestión de chovinismo lo que determinó la oportunidad de la agresión. Etiopía vivió muchos años bajo el régimen feudal, régimen feudal que fue liquidado precisamente por la Revolución Etíope. Etiopía es un país donde del 85% al 90% de su población es campesina. Y en Etiopía antes de la Revolución, hasta 1973 prácticamente, había incluso esclavitud. El que no era siervo de la gleba, el que no era un campesino vinculado a la tierra y sometido a los latifundistas podía ser esclavo.
De modo que la Revolución Etíope significó un cambio extraordinario para el pueblo de Etiopía; liberó a decenas de millones de campesinos explotados, a las masas explotadas. No tiene una clase obrera muy numerosa, pero fue también liberada por la Revolución. La mujer que era tratada con mucha opresión, con indescriptible injusticia y opresión, fue liberada por la Revolución Etíope.
La Revolución Etíope no solo liquidó el feudalismo, sino que tomó la decisión de avanzar hacia el socialismo (APLAUSOS). Uno de los acontecimientos más grandes del Africa en los últimos años es, precisamente, la Revolución Etíope.
Etiopía es un país sufrido; uno de los pocos países del Africa que pudo mantener durante siglos su independencia luchando resueltamente, hasta que los fascistas italianos, queriendo tener colonia de todas formas y con la complicidad de las potencias colonialistas de Europa, invadió Etiopía. Pero Etiopía es un pueblo de combatientes. Ya a fines del siglo pasado habían derrotado a los italianos, que no pudieron apoderarse del país. Sin embargo, en 1935 el fascismo italiano, merced a la superioridad técnica, el empleo de numerosos medios y la complicidad del imperialismo, se apoderó de Etiopía. Los etíopes lucharon, durante los años de ocupación, muy duramente. Y una de las características del pueblo etíope es su valentía, su combatividad.
En esas circunstancias, en el preciso momento en que se produce la Revolución, y no en el preciso momento en que se produce la Revolución, sino cuando la gente más radical y más revolucionaria toma el poder, es que tiene lugar la agresión somala.
Anteriormente, Etiopía con su Emperador era aliado de Estados Unidos, aliado del imperialismo. Durante todos esos años a la facción derechista de Somalia no se le ocurrió pensar en una invasión a Etiopía. ¿Por qué? Porque no querían meterse con el imperialismo. Cuando se produce la Revolución, pero no está totalmente definida, tampoco se atreven a agredir a Etiopía.
Cuando en el mes de febrero del pasado año los elementos más importantes, más radicales, más revolucionarios, dirigidos por el compañero Mengistu Haile Mariam (APLAUSOS) asumen la dirección de la Revolución Etíope y declaran el propósito de construir el socialismo, se produce la rotura de los vínculos de Etiopía con el imperialismo. Es en ese momento, precisamente, que la fracción derechista del Gobierno de Somalia cree que ha llegado la oportunidad de invadir a Etiopía, porque sabían que invadir a Etiopía era cooperar con el imperialismo en la destrucción de una gran revolución, y el imperialismo estaría encantado. Sabía que las potencias de la OTAN también estarían encantadas, de que Somalia ayudara a liquidar la Revolución Etíope.
Hoy nosotros nos damos perfecta cuenta que cuando nos reunimos en el mes de marzo del pasado año, en Adén, con los dirigentes somalos, ya ellos tenían totalmente elaborado el plan —que realizaron más tarde— de invadir a Etiopía, porque creyeron que esa era la oportunidad histórica, que el imperialismo yanki y los países de la OTAN iban a recibir con los brazos abiertos la noticia de la invasión de Etiopía.
Saben ustedes que hay muchos países árabes revolucionarios y hay un grupo de países árabes reaccionarios. Esos países árabes reaccionarios estaban igualmente encantados con la agresión a Etiopía, para destruir la Revolución. Uno de esos países, gobernado por una monarquía antidiluviana, Arabia Saudita, era uno de los más interesados en liquidar la Revolución Etíope. De acuerdo con aquel refrán: "Si ves las barbas de tu vecino arder, pon las tuyas en remojo". Y como cayó un emperador, pues el emperador de Arabia Saudita, o el Rey como le llamen, estaba muy preocupado con la caída del emperador etíope.
Lo mismo pasaba con Irán, aliado reaccionario del imperialismo yanki, gobierno criminal y represivo, gobernado también por un Sha —Sha quiere decir rey, emperador, qué sé yo lo que quiere decir eso— (RISAS), una monarquía feudal también, digamos, una monarquía absoluta, decididos a destruir la Revolución Etíope y alentando a Somalia a la agresión.
La fracción derechista, enarbolando esas posibilidades, llena de esperanzas de recibir a chorro los petrodólares de Arabia Saudita y de Irán, y la ayuda económica de la OTAN y de Estados Unidos, aprovechando que había una revolución en Etiopía imponen la política de guerra y de agresión. Ese es el gran crimen que ha cometido la dirección somala, invadir a Etiopía para destruir una revolución al servicio de los países reaccionarios del área, de la OTAN y del imperialismo.
Ah, pero cuando la reunión de Adén los dirigentes somalos se comprometieron solemnemente, juraron solemnemente que jamás invadirían a Etiopía, que jamás atacarían militarmente a Etiopía. Y en realidad lo tenían todo planeado, y en el mes de julio iniciaron la agresión.
Pero Etiopía es un país grande, tiene una población numerosa, tiene soldados y muy buenos soldados, por eso nosotros inicialmente habíamos tomado la decisión, a solicitud de ellos, de enviarles algunas decenas de instructores y de asesores —podían llegar a ser algunos cientos— para instruirles sus unidades, enseñarles el manejo de sus armas modernas de otro origen; porque ellos, como el emperador era aliado de Estados Unidos, tenían armas americanas, y empezaban a recibir suministros socialistas en los cuales no estaban experimentados.
Nosotros pensábamos que era una cuestión de tiempo ayudarlos a preparar su ejército, porque cuando el ejército etíope esté preparado y bien armado nadie se podrá meter con él, pueden estar absolutamente seguros de eso, ¡nadie! (APLAUSOS)
¿Qué es lo que determinó la necesidad de enviar combatientes? La magnitud y el alcance de la agresión somala. Somalia se había preparado durante un número de años, Somalia había estado enarbolando incluso las banderas del socialismo, se presentaba como país progresista, país aliado del mundo progresista —me refiero al Gobierno somalo— y había ido formando un ejército: disponía de cientos de tanques, de cientos de piezas de artillería, aviones, numerosas brigadas de infantería motorizada y casi todas esas armas y unidades en un momento dado las empleó en la invasión de Etiopía.
En ese momento Etiopía tenía que luchar en muchas partes de su territorio contra grupos de bandidos contrarrevolucionarios, dirigidos por los feudales, ayudados desde el exterior y contra los movimientos secesionistas en el norte del país, ayudados también en la actualidad por los países reaccionarios de la región. Le crearon a Etiopía una situación muy difícil, no se podía disponer de tiempo. Si los etíopes hubiesen dispuesto de un poco de tiempo, todos los tanques, la artillería y demás armamentos modernos los hubiera asimilado. Nosotros habríamos contribuido, junto a otros países socialistas, al entrenamiento de ese personal. Pero fue la situación crítica creada por la invasión a fines de noviembre lo que dio lugar a la solicitud del Gobierno etíope, la apremiante solicitud del Gobierno etíope de que enviáramos especialistas, en tanques, artillería y aviación para ayudarlos, para ayudar a salvar el país. Y eso fue lo que hicimos.
Y nuestros especialistas —como explicó Granma— empezaron a llegar a mediados de diciembre y principios de enero al país, especialistas en tanques, artillería y aviación, porque en aquellas circunstancias no tenían tiempo los etíopes de asimilar la nueva técnica. Realmente no necesitaban infantería, tienen abundante infantería, si se enviaron algunas unidades medianas a nivel de batallón de infantería cubanas al este, fue más bien para garantizar la cooperación con las unidades de tanques y artillería operadas por personal cubano, por cuanto ustedes saben los problemas del idioma y hay cierto momento en que una unidad de tanques necesita una cooperación asegurada con la infantería.
Pero en realidad el apoyo fundamental nuestro a Etiopía fue de especialistas. Ellos tienen también ya unidades de artillería y de tanques, y no dudo de que en un periodo de tiempo contarán con magníficos cuadros para el manejo de esas armas; ellos tienen abundantes soldados, y se forma más fácilmente un soldado en infantería que un especialista en tanques o artillería. Podemos decir, además, que la infantería etíope está integrada por un soldado de grandes cualidades combativas, muy bravo, muy valiente.
Se hizo indispensable esta colaboración, se enviaron esos especialistas, y también —como publicó Granma— en la fase final de las operaciones, participaron unidades de infantería blindada de Cuba, junto a la infantería etíope (APLAUSOS).
Debe decirse —como ya se publicó ayer— que en siete semanas fue prácticamente liberado todo el territorio ocupado de Ogadén, que alcanzó más de 320 000 kilómetros cuadrados (APLAUSOS). Los invasores habían ocupado 320 000 kilómetros cuadrados, ¡una superficie tres veces el tamaño de Cuba!, y desde el 22 de enero al 14 de marzo prácticamente todo ese territorio había sido liberado; quedaban solo algunas localidades que nada más era cuestión de tiempo ocuparlas, puesto que las fuerzas etíopes no tenían suficientes vehículos motorizados, y en muchos de esos lugares han tenido que marchar a pie. De modo que la guerra prácticamente en el frente del este ha finalizado.
En realidad, la cooperación entre los etíopes y los cubanos fue magnífica, había unidades de artillería integradas por especialistas cubanos y personal etíope. En cuestión de unos días mediante señas y números se entendían, y el grupo de artillería marchaba perfectamente bien. A pesar de la diversidad de idiomas, se produjo un gran clima, una gran confraternidad combativa, una gran confianza mutua, una gran hermandad, y los problemas se resolvieron perfectamente bien.
No queremos, desde luego —repito—, emplear frases que parezcan vanaglorias, que parezcan elogios exagerados de nuestros combatientes, pero sí nos parece elementalmente justo decir que los combatientes internacionalistas cubanos se caracterizaron por su extraordinaria eficacia y sus magníficas cualidades combativas (APLAUSOS). Es admirable cómo hijos de nuestro pueblo fueron capaces de marchar a un lugar tan distante y combatir allí como si hubiesen estado combatiendo en su propia patria. ¡Ese es el internacionalismo proletario! (APLAUSOS) Eficientes y valientes soldados revolucionarios hicieron rápidamente magnífica amistad, y crearon estrechos vínculos con los admirables combatientes revolucionarios etíopes; fueron recibidos con extraordinario cariño por el pueblo etíope, y sé que sus dirigentes están muy reconocidos a nuestro pueblo por esta ayuda solidaria.
La guerra contra el invasor prácticamente ha finalizado. Etiopía ha declarado públicamente que no cruzará las fronteras de Somalia. Eso nos parece absolutamente justo y correcto, puesto que la guerra no se hizo para invadir a otro país, ni para ocupar territorios de otros ni mucho menos; la guerra fue una guerra defensiva, absolutamente justa, para defender el territorio invadido por agresores extranjeros hasta la expulsión de los agresores del territorio. Claro está que esto supone que no se repitan las agresiones contra Etiopía desde Somalia, porque nos parece que ningún país estaría dispuesto a soportar indefinidamente que lo estén atacando desde la frontera de otro país, y no responder adecuadamente. Pero nosotros conocemos perfectamente bien la sinceridad con que el Gobierno etíope dio garantías de que sus tropas no cruzarían las fronteras de Somalia. En realidad, no hacía falta desde el punto de vista militar, puesto que las fuerzas agresoras han sido totalmente derrotadas, y nosotros apoyamos plenamente esa posición del Gobierno etíope.
¿Qué ocurrirá en Somalia? No se puede predecir. Pero no hay dudas de que la fracción derechista, que impuso su línea agresiva y aventurera al Gobierno de Somalia, ha sufrido una gran derrota. Los imperialistas, naturalmente, tratan de alentar esta fracción aun en medio de la derrota, y maniobran.
Pero en Somalia hay también fuerzas progresistas, fuerzas de izquierda; esperemos las semanas futuras para ver qué ocurre. Desde luego, esa es una cuestión que corresponde por entero a los somalos, no es problema que nos concierne a nosotros ni a ningún otro país.
Ahora, los imperialistas han mantenido una posición muy hipócrita a lo largo de todo este conflicto, porque ellos supieron desde el primer momento que Somalia estaba invadiendo Etiopía, desde el mes de julio, Estados Unidos y los países de la OTAN lo supieron, se callaron la boca, no dijeron una palabra, estaban encantados, les suministraron armas a los agresores, armas norteamericanas y de la OTAN a través de Arabia Saudita, de Irán y de otros países, y mientras los somalos avanzaban, no se decía por ellos una sola palabra. Cuando ya los somalos tenían casi ocupado todo el territorio de Ogadén, estaban optimistas los imperialistas; ah, pero cuando los etíopes empezaron a recibir ayuda internacionalista, cuando empezaron a recibir armas del campo socialista y a recibir combatientes internacionalistas cubanos, entonces sí armaron el gran escándalo. Ya entonces hablaban de reunir la OUA, de reunir las Naciones Unidas, etcétera, etcétera, y hablar de que tenía que haber un alto al fuego. ¿Pero cuándo empezaron a hablar de alto al fuego? Ah, cuando comenzaron a perder la guerra los agresores.
Mientras los somalos avanzaban, no decían una palabra; cuando las cosas empezaron a cambiar después de los primeros combates exitosos de los defensores, cuando previeron que el cuadro general podía cambiar rápidamente, entonces comenzaron a escandalizar y a hacer una gran propaganda en todo el mundo, y a hablar de los combatientes internacionalistas cubanos y de las tropas cubanas —como dicen ellos— en Etiopía. Cuando todo comenzó a virarse al revés empezaron a hablar de alto al fuego; lo que no habían hecho durante meses, cuando los agresores reaccionarios avanzaban. Y, claro, el Gobierno etíope con toda razón dijo —y es muy correcto—: no puede haber alto al fuego mientras un pedazo de nuestro territorio esté ocupado. Que es precisamente también nuestra filosofía revolucionaria: no puede haber alto al fuego mientras un pedazo del territorio esté ocupado (APLAUSOS).
Se desarrollaron los primeros contragolpes, se desarrolló la ofensiva, las tropas enemigas fueron totalmente derrotadas. Tuvieron que retirarse precipitadamente, abandonando tanques, cañones, artillería, toda clase de armamento para evitar el cerco y la captura, porque sencillamente estaban derrotadas y totalmente derrotadas. Es necesario señalar que en la retirada de las tropas somalas no hubo ningún acto voluntario. Porque si se quedan cuatro días más, nada más que cuatro días más, quedan cercadas prácticamente todas las tropas que tenían allí en Ogadén. Debido al avance, a la forma del avance y a la maniobra de las fuerzas revolucionarias con los nudos fundamentales de comunicaciones tomados, si no llevan a cabo una retirada a toda velocidad, los restos del ejército somalo quedan cercados en Ogadén. De modo que los agresores han tenido que retirarse. No se puede engañar a nadie, a nadie en absoluto diciendo que el Gobierno somalo tuvo el gesto de retirar sus tropas, porque si no lo hacen, habrían perdido lo que les quedaba. Así es la cosa, se retiran en virtud de las acciones militares, totalmente derrotados.
Esa es la verdad; no tiene que decirse ninguna mentira. Creemos que la guerra entre Somalia y Etiopía ha cesado en este momento, puesto que ya ha sido liberado el territorio. Los somalos no creo que por sí mismos se sientan tentados a cometer la estupidez de atacar otra vez a Etiopia; pero lo mismo que lo alentaron una vez, los países reaccionarios, los países de la OTAN y el imperialismo, pueden alentarlos a nuevas agresiones.
Nosotros somos sinceros partidarios de la paz entre los dos países. El objetivo de la guerra era la liberación del territorio ocupado. Somos sinceros partidarios de que el pueblo somalo pueda vivir en paz y pueda marchar verdaderamente por los senderos del progreso y del socialismo. Creemos que el pueblo somalo es un pueblo que tiene condiciones, tiene virtudes; como muy bien explica Granma, el soldado somalo no es cobarde, hay que decirlo, es justo decirlo, mostraron dureza y combatividad, indiscutiblemente engañados, envenenados por toda esa política chovinista y por toda esa idea de la gran Somalia. De manera que nadie se imagine al soldado somalo como un soldado débil o incompetente. Pero sencillamente fue derrotado. Cometieron errores de dirección los adversarios, no evaluaron bien las situaciones. No hay duda de que la dirección somala cometió grandes errores políticos y algunos errores militares que explican el porqué de la derrota, independientemente de que estaban tratando de cometer un gran crimen histórico. El hecho de la eficiencia con que actuaron los combatientes revolucionarios redujo considerablemente sus bajas en los combates. Hay que decir pues que debido a la eficiencia, a la magnífica, a la excelente preparación de nuestros combatientes internacionalistas, las bajas en los combates fueron mínimas.
A Etiopía le estamos brindando también nuestra colaboración en el terreno civil. En total entre médicos, técnicos, personal de la salud, hemos estado enviando y la mayor parte está allí, más de 300 médicos y técnicos de la salud. El país tiene más de 30 millones de habitantes. Es un país muy poblado. Las condiciones sanitarias son muy difíciles. Ya de eso hemos hablado en otras ocasiones.
No creo que sea necesario extendernos más sobre este punto, consideramos que su importancia y su valor justifica el referirnos a ello un día como hoy.
Queridos compañeros:
Dediquemos los minutos finales de este acto a la Protesta de Baraguá y a Antonio Maceo, y consagrémosles, desde lo más profundo de nuestros corazones, la obra revolucionaria.
A Maceo, a Gómez, a Céspedes, a Agramonte, a Martí, a Yara, a Baraguá y a Baire, consagramos el homenaje de nuestro esfuerzo revolucionario, del esfuerzo revolucionario de nuestra generación. A ellos dedicamos el Moncada, el Granma, la Sierra, el 13 de Marzo, Girón y las heroicas misiones internacionalistas de Angola y de Etiopía (APLAUSOS). A ellos consagramos nuestros esfuerzos y nuestras luchas.
Un día como hoy propongámonos seguir adelante, como hemos marchado hasta hoy, enriqueciendo las páginas de la historia de la patria.
Muchas tareas y esfuerzos nos esperan a todos. Los combatientes, a intensificar su preparación combativa; nuestros trabajadores, a intensificar su esfuerzo cumpliendo todas las metas que tenemos delante.
¡Inspirados en nuestros antepasados, inspirados en hechos como este, inspirados en Antonio Maceo, sepamos cumplir cabalmente nuestros deberes de hoy!
¡Patria o muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)