Chávez junto a Fidel despertándonos sonrisas (+Fotos)
تاريخ:
مصدر:
المؤلف:
Con Chávez a muchos nos pasa como con el padre o el amigo que la vida nos arrebató, pero que no dejamos ir del todo de nuestras vidas, por el bien y la luz que nos dieron, que aún nos dan. Entonces lo traemos de vuelta una y otra vez, con cariño, en cuentos, imágenes, recuerdos…
En el caso del Comandante barinés, una sobrevida casi siempre de la mano del líder de la Revolución cubana, pues fue él quien lo presentó al pueblo de Cuba y al mundo, como ese Libertador que despierta cada 100 años. Quien además nos enseñó a quererlo porque, cuando la URSS se desintegró y el imperialismo se proponía asfixiar a la Revolución cubana; “Venezuela, un país relativamente pequeño de la dividida América, fue capaz de impedirlo”.
A Chávez y a Fidel por lo general los evocamos juntos, porque cada uno por sí solo era excepcional, pero unidos eran insuperables. Porque cuando los veíamos en el mismo encuadre, no había imposibles para los sueños y las esperanzas de Nuestra América.
Tan diferentes y parecidos a la vez. Fidel, más diplomático, cauteloso, maduro. Hugo, pura improvisación, carisma y echando mano al doble sentido. Pero ambos, queridos por muchos, odiados por otros, soñadores, revolucionarios, defensores de su gente.
Cada uno nos obsequió lo mejor del otro. Gracias al de liqui liqui y boina descubrimos o redescubrimos a un Fidel muy divertido. ¡Se les veía tan felices juntos! De pronto esa felicidad se esparcía y un pueblo entero desbordaba en sonrisas, escuchándolos o viéndolos.
Como aquel 18 de noviembre de 1999, en el juego de veteranos, ante unos 45 000 espectadores en el estadio Latinoamericano de La Habana. Fidel dirigía el equipo de Cuba; y Chávez era el lanzador por Venezuela.
Sobre el terreno aparecieron peloteros barbudos, barrigones e irreconocibles, pero que comenzaron a realizar jugadas poco creíbles para sus supuestas edades: fildeos que requerían de buenos reflejos, una movilidad no de veteranos, y batazos propios de peloteros en plena forma.
Las risas en el público no se hicieron esperar, cuando comenzaron a reconocer a los jugadores. Muchos se percataron de la broma que el barbudo le había jugado al mandatario bolivariano. En secreto había reunido a las estrellas del béisbol cubano haciéndolas maquillar por un profesional para presentarlos como unos experimentados.
No sé cuándo habremos reído más, si al contemplar semejante jugarreta del mismísimo Fidel Castro, o cuando lo escuchamos en boca de Chávez.
“Esa noche veníamos juntos en el carro, Fidel y yo, ya vestidos con el uniforme de béisbol. Nos paramos en la puerta, íbamos a entrar al estadio cuando Fidel me dijo: 'Hasta aquí llega mi caballerosidad, de aquí en adelante defiéndete como puedas'. Él me había dicho: 'Mira, Chávez, te recomiendo que hagan carreras en los primeros innings'. Eso yo lo analizaba y le daba la vuelta: ¿Qué me querrá decir éste con eso? ¡Claro! Tenía la emboscada preparada en el cuarto inning. Pero Fidel se vio obligado a adelantarla. Estábamos dándoles batazos por todos lados y adelantó la emboscada para el segundo inning. ¿Te acuerdas de Germán Mesa? Una barba así… Y una barrigota. Y lo de Kindelán en primera.
“Salió a pitchear uno con una barriga grandota y una chiva postiza, y era nada más y nada menos que este Contreras con una almohada por barriga. Yo lo veo que sale y digo: 'Este gordo barrigón, ¿quién será? '. Me pongo a batear ahí y cuando lanzó la primera recta, ¡fuaz! No la vi. Fidel Castro pide tiempo –esto es verídico– y viene a hablar con el pitcher. Yo lo veo, me acerco a ver qué es lo que van a hablar, ¿no? Y oigo que le dice Fidel: 'Mira, ¿no le puedes tirar más suave a Chávez?, no le puedes dar un pelotazo a Chávez'. Y dice Contreras: 'Eso es lo más lento que yo puedo lanzar una pelota de béisbol, Comandante'. Y eran como 90 millas”.
***
Según cuentan, Fidel no solía comportarse así de travieso públicamente, pero Chávez lo contagiaba, al punto de jugar a las preguntas de nunca acabar, terminar tarareando una canción a la entrada de un elevador en el Hotel Presidente, de México, o permitiéndole al camarada venezolano ocupar la posición de su chofer.
Acerca de las seguidillas juguetonas del primero, el de Sabaneta contaría:
“¡Ah!, esa vez me tenía loco a preguntas. Él empezó a preguntar y a preguntar, y yo te mandé a llamar a ti (gobernador Francisco Rangel), y después tú mandaste a llamar a un técnico, porque él quería saber. Bueno, primero el tendido eléctrico, que lo inauguramos el día siguiente. Él estuvo preguntando cuánto valía un kilovatio, en cuánto salió construir cada torre, en cuánto salía el kilómetro de cable, cuántos cables eran, la tensión de los cables, cuántas torres, bueno, y a cuánto le vendíamos a Brasil el kilovatio por hora.
“Ahí le respondimos casi todas las preguntas. Pero cuando íbamos en el lago, navegando en la canoa, me dijo: 'Chávez, ¿qué velocidad tú crees que trae el agua allá en la cascada?'. Me dieron ganas de empujarlo al agua… ¡El colmo de los colmos! ¡El preguntador sin fin!”.
***
Casi 20 años han pasado y aún resuena en la conciencia de sus amigos y enemigos, el grito chavista: “¡ALCA, ALCA, al carajo! Aquella tarde del 4 de noviembre de 2005, el rechazo al Área de Libre Comercio para las Américas fue contundente. Miles de hombres y mujeres de diferentes países de América Latina se congregaron para alzar su voz, de forma pacífica, en contra de la propuesta neoliberal de Estados Unidos.
"Aquí en Mar del Plata está la tumba del Alca", dijo el comandante Chávez en aquella Cumbre de los Pueblos, que se realizaba en paralelo a la IV Cumbre de las Américas, celebrada en esa ciudad balneario del sureste de la provincia de Buenos Aires, y a la que había asistido George Bush con la intensión de extender su hegemonía imperial con dicho tratado.
Un golpe mortal ejecutado por el comandante Hugo Chávez, el expresidente argentino Néstor Kirchner y el mandatario brasileño Luis Ignacio Lula. Mas el principal estratega de aquel porrazo antimperialista fue Fidel, a través del espacio televiso Mesa Redonda, al que invitó, nada más y nada menos, que al ídolo futbolístico Diego Armando Maradona, quien confirmó su participación en la clarinada latinoamericana.
Todavía el mundo recuerda aquel “Aquí huele a azufre”, que soltó sin miramientos, en el 2006, en el estrado de la Asamblea General de la ONU, luego de que por allí pasara George Bush o «Buss», como solía llamarlo en su inglés antiyanqui. Porque lo de él no era la mesura impoluta; si había que subir el tono lo subía; si había que cerrar el puño, lo cerraba.
***
La fecha del 5 de marzo nos precipita inevitablemente al año 2013 y a una de las noticias más tristes de los últimos lustros: la muerte nuestro mejor amigo.
Nos llegan recuerdos... Aquel que recortó una foto del periódico y, como solemos hacerle a nuestros muertos, le encendió una vela para alumbrarle el camino hacia el descanso eterno. La imagen de cierta anciana desconocida a la que él abrazó con tanto cariño, tal vez pensando en su abuela Rosa Inés. Quien poniéndose en los zapatos de padre o madre, dijo: “Pobre Fidel, Chávez era como un hijo para él”. Y quien le comentó a este: “Y Fidel, un padre para él”.
En un dolor tan profundo renacen historias de afecto mutuo. Cuando el líder venezolano, desvió el avión que lo llevaría de República Dominicana a Caracas, expresamente para venir a Cuba a interesarse por la salud de Fidel, solo unas horas después de la caída casual del Comandante en Jefe, el 21 de octubre de 2004.
Sobre cómo se enteró del accidente, rememoraría tiempo después: “Estaba esa noche en una reunión y cuando se terminó, el edecán de guardia me dijo de pronto: '¿Usted sabe lo que le pasó a Fidel? '. Recuerdo que transcurrieron fracciones de segundos, pero en ellos se me vino encima una nube de dolor: 'No, ¿qué pasó? '.
“Lo primero que pensé fue que le había dado un decaimiento, como hace un par de años. Logré comunicarme inmediatamente con Adán: 'No fue un decaimiento, Hugo; se cayó, iba caminando', y luego, hablé con Felipe, el canciller, que estaba en La Habana: 'El Comandante viene hacia acá por tierra; puedes llamarlo, está bien'. Conversé un rato con Fidel, cuando estaba todavía en la ambulancia que lo trasladaba desde Santa Clara… Solo entonces me tranquilicé”.
***
Hoy nos visita el recuerdo de aquel diálogo entre Fidel y María Gabriela, una de las hijas de Chávez, tras el golpe asestado contra su padre, el 11 de abril de 2002. A Fidel se le quebró la voz.
-María, ¿cómo estás?
-Fidel, ayúdanos, por favor.
-Cálmate, María.
-Mi papá me pidió que te dijera que si muere hoy, es porque será leal a sus convicciones hasta el último momento. Me dijo expresamente que te lo dijera a ti.
“Le conté también toda la conversación. A medida que le hablaba, me libraba de un enorme peso. Sabía que Fidel no nos abandonaría (…) A partir de ese momento y hasta el regreso de mi papá a Miraflores, me llamó cada media hora.
“Se corrió la noticia de que los golpistas no lo quería liberar, porque Chávez estaba muy golpeado. Sentí que estaba choqueado, mientras yo lloraba con desesperación. Sin embargo, se recuperó y me dijo: 'Cálmate. Vamos a esperar. Veremos que dicen más adelante. Cálmate, María'. Pero yo sentí su dolor a través del teléfono”.
Contrario a lo que sus detractores pudieron imaginar, Fidel –sin perder la sensatez política y militar- en esa difícil situación aconsejó a Chávez desde el afecto, realmente como un padre.
“Pon las condiciones de un trato honorable y digno y preserva la vida de los hombres que tienes. No los sacrifiques, ni te sacrifiques tú. Me responde con emoción: 'Están dispuestos a morir todos aquí'. Sin perder un segundo le añado: Yo lo sé, pero creo que puedo pensar con más serenidad que lo que puedes tú en este momento. No renuncies, exige condiciones honorables y garantizadas para que no seas víctima de una felonía. ¡No te inmoles!”, le pidió Fidel Castro.
***
Diez años después, marzo nos hace pensar otra vez en la paradoja de que en algún momento, cuando Chávez gozaba de una salud robusta, le comentó a su camarada cubano: “Oye, Fidel, ojalá que tú me sobrevivas, que vivas más que nosotros”. “Padre, hermano, amigo, compañero, camarada: ¡Hasta la Victoria Siempre! Te necesitamos muchos años más entre nosotros con el temple y la entereza que te conocemos”. Y así fue, el anciano sobrevivió al joven.
Al igual que a muchos de nosotros, a Fidel también la noticia lo golpeó con fuerza, aunque conocía el estado crítico de su salud. “El 5 de marzo, en horas de la tarde, falleció el mejor amigo que tuvo el pueblo cubano”, escribió el Soldado de las Ideas, a las 12:35 de la madrugada del 11 de marzo. Y añadió: “Nos cabe el honor de haber compartido con el líder bolivariano los mismos ideales de justicia social y de apoyo a los explotados. Los pobres son los pobres en cualquier parte del mundo (…) Esa fue la lucha de Hugo Chávez. Ni siquiera él mismo sospechaba cuán grande era. ¡Hasta la victoria siempre, inolvidable amigo!”.
Aquella madrugada un recuerdo visitó al Comandante: las veces que Chávez bromeó con él diciéndole que cuando ambos concluyeran su misión revolucionaria, lo invitaría a pasear por el río Arauca, que le hacía recordar el descanso que nunca tuvo.
Hoy andan juntos, allá, aquí, despertándonos sonrisas, salvando revoluciones. A fin de cuentas, como el propio Fidel los definiera a ambos durante aquella ocurrente llamada telefónica -en que ninguno le dijo al otro el lugar exacto donde se encontraba-, ellos no son presidentes, sino dos tipos que andan por ahí.
Para la realización de este artículo fueron consultados los libros: Cuentos del arañero Hugo Chávez Frías, de Orlando Oramas y Jorge Legañoa; Chávez nuestro, de Rosa Miriam Elizalde y Luis Báez; Cien Horas con Fidel y Hugo Chávez. Mi primera vida, ambos de Ignacio Ramonet.