Reforma agraria: Pilar fundamental de la Revolución cubana
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Pilar fundamental de la Revolución cubana es la reforma agraria. Siguiendo su costumbre de convencer primero y ejecutar después los grandes proyectos revolucionarios, en este caso la reforma agraria, Fidel no orienta aprobar la ley tan pronto como se tome el poder revolucionario, sino que prefiere desarrollar antes una exhaustiva campaña durante cuatro meses y medio y poner así en tensión todas las fuerzas del pueblo para actuar sólo después que todos estén convencidos de su necesidad histórica.
Con ese fin se divulgan estadísticas demostrativas de que el uno y medio por ciento de los propietarios de las fincas de Cuba controla la mitad de casi todas las tierras del país; la existencia de latifundios de hasta 18 000 caballerías (214 510 hectáreas); cómo la mayor parte de los campesinos se ven obligados a pagar en dinero a los terratenientes por el uso de la tierra, en condición de arrendatarios, y otros, como aparceros, pagan la tercera parte o hasta la mitad de su cosecha para que los latifundistas les permitan sembrar. Se insiste en los ciento setenta mil desempleados del total de seis millones de habitantes que tiene el país y en los otros centenares de miles de desempleados que provoca el llamado tiempo muerto, que eleva la cifra de brazos parados a seiscientos cuarenta y siete mil, a los que es necesario agregar los cuarenta mil jóvenes que anualmente pasan a ser productores en potencia. Las zafras realizadas por el capitalismo en Cuba sólo abarcan entre los setenta y seis y los ciento treinta y un días al año. Esto da como resultado que el promedio del empleo de los trabajadores agrícolas temporales en años anteriores sea de sólo cuatro meses.
El censo de 1953 había demostrado que, de cada cien cubanos, sesenta y dos eran económicamente inactivos.
El salario promedio de los trabajadores agrícolas es de menos de cincuenta centavos diarios, para mantener una familia cuyo promedio es de más de cinco miembros.
Las empresas azucareras poseen unas 200 000 caballerías (2 684 000 hectáreas) de las cuales sólo cultivan como máximo 90 000 y quedan sin cultivar más de 100 000 caballerías de las mejores tierras de Cuba.
Estas compañías azucareras norteamericanas, Atlántica del Golfo, American Sugar Refining Co., Vertientes y Camagüey Francisco Sugar Co. y Cuban American Sugar Co., poseen 40 825 caballerías (547 871 hectáreas) en la provincia de Camagüey, lo que equivale a decir el 20,9 % de aquella provincia.
En la campaña por la reforma agraria, Fidel y sus compañeros enarbolan pavorosas cifras de la precaria salud de los campesinos. Se reitera la falta de comunicación en el campo, de electricidad y de las más elementales normas sanitarias. Se denuncia y se hace conciencia acerca de esos males por la radio, la televisión, los periódicos y revistas, y en el seno de todas las instituciones del país.
Algunos compañeros revolucionarios no comprenden bien que antes de aprobar la ley haya que convencer a todos de la necesidad de su aplicación, y quieren adelantarse a las prédicas de Fidel e incluso llegan a ocupar algunas tierras, lo cual puede frustrar la realización ordenada de nuestra reforma agraria. A Fidel no le agrada la labor de frenar el entusiasmo de aquellos compañeros —a quienes se sumaron los oportunistas de siempre—, pero hay que detener la ocupación anárquica de las tierras.
En su citado discurso de Mantua, Fidel les pide a los campesinos que tengan confianza en la Revolución y no invadan las tierras, porque, si lo hacen, van a desorganizarlo todo. Afirma:
Pero hoy voy a aclarar aquí que estoy decididamente con los campesinos y contra el latifundio; el latifundio se acaba. He dicho que no se repartan las tierras desordenadamente, que deben esperar las leyes y que tienen que esperar por el Gobierno, pero eso no quiere decir que se vayan a respetar los latifundios, así que ningún latifundista se llene de ilusiones porque el latifundio ya no tiene la menor esperanza de salvación en nuestra patria. Lo que se ha dicho a los campesinos es que con desorden no se puede repartir la tierra, porque eso es contrarrevolución, porque la tierra no puede ser del primero que llegó y escogió y a otro le toque coger lo peor, porque eso no es justo.
El discurso de Mantua contiene una larga relación de los males de Cuba y de cómo deben extirparse.
Por aquellos días iniciales de la Revolución, la primera tarea encomendada por Fidel al autor fue la creación de una Oficina de Planes y Coordinación Revolucionarios, de la cual lo nombra presidente. Se orienta constituir una comisión para redactar la Ley de Reforma Agraria, tarea en la que se destacan los compañeros comandante Ernesto Che Guevara, Vilma Espín, doctor Segundo Ceballos, Alfredo Guevara y Oscar Pino Santos. Durante dos meses efectuamos reuniones, por las noches, en Tarará, donde el Che repone su salud.
Fidel conoce regularmente del avance de la redacción de la ley y, al mismo tiempo, sugiere ideas y modificaciones al trabajo que vamos realizando. La labor de la comisión redactora es secreta hasta que Fidel la presenta al Ministerio de Leyes Revolucionarias para su estudio.
A principios de mayo, pregunto al Comandante en Jefe dónde y cuándo debe ser firmada la Ley de Reforma Agraria.
—En La Plata, Comandancia General del Ejército Rebelde durante nuestra campaña guerrillera en la Sierra Maestra. En cuanto a la fecha, el 17 de mayo, aniversario del asesinato del dirigente campesino Niceto Pérez —me comunica Fidel.
Al llegar esta fecha y por vía aérea nos trasladamos de La Habana a Manzanillo. En el asiento de la nave, Fidel lee y relee el texto de la Ley de Reforma Agraria. Le hace los retoques finales y después de una conversación con sus compañeros sobre el tema de las cooperativas, no mencionadas originalmente en la Ley, le agrega el siguiente párrafo en relación con los artículos 1 y 3 donde se exceptúa del máximo de extensión de tierra concedida, a personas naturales o jurídicas “las áreas proindivisas concedidas en propiedad a cooperativas agrícolas de producción organizadas por el INRA, para la explotación de tierras del Estado o expropiadas a los fines de esta ley”. También modifica el artículo 43 que queda redactado definitivamente de la siguiente manera:
Siempre que sea posible, el Instituto Nacional de Reforma Agraria fomentará cooperativas agrarias. Las cooperativas agrarias que organice el INRA en las tierras de que disponga, en virtud de lo preceptuado en esta Ley, estarán bajo su dirección, reservándose el derecho a designar los administradores de las mismas al objeto de asegurar su mejor desenvolvimiento en la etapa inicial de este tipo de organización económica y social y hasta tanto se le conceda por Ley una autonomía mayor.
Otras notas intercala el primer ministro al original del proyecto de ley en relación con las cooperativas.
Pasadas las primeras estribaciones de la Sierra Maestra, al volar sobre el Río Yara, pronto vislumbramos la montaña de La Plata y detrás el puntiagudo Turquino.
Al llegar a La Plata, alta y estratégica cima, Fidel ordena el aterrizaje en la escabrosa cumbre. En un improvisado helipuerto, entre el frondoso bosque donde se destacan helechos arborescentes, aguardan algunos periodistas, fotógrafos y campesinos serranos. Al descender Fidel, se le acercan los campesinos para saludarlo.
El primero en darle los “buenos días” es el Santaclarero, guajiro colaborador de la guerrilla, quien ahora marcha con Fidel hasta su bohío de paredes de yagua, techo de guano y piso de tierra, a pocos metros de lo que había sido la Comandancia General del Ejército Rebelde.
En la humilde vivienda del Santaclarero, se firmaría horas después la más importante de las leyes revolucionarias de Cuba: la Ley de Reforma Agraria. El Santaclarero nos ofrece desayuno. En ese momento un campesino negro, alto y fuerte, llega con dos huevos de gallina, se quita su sombrero de yarey y le dice al Primer Ministro del Gobierno Revolucionario:
—Tome, Comandante, son de los mismos que yo le traía antes, cuando la guerra.
Celia, que presencia la escena, se dirige a la cocina del bohío para preparar el desayuno. A medida que pasan los minutos, hasta la casa del Santaclarero llegan, unos en helicóptero y otros a pie, el presidente de la República, ministros y campesinos de la zona; que se sitúan en los alrededores.
(...) Ahora Fidel se reúne con algunos de sus colaboradores y da los últimos toques al articulado de la Ley de Reforma Agraria, y vuelve a hablar de la necesidad de las cooperativas agrícolas.
Minutos más tarde, el Consejo de Ministros firma la histórica Ley, al mismo tiempo que dos decretos presidenciales, promulgados allí mismo, designan a Fidel Castro Ruz como presidente del Instituto Nacional de Reforma Agraria y al autor como director ejecutivo.
Terminada la ceremonia de la firma, Fidel asciende por el bosque hasta la planta de Radio Rebelde, donde el capitán Jorge Enrique Mendoza, Violeta Casals y otros compañeros han ido informando al pueblo de las incidencias del extraordinario acto del 17 de mayo.
“…¡Aquí, Radio Rebelde!…”, identifica la pequeña planta, como en los días de la heroica guerra.
Mendoza, con gran seguridad en su voz, anuncia:
Pueblo de Cuba:
Para quienes hemos tenido el alto honor ante la historia de presentar en plena guerra al doctor Fidel Castro, es una oportunidad imborrable traerlo nuevamente a los micrófonos de Radio Rebelde, en el mismo escenario en que se transmitían a Cuba los alientos de esperanza de un futuro mejor y muy próximo. Los sueños se han convertido en realidad y en esta misma cabina de transmisión, donde muchas veces le dirigimos nuestra palabra al pueblo de Cuba, viene hoy, una vez triunfante la Revolución, el hombre que no ha olvidado los escenarios de la guerra ni a los campesinos que tanto le ayudaron en la causa a favor de Cuba; viene hoy, repito, para hablarle a nuestro pueblo de la más hermosa de todas sus realizaciones, la más formidable de todas las obras de la Revolución: sobre la Reforma Agraria. Pueblo de Cuba, desde La Plata, en la Sierra Maestra, como en los días de la guerra y por los micrófonos de Radio Rebelde, el doctor Fidel Castro Ruz.
El Comandante en Jefe comienza hablando de los encontrados sentimientos que le invaden:
Puedo afirmar, después de este fatigoso día de trabajo, que nuestro regreso a la Sierra Maestra habría sido uno de los minutos más felices de nuestra vida, al venir a promulgar desde la propia Sierra Maestra la Ley Agraria. Y si algunos sentimientos no hubieran estado gravitando, a cada minuto, sobre nosotros, sobre nuestra mente, pudiera decirse que en cada segundo en que los recuerdos de la Sierra Maestra se reunían —recuerdos que son felices por un lado y tristes por otro cuando se piensa en los compañeros que aquí cayeron—, nos invadía el júbilo por haber cumplido nuestra promesa, ya que realmente este regreso a la Sierra Maestra es como la culminación de un propósito largamente acariciado.
Al llegar aquí para hablarle de nuevo al pueblo desde este refugio, que pudiera llamarse de Radio Rebelde, en el pico de una de las más empinadas montañas de la Sierra; aquí, con sus defensas antiaéreas que nos protegían, si no del todo, por lo menos en parte, de nuevo es imposible que deje de pensar sobre uno de los recuerdos de todos aquellos días en que la victoria no era sino una esperanza y un fruto que para conquistarlo había que luchar mucho, pero que al fin, en medio de promesas que se han venido cumpliendo y que nos permiten la satisfacción de pensar que no han sido en balde los sacrificios que se hicieron en estas montañas, por cuanto nuestros esfuerzos están dando los frutos que se esperaba.
En circunstancias como esta, trascendentales, a veces es mejor ser lo más sencillo posible. Realmente, la promulgación de la Ley Agraria constituirá uno de los acontecimientos más importantes de la vida de Cuba.
Nosotros entendemos que esta Ley inicia una etapa enteramente nueva en nuestra vida económica y que un esplendoroso porvenir espera a la Patria, si nos dedicamos a trabajar todos con el mayor ahínco.
A nosotros no se nos escapa que se lesionan algunos intereses; a nosotros no se nos escapa que la Ley producirá la natural oposición que una medida revolucionaria de esta índole siempre origina. Desde luego, que estamos muy conscientes de los deberes que tenemos para con nuestros conciudadanos, así como de las ventajas que ofrece para el país esta Ley, sin dejar de reconocer que la misma afecta también algunos intereses.
[…] Todos sabemos cuál ha sido la vida de la República desde su inicio. Todos sabemos el ambiente de corrupción, de hipocresía, de falsedad, de amoralidad, de falta de patriotismo, de falta de sentido, de despreocupación por la Nación, de falta de conciencia […]. Todos sabemos que éste es el ambiente en que ha vivido la Nación y que nos proponemos rectificar en todos los sentidos.
Por la Ley Agraria se lesionan los intereses de una parte insignificante del pueblo, que no es sacrificada de manera total, ya que conserva una cantidad considerable de tierras para poder seguirlas explotando, para seguir recibiendo sus ingresos importantes y para poder seguir llevando más o menos el mismo standard de vida que llevaba hasta hoy, mientras que por otra parte se resuelve definitivamente el problema de una cantidad considerabilísima de nuestro pueblo que es precisamente el sector más necesitado, el más pobre y el que más requería el apoyo de las soluciones del Gobierno Revolucionario. Esa parte del pueblo es también la parte que carece de ingresos; doscientas mil familias, quiere decir más de un millón de personas. Y éste es un cálculo enteramente conservador. Me refiero a doscientas mil familias que van a adquirir tierras sin contar con las ciento cincuenta mil familias que las poseían en calidad de aparceros, arrendatarios o precaristas, colonos y, en fin, las distintas formas de posesión que no implicaban la propiedad de la tierra y que hasta hoy habían sido un sector que vivía en perenne zozobra y en condiciones antieconómicas.
Lo que puedo decir de manera concreta es que cuando la Reforma Agraria se haya realizado, un número aproximado de dos millones de personas aumentarán considerablemente sus ingresos y constituirán el aporte que en el mercado doméstico sirva para hacer el desarrollo industrial y con ello, a través de la agricultura y a través de las industrias y del comercio, se resuelva el problema económico de Cuba.
En otro momento de su discurso, Fidel se refiere a Radio Rebelde y al papel tan señero que desempeñó durante la Guerra de Liberación:
Quiero expresar la satisfacción de usar esta tribuna de Radio Rebelde donde tuvo su sede durante la güera el campamento de la Comandancia General del Ejército Rebelde y Radio Rebelde […]. Esta tribuna de la Libertad, esta tribuna que llevó la esperanza al pueblo en medio del escepticismo y la adversidad, esta tribuna erigida en plena guerra, donde se libró la primera batalla victoriosa el 17 de enero de 1957; este escenario donde se libró la batalla decisiva de la guerra, porque lúe en ocasión de aquellos tristes días que siguieron al mes de abril, cuando la tiranía lanzó contra nosotros sus mejores tropas, las que estaban mejor armadas y los oficiales considerados más competentes, y cuyo empeño fue tomar este campo, destruir esta emisora; en aquella ocasión, abandonando las tácticas de movimiento y las técnicas de guerrillas, nos atrincheramos para defenderla porque comprendíamos la importancia que tenía Radio Rebelde para el pueblo, y no sólo la defendimos con éxito, sino que logramos la total destrucción del enemigo que abandonó la Sierra Maestra con más de mil bajas, dejando en nuestras manos las armas que hicieron posible el avance de nuestras columnas en distintas direcciones del territorio nacional. Y desde aquí partió también la Columna Número 1, en la ofensiva final que contribuyó, con el esfuerzo de las demás columnas, a la victoria completa del Primero de Enero. Hablar desde esta tribuna para nosotros constituye un motivo de profunda emoción que viene a sumarse a todas las emociones que en el día de hoy hemos recibido. Así pues, abandonemos de nuevo estos estudios con la satisfacción infinita de haber cumplido una promesa más, de haber contribuido a hacer posible el bienestar de todos los compatriotas que han estado sufriendo en el abandono y en el olvido.
Al atardecer ya se han retirado los ministros y el pueblo que ha presenciado el acto de firma de la Ley de Reforma Agraria. Sólo quedan en La Plata, Fidel, Celia, Mendoza, Lupe, el autor y la escolta.
A través del bosque nos dirigimos hasta la pequeña cabaña que sirvió de Comandancia General durante la Guerra de liberación.
Minutos después, Fidel se acomoda en una cama que se conserva allí desde los tiempos de la lucha, y lee y relee la Ley recién aprobada. Le hace aún pequeños ajustes antes de su envío a la Gaceta Oficial. Reitera la necesidad de orientar parte de la Reforma hacia las cooperativas agrícolas.
De noche, a la luz de un quinqué, el Comandante en Jefe insiste con sus colaboradores en que los grandes latifundios, donde la producción ha alcanzado un cierto grado de desarrollo, no deben ser fragmentados para su distribución a los campesinos:
—Es necesario que conservemos esos latifundios como grandes unidades de producción agrícola y que sean propiedad de todo el pueblo, de toda la nación. A estas grandes unidades las llamaremos Granjas del Pueblo.
Tema de aquella noche es también el de la necesaria transformación de las más apartadas regiones geográficas de Cuba: Sierra Maestra, Ciénaga de Zapata, Isla de Pinos y otras, donde ya hemos venido trabajando antes de la firma de la Ley de Reforma Agraria.
El amanecer nos sorprende conversando sobre el futuro inmediato de Cuba.
El rojo disco solar despunta sobre los picos de la alta cordillera. Iniciamos el descenso de La Plata, mientras el sol asciende radiante sobre la Sierra invicta.
(Tomado del libro En Marcha con Fidel. Antonio Núñez Jiménez. Editorial Letras Cubanas, 1982.)
En fotos, el 17 de mayo de 1959